MARIANA DE LA NOCHE.
Capítulo 31.
Me moví de repente agarrándola de la cintura y girando a su alrededor. Movió sus manos y un pequeño grito se escapó de sus labios, la abracé con fuerza.
—¡Tranquila, soy yo! —gentilmente le pasé la mano por la espalda.
Su respiración empezó a normalizarse poco a poco. Estaba temblando. Le pasé la mano por el pelo, la acuné en mis brazos.
—¡No quise asustarte! —susurré en un tono de voz melosa.
—No me gusta sentirme perseguida, me da miedo. Me da pánico, cuando él me trajo a este lugar yo traté de huir, pero él salió corriendo tras de mí, fue más rápido que yo. Lo intenté muchas veces, pero no pude escaparme.
Susurró. Me alejé y la tomé de las manos.
—¡Discúlpame, no quería asustarte! —me volví a disculpar.
Estaba a punto de entrar en otra crisis, lo sabía, no podía controlar el movimiento de sus manos, esos recuerdos le hacían mucho daño. Sin pensarlo dejé un beso en su frente, bajé la mirada hasta sus ojos, se quedó paralizada. Murmuré;
—Yo no suelo romper mis promesas y esta vez no será la excepción. Te dije que no te dejaría sola y no lo haré… tú me hiciste
prometerlo ¿Lo recuerdas? ¿Dime, ya no tienes miedo?
—Te dije que soy una tormenta demasiado dañina, una rosa con demasiadas espinas y no quiero lastimarte —exclamó subiendo el tono de su voz.
—Vos eres la tormenta más hermosa y ya lo había dicho, las rosas son hermosas sin importar su color, incluso las negras. Entonces yo seré un arcoíris, o un buen jardinero.
Me regaló una sonrisa de medio lado. La tomé de la mano y empezamos a caminar, regresamos a la carpa. Empecé a recoger todo, ella se quedó mirándome.
—Saldremos a primera hora, para estar a las 9:00 am en el pueblo. Salir de este lugar es lo mejor para ti.
Se acurrucó y se cubrió con una manta.
»¿Tienes frío?
Asintió. La cubrí con otra manta, ella me seguía mirando en silencio. Me acosté y me cubrí con una manta, ella se acercó un poco.
—Estoy segura que tú y mi hermano se llevarán de maravilla. Los dos son tan iguales, con sentimientos tan bonitos.
—¿Tú crees? —susurré.
—Estoy segura de eso —soltó una pequeña sonrisa llena de nostalgia.
—Bueno me dará gusto conocerlo, trata de dormir, ya pronto estarás en tu casa.
Soltó un largo suspiro.
—Gracias a ti.
Cerré los ojos al menos para tratar de descansar porque el sueño se me había espantado.
—¡Matías! —escuché en un pequeño susurró.
—¡Mmmm! —solo hice un pequeño ruido.
—Gracias por todo, eres un ángel en un mundo de mierda.
Respiré profundo, no dije nada.
Más tarde…
Encendí la pantalla del celular, eran las 6:00 am. Era hora de irnos, me senté, estiré mis brazos y me froté la cara para terminar de despertarme. Me quité la camiseta que traía y me puse una negra, jeans grises con agujeros enormes en las rodillas y una chaqueta negra. Ya tendría tiempo de ducharme en el hotel. Giré la cabeza para despertarla y me encontré con ese mar tan profundo y hermoso.
—Buenos días —la saludé.
—Buen día —respondió.
—¿Lista para salir de este lugar? —inquirí.
Asintió con una pequeña sonrisa. Recogí todas mis cosas y salimos de la carpa. Teníamos que caminar unos 10 minutos hasta donde estaba el auto que yo había alquilado. Le di una última mirada al lugar y pensé; no fue tan malo venir aquí, fue mejor de lo que esperé.
Ella también le dio una última mirada, pero estoy seguro que su pensamiento era muy diferente al mío, una lágrima se escapó de sus ojos bellos.
—¿Estás bien? —inquirí.
—Sí, es solo que…
Se quedó en silencio unos segundos.
»Son muchos sentimientos encontrados.
—Me imagino, ya falta poco para volver a tu casa.
Le regalé una sonrisa y ella hizo lo mismo. Subí las cosas al carro, le abrí la puerta. Encendí el auto y salimos de aquel lugar. Ella se acomodó desviando la vista por la ventanilla y se quedó perdida en sus pensamientos.
Una hora después…
—Sabes, ¿quisiera saber a dónde vas cuando tu mirada se pierde?
Murmuré sacándola de su trance. Se reacomodó quedando de lado, mirándome fijamente. Podía sentirlo porque tenía la vista puesta en la carretera.
—¿De verdad te gustaría ver a través de mis ojos? —interrogó con curiosidad.
Le di una mirada rápida para luego regresarla a la carretera.
—Sí, quisiera saber, ¿a dónde vas cuando tu mirada se pierde?
Respiró profundo.
—A través de mis ojos solo podrás ver oscuridad, es lo único que hay —volvió a respirar profundo—, ese lugar donde voy cuando me pierdo se llama infierno, mi propio infierno, no creo que a vos te guste.
—En unos ojos tan bonitos no puede haber solo oscuridad —respondí.
—¿De verdad te gustan mis ojos? —indagó.
Sentía su mirada, me puse nervioso, escuché una risita.
»¿El color de mis ojos? —añadió.
—Tienes unos ojos muy hermosos, ese azul tan profundo y misterioso. En ellos se puede ver tanto y a la vez tan poco.
Volvió a mirar por la ventanilla, respondió muy seria.
—No te pueden gustar unos ojos como los míos, no cuando mi mundo es tan oscuro, no te puede gustar nada de mí, ¡entiéndelo! —respondió sin ningún tipo de expresión.
La miré solo unos segundos, tenía los ojos cerrados, no dije nada más. No entendía qué me pasaba, tenía tantas cosas, avemaría, más enredado que bulto de anzuelos.
Encendí mi celular, ahí ya empezaba a tener cobertura. Lo primero que hice fue marcarle a alguno de mis amigos, pero nadie respondió. No entendía qué les pasaba. Volví a insistir otra vez, pero a Orlando. Un pitido…dos…tres…
—¡Matías!
—¡Avemaría por Dios, por fin! ¿Cómo están? ¿Qué fue lo que pasó?¿Dónde están? ¿Por qué salieron así? —Pregunté.
—Son muchas preguntas, tranquilo parcero, todo bien —respondió el.
—¿Todo bien? Salen como locos sin decirme nada y dices que todo está bien —exclamé.
Editado: 04.04.2023