Advertencia. Antes de leer piénsalo, contenido fuerte.
MARIANA DE LA NOCHE.
Capítulo 22.
No había nada más en el mundo que le gustara tanto a Mariana como la oscuridad de la noche. Las estrellas brillaban como pequeñas lucecitas y la luna, la hermosa luna que se reflejaba en el mar. Caminó por la playa disfrutando del sonido de las olas. Estuvo así una hora, tratando de aclarar sus pensamientos.
Como era de esperarse Emanuel estaba molesto porque Mariana se le perdió. Respiraba tratando de calmarse porque no quería terminar de embarrarla, no, en el mismo día. Él sabía perfectamente como mover sus fichas, mucho más después de lo que observó en la mirada de ella.
—¡Te estaba buscando! ¿Dónde estabas?
Soltó todo el aire acumulado. Mariana llevaba las sandalias en sus manos, lo miró a los ojos y con tranquilidad respondió.
—Caminando en la playa.
—¡No lo vuelvas a hacer!
Ladeó la cabeza para mirarlo. Él aclaró su garganta, relajó la expresión de su rostro...
—Quiero decir, te puedes perder, no conoces el lugar. Me preocupa.
Mariana le regaló una sonrisa de boca cerrada, acarició sus mejillas sin dejar de mirarlo a los ojos. Emmanuel la miró sorprendido, no entendía su actitud.
—Estoy bien, no te preocupes, estaba caminando en la playa, —dejó un beso en la comisura de su boca—, disculpa por preocuparte.
Emanuel abrió sus ojos como platos, ella entró a la casa, saludó a todos los que estaban en la sala y siguió a su habitación.
Cuatro días después...
Emmanuel la había llevado a recorrer el lugar y ella estaba encantada. Ese día la familia de Emanuel los invitó a la playa, en la noche iban a hacer un asado, habría una fiesta. A ese tipo de eventos asistía mucha gente. Mariana había tratado de comunicarse con Lorenzo, pero Emanuel la convenció de que no era una buena idea. Le decía que debía darle tiempo para que las cosas se calmaran.
Ese día lo pasaron en la playa, disfrutando del mar, Mariana lucía hermosa con su vestido de baño. Había logrado captar la atención de muchos hombres, incluidos los primos de Emanuel. Emanuel los miró y sintió la sangre hervir, pasó saliva y la observó a ella, como tratando de encontrar algo.
Mariana sonrió cuando el agua la recibió y Emanuel tenía cara de puño. Entró tras ella, inhaló fuertemente y se movió de repente agarrándola y girando a su alrededor, ella agarró sus brazos para sostenerse. Se inclinó hacia ella y la besó con intensidad, Mariana jadeó y trató de zafarse, él la rodeó con fuerza.
—¿Por qué no quieres besarme? Inquirió en un tono molesto.
—¿De qué hablas? —parpadeó sorprendida.
Emanuel liberó la tensión de sus hombros y la soltó, dejó un beso en su nariz. Pensó muy bien cómo actuar.
—¡Es broma! —musitó con adoración.
Mariana lo miró confundida, esa vez pudo notar los cambios tan drásticos que tenía. Él se alejó y ella se quedó mirándolo. ¿Era la primera vez que tenía ese comportamiento? ¿O era la primera vez que lo notaba?
Salió de sus pensamientos cuando sintió un golpe en su espalda, uno de los primos de Emanuel le lanzó un balón. Ella no le vio problema y se lo devolvió y así empezaron a jugar todos con todos. Emanuel no dijo nada, pero la estaba observando como un animal que acecha a su presa. Sus ojos estaban más oscuros de lo normal y al parecer nadie lo había notado.
Ella soltó algunas carcajadas, que eran golpes en el rostro para Emanuel, él no decía nada porque ahí estaban todos, incluido su tío. Se mantenía alerta y no despegaba los ojos de ella.
Luego de unos minutos todos regresaron a la casa, ellos se quedaron de últimos, hasta que Emanuel soltó.
—¡Al parecer estabas disfrutando mucho con mis primos! —lo dijo en un tono molesto.
Ella se detuvo y lo miró.
—¿¡Vas a empezar otra vez con tus celos sin sentido!? —arqueó una ceja.
—¿Ahora resulta que soy un celoso? —exclamó—. Cuando mi novia estaba feliz de la vida disfrutando con otros.
Mariana rodó los ojos.
—Estaba disfrutando del lugar, no con ellos. ¿Puedes entender la diferencia?
Siguió su camino algo molesta y él la siguió.
»No puedo creer que empezaremos otra vez con lo mismo. Se supone que vinimos a este lugar para reiniciar esta relación.
Emanuel respiró profundo, se frotó el pelo mientras la seguía.
—¡Tienes toda la razón!
Mariana giró sobre su propio eje para mirarlo. Él retiró un mechón de su cabello, lo puso tras su oreja.
—¡Discúlpame! —hizo un gesto de puchero—, es que de solo pensar que me dejes o me cambies por otro me muero.
Ella frunció el ceño.
—¡Parece que no confiaras en mí!
Quiso seguir su camino, pero él la detuvo, esa vez no utilizó la fuerza. Acarició su rostro y besó sus labios con delicadeza, soltando en ellos.
—Tienes toda la razón, soy un tonto. Tengo a mi lado la mejor mujer del mundo.
La besó una vez más con ternura. Emanuel sabía perfectamente como mover sus fichas, él hizo todo con un propósito y una segunda intención. Él no daba puntada sin dedal.
Entraron a la casa y fueron directo a su habitación. Esa vez Emanuel le hizo el amor con delicadeza, Mariana bajó la guardia y se relajó, justo eso era lo que él buscaba.
Para la fiesta en la playa eligió un vestido azul oscuro de mangas. Se hizo una trenza al lado izquierdo y dejó el resto de cabello suelto. Se maquilló, un tono claro en los ojos, los labios color rojo. Se reunieron todos en la sala y los primos de Emanuel le hicieron cumplidos, él pasó saliva y Mariana solo asintió en señal de agradecimiento.
Más tarde en la playa..
Habían reído, bailado, disfrutaron de una rica comida. La familia de Emanuel era muy simpática, la noche estaba hermosa, el cielo lo iluminaban las estrellas y la hermosa luna. Emanuel empezó a tomar con todos, la única sobria era Mariana que solo recibió una cerveza. Emanuel estaba mezclando todo tipo de licor y observaba como Mariana sonreía con sus primos, eso era lo que él veía.
Editado: 04.04.2023