Él me dice: "¿Qué haces aquí?" y, extrañada, le pregunto: "¿Por qué?"
"Hace 3 meses que no volviste a aparecer. Pensé que ya se había terminado", responde.
Le digo: "No sé, creo que he estado en coma o sigo en coma. Estos viajes me tenían agotada y me mandaron por primera vez al hospital, donde quedé en coma. No sé cómo logré volver, seguramente ya fallecí". Esas palabras salieron entrecortadas de mi garganta. "Tengo miedo," le dije, "creo que fue así como morí y por eso estoy frente a ti. Si hubiera reaccionado, estaría despierta, no dormida, y estoy aquí contigo. Esa debe ser mi respuesta."
Jung-Su toma una pausa y dice: "Explícame bien, la verdad no entiendo lo que estás diciendo o no lo quiero entender."
"Estoy asustada," le digo, "y tengo miedo. Mi subconsciente razona mil posibilidades y siempre son negativas."
Entra a la habitación de Jung-Su la señora Lu, y dice, impactada o asustada por incomodar: "Señor, qué pena, no sabía que tenías una invitada. Discúlpeme".
Jung-Su y yo reaccionamos en un instante, sorprendidos. Hasta ahora, nadie más aparte de Jung-Su había podido verme, por lo que su presencia en la habitación nos dejó atónitos. Siempre había pensado que yo era una especie de persona secreta, alguien a quien nadie más podía ver ni enterarse de su existencia. Sin embargo, la señora Lu no solo me había visto, sino que también interactuaba conmigo como si fuera una persona normal.
La señora Lu nos observa por un momento, notando nuestra sorpresa. Luego, con una sonrisa amigable, dice: "Si no quieres que tus padres se enteren, no he visto a esta hermosa señorita extranjera". Se ríe suavemente y se retira de la habitación, dejándonos perplejos.
Una vez que la puerta se cierra, miro a Jung-Su y pregunto: "¿Cómo es posible que ella me haya visto? Hasta ahora, solo tú podías verme".
Él se queda pensativo por un momento antes de responder: "No lo sé, esto nunca había sucedido antes. Quizás algo ha cambiado".
"¿Crees que esto tenga algo que ver con mi estado en coma?" pregunto, intentando entender la situación.
"Es posible", responde Jung-Su. "Tendremos que investigar más para entender qué está ocurriendo".
"Me morí, obviamente me morí. Si no, ¿qué hago aquí? Ya todos me ven."
Jung-Su se ríe nervioso y dice: "¿Qué locura estás diciendo? No te moriste, ¿no ves que todos te ven? Estás viva". Se me acerca muy, muy cerca, casi tanto que si me muevo un centímetro hacia él, nos besaríamos. Nunca había notado como esta vez que, cada vez que él quiere tranquilizarme, se agacha y se acerca a mi rostro para mirarme fijamente a los ojos. Es tan alto y huele tan bien. Maldita sea, este hombre me está atrayendo más de lo que quisiera admitir en voz alta. Trata de cogerme del rostro y cuando lo logra, me pellizca un cachete y me dice: "No estás muerta".
Me sobé la cara y dije: "Gracias, tonto. Pero ¿cómo estoy aquí contigo? Créeme, no entré por tu puerta y claramente no vine a buscarte".
"Lo sé", me dice él con resignación y un poco de tristeza en sus ojos.
Sin pensarlo, le dije: "¿Me extrañaste?"
Él me dice claramente: "Que no". Lo dijo en un tono tan poco creíble que respondí en forma bromista: "Obviamente que sí me extrañaste. ¿Quién te va a sacar tu mejor versión más que yo? Tú, como me dices, tu marioneta privada. Pero imagínate, voy a ser una molestia para ti, pero con todas las ventajas ahora para mí".
Él se ríe con gran alegría: "Me encanta que seas una molestia. Eres mi molestia personal", dice con ternura. "Pero hablemos en serio, algo muy extraño te está pasando y tenemos que averiguarlo."
"Lo sé", le dije con resignación.
¿Has notado que estás vestida con ropa de cama?" Jung-Su me preguntó.
Bajé la mirada y vi que llevaba una batola y una pijama muy corta de seda, justo lo que mi hermana me pondría si pudiera vestirme. Me puse la mano en la cara y dije: "Ahora entiendo por qué la señora Lu salió corriendo."
Él sonrió pícaramente. "Me tengo que cambiar de ropa," le sonreí. "¿Tienes algo que me pueda poner, algo de mi talla? Las mujeres de acá tienen una contextura un poco diferente a las latinas," le señalé mis curvas y caderas inconscientemente.
Él me miró, claramente notando lo que decía, pero respondió: "No, no tengo ropa de mujer, aunque no me creas."
"Te voy a dar el beneficio de la duda hoy," le dije riéndome. "¿Por qué no bajamos a desayunar mientras alguien busca algo que me pueda poner en una tienda?"
"Perfecto," me dice.
Bajamos las escaleras y me sentía tan desnuda. No tenía ni sandalias; esas cosas antes ni las notaba, pero ahora todo era tan palpable. Estaba al otro lado del mundo, viva de alguna forma desconocida y totalmente sin nada planeado. Ni ropa tenía aparte de la que llevaba puesta. Me senté en ese comedor grande que antes no podía ni tocar, y ahora estaba sentada en él. Me reí y dije: "Qué comedor más amplio, ¿no crees que es un poco grande para una persona? Y estamos un poco lejos; siento que tengo que gritarte para hablarte."
Me paré y me senté en la silla a su lado. Él me miró y dijo: "La señora Lu nos va a regañar, esto es inapropiado."