¡He estado esperando este día durante dos meses! Desde el momento en que llegué a la gran ciudad y comencé a trabajar aquí. Quería ganar algo de dinero para el inicio, mientras estudiaba. No soy de las que se quedan dependiendo de los padres. Ellos ya trabajan día y noche para darnos lo mejor a mi hermana y a mí.
No, no somos ricos. Nos consideraría comunes y corrientes. Mi mamá es profesora, mi papá trabaja en una fábrica y mi hermana todavía está en la escuela.
A mis padres les costó mucho dejarme ir. Estaban acostumbrados a tenerme cerca, pero yo tenía otros planes.
La gran ciudad, la mejor universidad, a la que ingresé por mí misma, y en unos años el trabajo soñado. Todo está planificado paso a paso, y estoy segura de que así será. Quiero alcanzar grandes metas para ayudar económicamente a mis padres y que por fin puedan descansar.
Salgo del apartamento una hora antes del inicio de la clase. Simplemente no puedo quedarme en casa, y el tiempo parece pasar muy lentamente. Por eso decido salir a caminar y respirar el aire fresco de la mañana.
El clima también es agradable hoy. Todo va acorde a mi buen ánimo. Camino feliz hacia la universidad y ya me imagino conociendo a mis compañeros de clase.
En un momento, un caro automóvil deportivo de color negro pasa a toda velocidad junto a mí. Solo había visto algo así en internet. Da miedo imaginar cuánto debe costar. Parece una pantera. Igual de depredador.
Miro con interés cómo el automóvil se detiene junto a la entrada principal, justo donde está prohibido parar y estacionar. Pero eso no parece importarle al conductor. Él baja del coche y yo me quedo ahí parada, por alguna razón. Simplemente, el chico resulta muy interesante.
Todo de negro. La capucha de su sudadera le cubre el rostro. Jeans oscuros y zapatillas del mismo color.
Parece que este chico rico es un tipo de no hace concesiones. ¿Por qué tanto negro en su vestuario?
Cuando el chico entra en el edificio, siento como si volviera a la vida. No entiendo del todo por qué tengo esta reacción ante un desconocido. No tengo intenciones de enamorarme en los próximos cinco años. Mis estudios son lo primero. Si puedo combinarlo, quiero seguir trabajando.
¡Así que nada de chicos! Ni siquiera los guapos y ricos. Aunque dudo que un tipo así me mire. Chicas sencillas como yo no son de su tipo.
En el corredor de la universidad está tranquilo y en calma. Parece que soy la primera en llegar. Aunque no, la segunda. En algún lugar está también ese chico de negro.
Me gusta pasear por los largos pasillos, respirar el aire lleno de historia de este edificio, e imaginar cómo andaré por aquí durante varios años, absorbiendo nuevos conocimientos.
Soñando despierta, no noto a alguien que viene del otro lado del pasillo, y chocamos.
– ¡Oh, lo siento! – los papeles que el desconocido llevaba en las manos se esparcen por el suelo, y me siento muy apenada. Me agacho para ayudarle a recoger todo y solo entonces me doy cuenta de que es el mismo chico vestido de negro. – ¡Aquí tienes!
Le entrego los papeles que logré recolectar y me quedo inmóvil, mirando sus increíblemente bellos ojos azules. Nunca había visto unos así. El chico no parece impresionado por mi belleza, así que me arranca rápidamente los papeles de las manos. Se levanta, se coloca de nuevo la capucha que se le había caído y se va sin mirar atrás.
– Qué raro – murmuro para mí misma, y por alguna razón recuerdo sus ojos. Me pregunto por qué esconde tal belleza.
Después de acomodarme, encuentro mi aula y no me sorprende que aún no haya nadie allí. Parece que soy la única obsesionada con los estudios.
– ¡Hola! – escucho una voz femenina desconocida a mis espaldas y, al darme vuelta, veo a una chica bastante simpática con un corte de cabello corto y ojos verdes. – Pensé que sería la primera.
– ¡Hola! – sonrío. – ¿Tú tampoco puedes esperar a que empiece la clase?
– No, – se ríe. – Mi papá me trajo temprano porque tenía prisa para ir al trabajo. No me gusta estudiar. Pero a ti parece que sí. ¿Verdad?
– Me encanta, – asiento. – ¿Parezco una loca, verdad?
– Bueno… – la chica se queda pensativa. – Eres interesante. Por cierto, me llamo Katia.
– Y yo Soy Salomía, – digo. – ¿Nos conocemos?
– Claro que sí, – asiente.
Katia se sienta a mi lado, y en un minuto otros estudiantes comienzan a unirse. Algunos se nos acercan para presentarse, pero otros ya empiezan a comportarse con soberbia.
– Ella es Vika Borísova, – me susurra Katia al oído. – Su padre es empresario. La conozco.
Miro a esta Vika con su largo cabello rubio, figura esbelta y cara de muñeca, y entiendo que no seremos amigas. No es por su arrogancia. Simplemente no me gustan las personas que se creen superiores a los demás.
– ¡Hola, chicas! – dos chicos se nos acercan, y me olvido de Vika de inmediato. Les miro y sonrío.
– Soy Artém, – se presenta el moreno con ojos marrones.
– Y yo soy Dima, – añade el rubio.
Katia los observa con interés y les estrecha la mano a cada uno. Yo hago lo mismo, pero solo porque no quiero parecer antisocial. Que no busque una relación no significa que no quiera hacer amigos.
– ¿Qué van a hacer después de clase? ¿Vamos a un café? – pregunta Artém, y por alguna razón me mira directamente a mí.
— ¡Se puede! — exclama Katia. — ¡Justo hoy tengo algo de tiempo libre! ¿Qué dices, Solia?
— Bueno, está bien, — decido aceptar. No creo que pase nada malo si paso un rato con mis compañeros de clase.
— ¡Genial! — Artem sonríe y, junto con su amigo, regresa a las filas traseras.
Ahora, el aula está prácticamente llena y rápidamente se ha convertido en un verdadero avispero. Yo sigo con la mirada a Vika de reojo, quien habla demasiado alto sobre sus vacaciones en Maldivas, claramente de manera intencionada. Para que personas como yo escuchen y envidien su vida.
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Editado: 18.08.2024