Había pasado una semana y por lo menos me había devuelto mi casa. No había ensayado con la banda por razones obvias. De broma había ido a la escuela y era porque había estudiado mucho con Ángel y no pensaba estudiar y no hacer nada. Ni un muerto podía parar eso.
Por otro ladito estaba re cagada. Si, podía parecer que nada me afectaba sólo por vestirme opacamente pero no señores, esta de aquí tiene sus sentimientos y la notita arcoño esa me tenía con el Jesús en la boca, ¿a quién coño tenía que esperar? Todos los días miraba para todos lados esperando a alguien. No sabía quién era esa gente pero el señor que apareció en mi casa muerto no estaba en nada bueno eh, yo que se los digo.
Total que gracias a Dios ya los exámenes habían acabado y yo más tranquila por un lado. Angélica y yo estábamos excelente. De verdad que es una chica muy divertida y risueña y eso me encantaba de ella. Ya su hermano sabía que estábamos saliendo pero obvio que su papá no. Entre las dos lo hablamos y quedamos en que esperaríamos un poco más para hacer la relación pública ante nuestras familias.
Adriansito quedó impactado con lo que me había sucedido la semana pasada. Me dijo que era de película y yo le aseguré que estaba en lo cierto. El problema es que sentía que esta película no había terminado. Todo los días salía de casa esperando algo; estaba más nerviosa que antes y no quería que Angélica lo notara.
No le había comentado a nadie sobre lo de la nota. Sentía que no sé... Que no tenía que involucrar a nadie en esto y mucho menos a las personas que quiero.
Ya era sábado por la noche y llegaba de pasar el día con los chicos. Habíamos ido a lago que estaba cerca de aquí. Queríamos despejarnos un rato ya que entre los exámenes y lo del hombre muerto estábamos algo agobiados
en el lago había mucha gente y de nuevo ese sentimiento de que me observaban apareció. Enseguida le sugerí a los chicos para irnos y gracias a cielo aceptaron. Andábamos en el auto de Angélica por lo que dejamos a Raque primero y luego me fueron a dejar a mi. Tras despedirme de Ángel y de Adrían me adentre a mi hogar. Y creanme...Hubiese aceptado la propuesta de quedarme con Raquel en su casa.
...
Entré a mi casa y sentía una presencia. Así como cuando sabes que alguien viene como por instinto, bueno así no, peor.
-Señorita Andrade.- Me quedé estática en mi lugar. Su voz sonó tan calmada que enseguida supe que el tipo tenía todo bajo control.
Todo me subió y me bajo. Me entraron unas ganas de llorar y de salir corriendo pero el orgullo que tengo es gigantesco y no pensaba que ese cabrón me viera débil. Respire como cuando entro en pánico.
Fui hacia el encendedor de luz dándome tiempo de tranquilizarme. Cuando la encendí me volteé hacia el hombre. Habían dos hombres más, por supuesto. El único que vestía traje era el hombre que estaba sentado en el sofá, en el que normalmente yo leía, cruzado de piernas, él que me habló y él que seguro escribió la nota. Los otros hombres que parecían luchadores, estaban atrás de él con las manos agarradas enfrente de su cuerpo.
-Creo que es de mala educación irrumpir en una propiedad ajena señor.- Dije en mi tono más calmado y sarcástico. Si no iba a llorar por lo menos tomaría esto con un poco de humor.
-Disculpe entonces, pero entenderá que tengo razones para hacerlo.- Lo miré intrigada y rápidamente tomé asiento en el otro mueble individual que estaba enfrente de él. Había algo en su mirada que me intrigaba. Cómo me miraba. Era extraño.- Me dicen Abelardo, así me dirás.- Decía con una abrumadora seguridad.- Siéntete... Afortunada de mi presencia.- Gesticulaba mientras se sacaba algo de detrás de la solapa de su traje. Un tabaco, ¡Dios, pensé que me iba a disparar joder!.- No hago visitas de este tipo a cualquiera señorita Andrade.- Encendió en tabaco y enseguida boto el humo de su boca.- Te preguntarás qué clase de visita ¿no?.- Asentí mirándolo fijamente. Algo que aborrecía era el olor a tabaco, y no era para menos en ese momento.- tú padre me debía mucho querida, perdón.- Se rió recordando.- Me debe.- ¿Mi padre? Me quedé, ahora si me quedé.
-Disculpa mi ignorancia al tema, pero ciertamente no sé quién es mi padre... Abelardo.- Dije haciendo énfasis en su sobrenombre.- Y no creo que ese hombre sea mi problema. No entiendo por qué tendría que pagar pagar por él.- La confusión se adueñó de mi cuando el hombre comenzó a reír con unas ganas exageradas.
- Querida ese hombre es tu problema.- Me apunto con el tabaco entre sus dedos indice y el de en medio.- Desde que apareció muerto en tu casa.- Y lo entendí enseguida. - Ahora... Tú.- Me volvió a apuntar.- Vendrás conmigo.- Lo miré con unas ganas tan grandes de golpearlos que me dió dolor de cabeza. Sabía que no estaba jugando. Las armas que tenías sus gorilas enfundadas en las hombreras que cargaban no eran para jugar y por un momento sabía que no tenía opción, que no podía negarme y que si lo hacía o me mataban y me tiraban en la puerta de la casa de mi tía o me llevaban a la fuerza sin pero que valga.