Más allá de tus ojos

CAPÍTULO 9: Descubriendo otro mundo

CAPÍTULO 9

DESCUBRIENDO OTRO MUNDO

 

La ayudó a sentarse en el césped amarronado, con su espalda contra el árbol caído. Todo se había detenido, volviendo a la normalidad. En ese instante recordó el acontecimiento pasado en el parque, supo que esa vez no había sido un simple desmayo, sino algo provocado por alguien, algo peor.

Las ansias que anteriormente la habían llenado, se convirtieron en incredulidad, pudo imaginarse muchas cosas pero nada similar a lo que acababa de ver. Era mucho más que lo que su mente le permitía vislumbrar, sobre todo su nueva identidad.

Tal vez en otro momento habría pensado que era un sueño de cualquier humano vuelto realidad, pero no lo percibía así en ese momento. No se sentía poderosa, importante, especial ni mucho menos mágica. De repente la incertidumbre se transformó en temor.

— ¿Soy un monstruo? — murmuró con los ojos como platos

— No Helen, por supuesto que no ¿Cómo puedes decir eso?

— Las brujas… son… feas y malignas… y… locas… ¿voy a enloquecer?

— No, por supuesto que no. Bueno, no todas — Ella lo escrutó con la mirada — Lo que quiero decir es que así como existe el bien y el mal, también está la magia blanca y negra. La blanca es la más pura, la que nosotros poseemos, como un obsequio divino, un don. No es utilizada para fines malignos. La naturaleza posee un equilibrio con el que no es beneficioso jugar. En cambio, los oscuros la desafían constantemente, están preparados para ir más allá de los cuatro elementos. Utilizan un quinto.

— ¿Un quinto elemento?

— Sí, el más peligroso y poderoso. Nuestras fuerzas y energías son inmensas pero limitadas; en cambio quien conoce y sabe comandar el quinto elemento, utiliza fuerzas más allá de la naturaleza.

— ¿Por qué alguien querría hacer eso?

— Por sed de poder y venganza. Otórgale una pizca de poder a un ser humano y se creerá el dueño del universo – emitió William reflexivo— Imagínate si conoce su gran potencial. Destruirá todo lo que se cruce en su camino, su sed aumentaría y nada podría detenerlo. Siempre necesitaría más. Querrá todo aquello que no tiene, nunca sería suficiente y a medida que sus poderes crecen al igual que el conocimiento de que puede conseguir todo lo que se propone, y de que lo que conoce es escaso en comparación a la infinidad del universo; también crecerá su disconformidad. Nunca estará satisfecho hasta acabar destruyendo todo.

— Pero no todos los seres humanos tienen magia.

— Por suerte no, de otro modo el mundo sería un caos.

— ¿Es parte del equilibrio?

— Así es. Cada persona tiene un talento, un don; que es el propósito para el que fue creada. ¿Qué sería del mundo si solo existieran médicos? ¿Sería concebible un mundo sin el arte? Por otro lado, ¿cómo podrían haber profesionales sin maestros? Sería como pretender que hayan hijos sin progenitores.

— ¿Entonces soy inofensiva?

— Por el momento sí. Todo brujo tiene que conocer el alcance de sus poderes, saber manejarlos. Una vez que conozca lo que es capaz de hacer podrá decidir qué camino tomar. Por eso tiene que estudiar, instruirse y se convertirá en Mago.

— ¿Entonces se estudia para ser Mago?

— En la mayoría de los casos.

— ¿Antes se es brujo?

— Así es. Nacemos brujos. Un Mago es alguien entrenado, que posee ciertos conocimientos y dominio de sus poderes.

Helen permaneció pensativa, William se acuclilló para quedar a su altura y apartó un mechón del rostro de la joven.

— Estoy seguro que serás excelente. Yo te voy a ayudar, no hay nada de que temer.

— ¿Y qué pasará ahora?

— Por el momento comenzará tu entrenamiento.

Se paró y la ayudó a ponerse de pie. Mantuvo el silencio, permitiendo que ella analizara lo sucedido; suficientemente aturdida estaría como para conversar. Caminaron hasta el automóvil de esa forma. Helen casi no sintió el camino, la briza fresca parecía aclarar sus ideas y despejarla.

Luego de un largo recorrido por las estrepitosas calles, William se detuvo. Helen no se había percatado que ya se encontraban en Manhattan hasta ese momento.

— Tienes que comer algo — afirmó él y ella observó a través de la ventanilla; para ese momento el hombre ya se encontraba a su lado abriéndole la puerta. Lo miró confundida, todo pasaba muy rápido y su cabeza iba demasiado lenta.

 

La ayudó a bajar y entraron. Era un restaurante bastante señorial pero la hora del día le brindaba algo de informalidad. Hombres y mujeres vestidos con uniformes de oficina estaban distribuidos por todo el recinto, y algunos con sus laptops sobre la mesa.

William había reservado una mesa en el lugar más tranquilo, lleno de ventanas que ofrecían una hermosa vista urbana, enmarcada por prolijas y delicadas enredaderas.




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