Mariana De La Noche

Extra #2 del capítulo 25. los amigos de Matías.

MARIANA DE LA NOCHE.

Extra #2 del capítulo 25

Los amigos de Matías

Salimos a pescar todos juntos porque la noche estaba espectacular. Matías era feliz haciéndonos bromas pesadas, nosotros planeamos salir corriendo, escondernos y dejarlo solo en la orilla del río. Empezamos haciendo algunos ruidos extraños, luego empezamos a correr dejándolo solo, nos desviamos un poco del camino que llevaba al campamento. A lo lejos Carlos y Marcos decían que habían escuchado algo, un ruido, pero Orlando y yo no escuchamos nada.

—Seguro es Matías que ya nos descubrió —Murmuré.

—Silencio —Marcos se lleva el dedo índice a la boca— , ¿escuchan?

—Es verdad, se escucha algo, Ay Dios, será un fantasma —agregó Carlos.

Orlando y yo contenemos una carcajada al ver sus caras de miedo.

—Lo más seguro Matías nos quiere asustar, ya nos encontró —susurró Orlando—. No sean tontos, que fantasmas ni que nada.

—Ah, yo no sé marica, tengo susto —refutó Carlos.

—Les apuesto plata que Matías nos quiere jugar otra de sus bromas —alegué—, caminemos con mucho cuidado sin emitir ruidos, el asustador será asustado.

Les propuse seguir con cautela hasta encontrar el ruido extraño, yo estaba seguro de que era Matías. Carlos y Marcos decían que lo mejor era regresar al campamento, decían que alguna bruja, espanto o hasta la llorona nos iba a salir, nosotros tratábamos de no reírnos de sus pendejadas.

—Si quieren regresar lo pueden hacer —Comentó Orlando.

—Ya saben el camino, se pierden y que se los lleva el chucho.

Agregué y solté una risita. Nosotros dos seguimos caminando lentamente buscando ese ruido, ahora se escuchaban como sollozos. Como era de esperarse Marcos y Carlos se pegaron a nosotros como garrapatas, no iban a  devolverse solos.

—Es un llanto, avemaría por Dios bendito, eso debe ser la llorona —Marcos empezó a persignarse.

—Dios mío, yo creería que sí, devolvámonos —Murmuró Carlos quien también se persignó.

Nosotros cruzamos miradas tratando de no reírnos. La noche estaba tan clara, a pesar de los inmensos árboles, no se necesitaba linternas, la luz de la luna era suficiente. Con cada paso más cerca se escuchaban los sollozos, parecía alguien llorando.

De tantas pendejadas que decían los tontos esos a veces lo ponían a dudar a uno. Seguimos avanzando tratando de no causar mucho ruido, nos detuvimos de golpe, frente a nosotros en una piedra había alguien, parecía la silueta de una mujer, ¿o será Matías? Y si es él se la rifó esa vez.

Marcos se aferró de mi brazo casi me lo arranca, lo miré desconcertado parecía una gelatina.

—Es una persona —Murmuré.

—Parece una mujer —añadió Orlando.

—¿Una mujer a esta hora y en este lugar? —inquirió dudoso Marcos—. La chimba yo me largo.

—¿Qué será eso? —preguntó Carlos nervioso —. Ay virgen del agarradero ven y agárrame a mí primero.

Me cubrí la boca con la mano para no reírme.

—Son unos pendejos, debe ser Matías que nos quiere asustar, parece que no lo conocieran.

—¿Y si no es Matías? —inquirió Orlando, ya lo pusieron a dudar.

—Entonces es una mujer y está perdida.

Comenté y avancé un paso, Marcos y Carlos me sujetaron de los brazos, alegaban que no era una buena idea. Miré a Orlando, él se encogió de hombros y decidió seguirme, las dos gallinas se quedaron a una distancia prudente.


El ruido de las hojas y las ramas secas al ser pisadas causaban un ruido que alertaron a la persona que estaba en la roca sentada. Se levantó rápidamente y volteó hacia nosotros, era una mujer, lo sabía.

Levantamos las manos para que no se asustara, ella retrocedió dos pasos y se detuvo.

—Tranquila —hablamos al tiempo.

—¡Ayuda! —Susurró ella.

Nos acercamos más logrando verla con  claridad, era una mujer hermosa, parecía una diosa, aunque traía el cabello revuelto, el vestido roto y con manchas de sangre.

—¿Estás bien? —le preguntó Orlando.

Ella nos miró asustada y asintió. Sus ojos eran hermosos, me pregunté qué hacía esa preciosidad sola en este lugar.

—¿Estás perdida? —le pregunté mientras me acercaba un poco más.

Ella nos miró fijamente con esas profundidades azules.

Asintió una vez más,
levanté la mano y le grité a los chicos que se quedaron escondidos, ella ladeó la cabeza y miró con curiosidad, ellos nos alcanzaron.

—Lo ven, solo es una hermosura extraviada —Comenté.  

Ellos la saludaron, parecían más relajados, ella solo movió la cabeza y los miró de pies a cabezas.

 —¿Qué hace un angelito como tú en este lugar? —preguntó Carlos con una sonrisa coqueta.

—¿Mi amor, podemos ayudarte en algo? —interrogó Marcos.

Ella nos miró detenidamente, aleteó sus largas pestañas y susurró.

—Tengo miedo.

—Tranquila mi amor, eso se soluciona, aquí están estos cuatro caballeros al rescate —Respondió Orlando con sus ínfulas de galán.

—Vos podés estar tranquila, todo va a salir bien —Sonreí.

—¿Cómo podemos ayudarte mamacita? —Marcos trató de acercarse y ella retrocedió.

—Tranquila, no te asustes, no le hagas caso a estos pendejos —hablé—. Nosotros podemos ayudarte con todo gusto.

Le guiñé un ojo, ella retrocedió y  se sentó en la misma piedra, nos miró fijamente y luego nos dio la espalda. Cruzamos miradas, estaba asustada y prevenida, era normal, quién sabe qué le hicieron o qué le pasó.

—Es una belleza —murmuró Orlando.

—Parece princesa —susurró Marcos solo para nosotros.

—Eso es poco, vieron sus hermosos ojos —musitó Carlos.

De la nada el viento empezó a soplar fuertísimo tipo película de misterio, ella se levantó y nosotros la seguimos con la mirada, aún seguía de espaldas, su cabello caía  por sus hombros hasta  su espalda y se meneaba de un lado a otro al son del viento. Se giró lentamente y nosotros solo la observábamos atentos, entonces nos miró fijamente y una pequeña sonrisa malvada se dibujó en sus labios. No entendíamos nada, todos  cruzamos miradas al tiempo y cuando volvimos la mirada al frente ella no estaba.



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En el texto hay: dolor, desepcion, tristesa

Editado: 04.04.2023

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