150 DÍAS PARA LA BODA.
Ha sido un mes lleno de sorpresas y aún no terminaba diciembre. Después de navidad, en pequeñas reuniones familiares se trataban ideas para la boda. Era una graciosa versión de Shark Tang donde nos mostraban ideas o temas a los dos, esperando ver con qué nos quedábamos y con qué nos olvidábamos por completo. Nuestros padres contrataron a una organizadora para la boda que llegaba con mil y un propuestas para nosotros. Todo se movía muy rápido.
Nuestras sesiones seguían en piel, se nos hablaba de comportamiento y estrategias para evitar caer en preguntas tramposas de los reporteros que, muchas veces, tienen la intención de transformar nuestras palabras en algo diferente, algo que les genere lecturas.
Podíamos evitar responderlas al alejarnos de ahí, pero siempre teniendo cuidado de nuestro lenguaje corporal, así que toda una sesión fue de ver cómo reaccionamos ante falsos rumores, incitaciones y provocaciones hacia nosotros o nuestra pareja. Debíamos mantener nuestras emociones en línea horizontal, que no hubiese alteraciones mayores.
Así que así estaban esos pocos días... hasta que llegó 29 de diciembre.
Byron llegó a mi casa con una sudadera azul marino y unos cómodos jeans de mezclilla. Se acercó a mí y dejó un dulce beso sobre mis labios. Se veía muy alegre y eso me extrañaba. Algo había cambiado entre nosotros desde el compromiso y no podía decir con exactitud qué era, pero fuera lo que fuera me agradaba. A quién no le gusta sentirse querida, idolatrada, deseada... Byron tenía ese algo que me invitaba a ser valiente e intentar tomar lo que quería y desde hace días lo quería a él. Nunca me consideré una tradicionalista, para mí todo eso era parte de cuentos de hadas y el mayor cuento de todos era esperar hasta el matrimonio. Quería estar con Byron y mi cuerpo quería llegar al nivel físico.
Lo molesto de todo era que no se conseguía.
Nos tenían tan ocupados, pasando de un lado a otro viendo lo de la boda, lo de las sesiones, lo de la empresa, las comidas con desconocidos importantes, las distracciones familiares o él con su trabajo debía ausentarse un día o unas horas... siempre surgía algo, alguien nos ocupaba o simplemente olvidaban que una pareja ocupa privacidad de vez en cuando. Fueron cuatro días de intentos e interrupciones.
Bueno... tal vez me adelanto mucho al pensar en nosotros en una pareja porque principalmente todo esto es un negocio para nuestros padres. ¿Tenía algo de malo si quería llegar a algo más? Lo que había aprendido de Byron es que, él si quería dejar de lado el negocio y enfocarse en nosotros, no lo decía con palabras, pero sí con acciones y eso solo me invitaba a mí en hacer lo mismo, en tomar esa experiencia como algo grandioso.
─Qué sorpresa. ¿Qué tenemos planeado hoy? ─pero Byron no me respondió, en su lugar tomó mi rostro con sus dos manos y me besó de nuevo, consiguiendo que retrocediera un par de pasos por la sorpresa, todo sin alejar sus labios de los míos. Se sentían juguetones contra los míos, como si conocieran de un secreto y me invitaban a seguir su danza en busca de respuestas.
─Vamos a salir por un rato, no tomes nada. Solo vámonos.
─ ¿Pero a dónde?
─Es sorpresa. Un pequeño viaje, solo los dos.
No pregunté a qué podría referirse, solo decidí guiarme por la emoción de tomar decisiones alejadas de nuestros padres y su aprobación. En momentos olvidaba que era una adulta y podía tomar mis propias decisiones, desde que se ofreció el matrimonio como negocio, ellos han controlado las piezas del juego mientras que nosotros intentamos seguir las reglas de ese juego desconocido.
Pero no podía irme así si se trataba de un pequeño viaje. Así que le pedí que me esperara mientras subía a mi habitación en busca de una pequeña maleta dónde echar algunas cosas personales. Tomé mi celular y su cargador, maquillaje y dudé si debía llevarme algo como un traje de baño o tal vez...
─Hace frío a donde vamos.
─ ¿A dónde vamos?
Byron sonrió y simuló cerrar su boca con una llave invisible. De acuerdo... sin perder mas tiempo, tomé solo una chaqueta y unas botas, porque no podía llegar a donde sea que iremos con mis botas de peluche. Así que, sin agregar más, tomé mi maleta para salir los dos hacia ese rumbo desconocido.
Fuera de la casa, se encontraba un auto esperándonos con un chofer dentro. Mir é a Byron, esperando una pista de su parte, pero solo me guiñó con un ojo, dejándome en las mismas. ¿A dónde nos iríamos a pasar el día? No se me ocurría un lugar en específico, sentía que había demasiadas oportunidades y no lo conocía lo suficiente para saber cómo pensaba referente a viajes inesperados.