Mariana De La Noche

Capítulo 13

MARIANA DE LA NOCHE.

Capítulo 13.

—¿Puedo saber algo? ¿Por qué un hombre tan guapo está solo?

Habló cerca de mi oreja.

—Digamos que a veces es mejor estar solo, mejor eso que estar mal acompañado.

Le regalé una sonrisa de boca cerrada.

—¡Mejor para mí!

Me giño un ojo y mordió su labio inferior. Seguimos bailando y yo seguí mirando a todos lados, de verdad sentía que me estaban observando. Regresamos a la mesa, la chica no dejaba de hablar y yo solo quería salir corriendo de ese lugar, me sentía incomodo.

Mis amigos y sus acompañantes estaban algo tomados, al igual que Nancy que ya tenía algunos tragos encima. Creo que yo era el único cuerdo de ese lugar, sólo había tomado dos cervezas. Sentí una mano en mi rodilla, bajé la mirada y luego la miré, tenía una sonrisa malvada.

—Deberíamos irnos a un lugar más solo —movió sus cejas con malicia—.¿Qué dices?

¡Ay, Dios! ¿Dime, por qué siempre terminaba metido en situaciones incómodas? Cualquier hombre en mi lugar estuviera halagado y feliz, no lo dudaría en ningún momento, pero yo, no quería nada de lo que ella imaginaba. ¿Sería muy feo si la rechazaba?

Tomé su mano y dejé un beso en ella, tratando de ser caballero.

—¿Seguimos bailando?

Ella sonrió y asintió, llegamos a la pista de baile, se  pegó a mí, sentía su aliento alicorado en mi cuello.

—Creo que me estás sacando el cuerpo —me miró—, y yo quiero todo lo contrario.

Mordió su labio inferior, sonreí un poco incómodo.

—Creo estás muy tomada, solo estoy siendo caballero, no quiero que digan que me estoy aprovechando de la situación, soy muy diferente a muchos.

Dejó un beso en mi cuello y murmuró.

—¡Matías, que caballero eres! Puedes estar tranquilo, piérdeme el respeto, eso es lo que yo quiero.

Subió por mi mandíbula buscando mis labios, pero yo me alejé.

—¿Siempre eres tan directa?

—Cuando quiero algo con todas mis fuerzas, sí.

Recordé a alguien que decía esas cosas, no podía tener tanta suerte para las mujeres posesivas. Descansé cuando terminó la canción. De regreso a la mesa ya todos querían irse, estaba seguro que no precisamente a sus casas a dormir. Nancy me miró muy maliciosa y me pidió que la acompañara hasta su casa, no pude negarme, no podía dejar que se fuera sola.

Mis amigos se despidieron con una estúpida sonrisa, ellos creían que yo tenía la mente tan dañada como la de ellos.

Salimos a buscar un taxi, por obvias razones no vine en mi auto. La chica parecía chicle pegada a mí, yo buscaba la manera más educada de sacarle el cuerpo. Nos subimos al taxi, ella le dio la dirección de la casa, vivía por el centro, parecía con pulgas, no dejaba de moverse y al parecer no podía dejar sus manos quietas. Las mujeres son tan hermosas, no entendía como podían llegar a denigrarse de esa manera, lo que llaman ser liberal, de mente abierta. Acababa de conocerme y ya estaba dispuesta a llevarme a su casa y a hacer de todo conmigo. ¿Y si yo fuera un psicópata? Estaría en grandes problemas, no podemos ser tan confiados, más sabiendo lo corrompido que es el mundo, bueno el mundo no, las personas.

Y dejarnos llevar de una cara o un cuerpo. Dejarnos llevar de una máscara, porque no podemos ver lo que llevan por dentro y sus verdaderas  intenciones.

Llegamos hasta la dirección que le dio al taxista. La chica no podía ni caminar bien, pagué la carrera y decidí acompañarla hasta su apartamento para  asegurarme que llegara completa. Entramos al edificio, tomamos el ascensor hasta el piso tres como lo indicó ella, iba  apoyada en mí, ya que daba un paso y se devolvía tres, se aferró de mi cuello y yo traté de sostenerla.

Me señaló la puerta de su apartamento, buscó las llaves en su bolsa, trató de abrir la puerta y no podía. De la nada empezó a reírse, le quité las llaves y abrí la puerta.

—Ya estás en tu casa, sana y salva.

—Mu-muchas, gracias.

Sonrió malvadamente, cuando pensaba irme ella me sujetó del cuello de  la camiseta con fuerza haciéndome entrar a su apartamento. Cerró la puerta apenas cruzamos, se relamió los labios y susurró.

—¿Cuál es la prisa?

Retrocedí mientras ella se acercaba, hasta que choqué con un mueble, me empujó y terminé en el mueble, ella empezó a quitarse el abrigo.

—Sabes Matías, no quiero que te portes bien conmigo, todo lo contrario, quiero que seas muy, pero muy malo. Desde que te vi me tienes mal, me encantas.

—¡Creo que estás muy borracha!

Traté de levantarme, pero ella lo impidió poniendo un pie en medio de mis piernas. Cabe decir que traía un vestido azul muy corto, desde mi posición me dejaba  ver mucho.

—¿Tienes una idea de las veces que hoy te desvestí con mis pensamientos? —sonrió con descaro.

¡Claro que lo sabía! Ahí estaba  otra vez metido en grandes problemas, todo por las estúpidas ideas de mis amigos que no piensan con la cabeza de arriba. Ellos siempre están pensando con lo que tienen en medio de las piernas.

»No tienes idea de las veces que tuve sexo contigo en mi cabeza. Ahora quiero que todos esos pensamientos se realicen.

Con su dedo índice empezó a subir desde su rodilla hasta su muslo, subiendo lentamente su vestido dejándome ver mucho más.

—¡Nancy! No creo que esto...

Cortó mis palabras cuando se puso a horcajadas sobre mí, movió sus caderas lentamente tratando de provocarme y yo estaba  tratando de pensar con la cabeza, la manera en que  el rechazo no se viera tan feo. Mi vida era un caos total.

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EN ALGÚN LUGAR DE MEDELLÍN.

NARRADOR OMNISCIENTE.

Para que la reconciliación fuera con todas las de la ley, Emanuel le propuso a Mariana pasar la noche juntos. Obviamente a ella le encantó la idea, pero tenía que inventarse algo para no llegar a dormir, a pesar de ser mayor de edad Mariana debía respetar las reglas de su madre y no creo que a la señora Lucrecia le sonara la idea que su hija pasara la noche en un hotel con el novio.



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En el texto hay: dolor, desepcion, tristesa

Editado: 04.04.2023

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