Marghevix

CAPITULO 6

Capítulo 6.

→El factor "sorpresa" de descubrir la verdad←

 

 Después de pasar por la tienda de zapatos y bueno…unas cinco más. Llegamos a su departamento, como era de esperarse de Larnell esto no es departamento común. Es un departamento que puede parecer una mansión solo que en un edificio…en las afueras de la ciudad.

—Pasa.

Me ofrece cordialmente, yo paso con desconfianza sosteniendo lo único que tengo en las manos; las bolsas. Es un lugar muy bonito y es…agradable.

—No me esperaba menos. —Comento viendo en todas las direcciones, pero, no es del todo es agradable o bonito. El único detalle que perjudica mi inspección es con la ropa tirada en el suelo.

Él sonríe con suficiencia—Lamento que lo encuentres de esta forma. Uno nunca sabe quién puede aparecer cuando sales. —Se aleja hacia lo que supongo es la cocina.

Exacto…no sabes a quien te puedes topar. La vida te puede sorprender de buena o mala forma.

 —Bueno…

—Puedes ir a tu habitación, es la…—Intercambia miradas entre un pasillo después de la cocina y el que está al parecer terminando las escaleras.

¿Está pensando en cual habitación darme porque tiene muchas? Al fin se decide y señala el que está empezando por las escaleras. —es la del pasillo de arriba la segunda de la izquierda.

Le diría gracias, aunque creo que lo he dicho varias veces hoy, de seguro debe de saberlo.

—Bueno iré, luego te veo.

Subo las escaleras en forma de caracol hacia una estancia de un solo pasillo con puertas en cada lado. Es un pasillo con un único cuadro y par de macetas que le dan un poco de frescura a esto. Me dirijo hacia el cuadro con una fotografía y visualizo a un niño con el cabello rojizo, sentado en un banco, sonriendo, aunque le hace falta un diente, con sus ojos verde oscuros.

Miro al suelo con una sonrisa nostálgica en mi rostro.

—Es igual a como te recuerdo. —Mis ojos se humedecen, me limpio rápidamente con mis manos. —Aunque sé que ya no eres el mismo de cuando éramos niños, al igual que yo. —Vuelvo a mirar al cuadro, a mirarlo a él—Pero aun así me alegra volver a verte, Larnell.

Me alejo limpiándome las lágrimas cada vez que estoy aquí me consume una nostalgia incomprensible.

Busco la segunda puerta, es de madera, color café oscuro contrasta con las paredes claras de aquí.

Entro y cierro y apenas miro la habitación, suelto las bolsas y me quedo contemplándola, es increíble.

Una gran cama en el centro, una pequeña estancia con una pantalla, un armario, muebles, cuadros. Esta impecable debe ser la habitación de los invitados.

Inspeccionando encuentro una puerta la abro y definitivamente es…

—¡El baño!

Todo pulcro color blanco y unos toques de dorado de decoración lo hace un estilo a la familia real. Sabía que se podía ir del castillo, pero no deshacerse a las costumbres de el.

Sin contenerme salgo de este y apenas miro la gigantesca cama me lanzo sobre ella, haciéndome rebotar cuando caigo boca abajo, doy la vuelta y estiro los brazos como la forma de un ángel de nieve o de cama.

Ahh, cuanto soñé con esto.

Esto no se compara con la porquería de cama que tenía en Calgary. De tanto en tanto deje llevarme por la suavidad del colchón y caí rendida en un sueño.

 

El invierno acabo, fue una estación dura, las ordenes de mi padre no fueron del todo correctas. En eso no me puedo meter. Por ahora quiero el calor del sol, hace tiempo no lo siento es tan…agradable después de tormentas de hielo. El pasto a mi alrededor es suave, seguramente me dará picazón.

—Ahh.

Respiro, es reconfortante dejando todas las inquietudes dentro de esas paredes de piedra. Leí en un libro que, si tomas tus inquietudes y las escribes en un papel y lo tiras al fuego, este hará por ti la desaparición de estas.

—Mamá necesitaría torres de papel para después quemarlos. —Suspiro con los ojos cerrados.

—¿Qué pensamientos son esos London? —Me incorporo al escuchar la voz de Larnell. Lo veo parado al lado mío con las manos en los bolsillos de su pantalón.

—¿Qué haces aquí? No es bueno espiar a los demás. —Lo inspecciono con disimulo. —Además ¿de dónde vienes?

—Estás tirada en pleno patio.

—Vienes del cementerio ¿no es así? —El asiente con tranquilidad, se acerca hacia a mí y se recuesta a mi lado.

—Mmhm. Sigues yendo allí…

—Si. Ya sabes. Además, ¿qué te pasa estando en este lugar? —Se hecha a reír—Parecías una difunda, si no hubieses hablado pensaría que estabas muerta.

—¿Disculpa? ¿Difunta? Después de ir al cementerio ya andas señalando a quien veas, de difunto. —Hablo entre dientes cruzada de brazos.

—De lo fea que eres cualquiera te señalaría de difunta. —Tira una carcajada.

—Eres un idiota.

—Eres una tonta.

—idiota. —Puntualizo.

—tonta. —contrarresta.

—idiota.

—tonta.

—¡Basta, Larnell!

—Uy, pero que mandona. —Molesta sonriente.

—Recuerda que me debes un helado.

Él se reincorpora y me mira serio. —no. —Se levanta y comienza a marcharse.

—¡Esos no son modales Larnell Rossette! —Chillo.

Él de espaldas levanta su mano y comienza a moverla como si fuese una boca. Eso me molesta, se está burlando de mí. Suspiro cansada.

—¡Hey! ¿Acaso no piensas ir a que nos tomen la fotografía, suricata? —Grita Larnell haciéndome señas de que lo siga.

—¡Ya voy! —Me levanto rápidamente sacudo mi vestido para quitarle pasto, me apresuro hasta donde esta él. —No me llames suricata.




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