MARIANA DE LA NOCHE.
Capítulo 7.
Respiré profundo, retrocedí dos pasos alejándome de la tentación, no podía enredar más las cosas. ¡Tenía que pensar con la maldita cabeza de arriba!
—¡Bárbara, se supone que debes estar en tu casa en reposo!
Se sentó en el sofá, cruzó la pierna derecha de manera tan lenta y sensual dejándome ver el color de su ropa interior, estoy seguro que trató de coquetear. Luego hizo exactamente lo mismo con la pierna izquierda con una sonrisa malévola.
—Que culpa —curvó su labio inferior—, quería verte.
—Estaba organizando un poco el tiradero que tenía, por eso no respondí.
Se levantó con una sonrisa.
—No te preocupes, ¿En qué te ayudo? Terminas más rápido y me invitas a comer, mejor aún, pedimos un domicilio.
Me quedé mirándola, parecía tan normal, regresé tiempo atrás cuando éramos felices, sonreí con tristeza, no entendía. ¿En qué momento cambió todo? Se veía tan calmada y tranquila, que quería imaginar que todo era una pesadilla. Liberé la tensión de mis hombros y traté de relajarme.
—Solo me falta terminar de sacar la ropa de la lavadora.
Cruzó el pasillo con una sonrisa, se encogió de hombros.
—Yo te ayudo —bajó su mirada escaneándome—,mientras tú terminas de vestirte.
Me guiñó un ojo y siguió por el pasillo. Sonreí, pero esa calma me asustaba un poco. Regresé a mi habitación, busqué algo de ropa, elegí unos bóxeres negros, pantalón azul y una camisa blanca. Salí de la habitación y la busqué con la mirada, cruzó del cuarto de lavado al pequeño patio trasero.
—¿Qué te parece si pedimos un domicilio, pizza te parece bien? —levantó un poco la voz para que la escuchara.
»Y luego vemos una película.
Sonrió mientras siguió su camino, no era una buena idea quedarme solo con ella. No quería terminar metiendo las patas, bueno no precisamente las patas. Conocía perfectamente ese diablo con figura de mujer. Antes cuando veíamos películas terminábamos haciendo todo lo contrario, además ella creía que habíamos regresado y no quería confundir más las cosas. Regresé de mi trance cuando sentí su aliento en mi cuello acompañado de una sonrisa.
—Listo, ropa colgada, todo ordenado, vaya que te hace falta la figura de una mujer en este lugar.
Mordió su labio inferior mientras jugaba con un mechón de su cabello.
—Gracias.
Le regalé una sonrisa de boca cerrada.
—¿Pido el domicilio?
Sonrió con ilusión, tenía que ser más astuto que ella, si nos quedábamos sería muy difícil, no podría fingir y terminaría rechazándola. Tenía que hacer algo, para que ella no sintiera que le estaba sacando el cuerpo; disculpas, pretextos. Así solemos decir los paisas y los colombianos, avemaría ese me está sacando el cuerpo. Por eso pensé rápido.
—¿Y si mejor te invito a comer? ¿Recuerdas ese lugar donde las hamburguesas son enormes que tanto te gustaba? Esas que se les sale el queso por los bordes y tienen una carne enorme. Así cambiamos de ambiente.
Enredó sus dedos en mi pelo, haciendo círculos con ellos, curvó su labio inferior en un gesto de puchero.
—Yo quería plan arrunchis contigo, pero esa idea también me gusta.
Me sorprendió mucho su respuesta, estaba preparándome para otro ataque de berrinches como los que acostumbraba hasta conseguir lo que quería. Asentí como respuesta con un movimiento de cabeza y una sonrisa, ella me la devolvió mostrándome su perfectos dientes blancos. Busqué mis cosas; billetera, algo de dinero y las llaves de mi auto.
Enredó su brazo en el mío y salimos del apartamento. Tenía que admitir que su comportamiento me había dejado muy sorprendido. ¿De verdad iba a cambiar? Sacudí mi cabeza alejando esos pensamientos, tenía que estar centrado en mi objetivo, no podía volver a caer en ese juego, sería como volver a lo mismo.
Luego de unos minutos llegamos al local donde vendían la mejor comida rápida. Busqué donde estacionarme, como era habitual el lugar estaba lleno, tendríamos que hacer fila. Rodeé el auto y le abrí la puerta, ella esbozó una sonrisa y me tomó de la mano y yo… no dije nada, ¡Dios, cada vez estaba peor!
Entramos al local, buscamos con la mirada un lugar donde sentarnos y justo al fondo había una mesa para dos. Caminamos hasta el lugar, nos acomodamos uno al frente del otro, empezamos a ojear la carta. Tantos recuerdos llegaron a mí, en ese momento en ese mismo lugar, ahí solíamos venir cada fin de semana. Las risas, la comida, todo era perfecto, cuando éramos felices, cuando ella era otra. Regresé a la tierra por la voz de Bárbara.
—¡Matías, Matías! ¿me estás escuchando? —movió mi mano—,hace rato estoy hablando.
Me quedé esperando su transformación, pero una vez más no sucedió.
»¿Te pasa algo? Te noto algo distraído, te estaba diciendo que ya elegí lo que pediré.
La miré con los ojos bien abiertos, cómo era posible, a veces ángel otras demonio.
—No pasa nada —la miré y sonreí, bajé la mirada a la carta de orden que tenía en mis manos—. Estaba pensando qué pedir, todo se ve tan provocativo, que estoy indeciso.
Sonrió y siguió mirando la carta que tenía en sus manos. Parecía loca haciendo gestos extraños, era como si la antigua Bárbara hubiese regresado.
Bárbara pidió una hamburguesa doble carne con mucho queso y una Coca-Cola en vaso. Yo elegí una picada que consta; carne de res, cerdo y chorizo, picada en cuadritos, papas fritas, una ensalada de repollo dulce y arepa con queso gratinada. Lo sé, era mucho, pero era de buen comer. Para acompañar mi rico plato pedí un jugo natural de mora en leche. Solo quedaba esperar que estuviera nuestro pedido.
—Cuéntame de ti, ¿Cómo van las cosas en tu trabajó?
Apoyó sus codos en la mesa, descargando sus mejillas en las palmas de las manos con una sonrisa.
—Todo muy bien, estamos preparando todo para un nuevo proyecto.
—¿Y tus amigos? lo mismo de locos imagino.
Soltó una risita.
—Igual, ellos no cambian.
—¿Y tus padres?
—Mi padre más resignado y mi madre pues…a veces avanza, otras veces no.
—Es entendible, todo ocurrió tan rápido que nos dejó fríos, ahora tu madre... perder un hijo no debe ser nada fácil.
Acarició mi mano dejando un apretón en ella.
—Mi amor, me encantaría pasar un día de estos a visitarla.
Respiré profundamente tratando de tomar valor para aclararle las cosas.
—Bárbara, creo que tú y yo tenemos un tema pendiente.
Hizo un gesto de puchero.
—¡No, por favor! No me regañes, ¿y si lo dejamos para después? No arruinemos la comida.
—Sabes que tarde o temprano tendremos que tocar ese tema, Bárbara yo quiero dejar algo muy…
No pude terminar, en ese momento llegó nuestra comida.
—¡Qué rico! Buen provecho cariño, luego habrá tiempo para hablar.
No me quedó más remedio que esperar, la verdad yo tampoco quería amargarme la comida. Empezamos a saborearla, todo estaba delicioso. No mencionamos el tema, todo lo contrario platicábamos de cualquier tontería. Ella solo quería evitar ese tema a como de lugar y yo no sabía qué hacer.
Editado: 04.04.2023