3 CAPITULO
Es de mañana y el fuerte reflejo del sol está pegando justo en mi cama, pero tengo tanto sueño que continuo durmiendo.
Y es que Susi duerme tan mal, que siento que ha pasado un tren por encima de mi cuerpo.
Al instante escucho una "melodiosa voz" que hace eco en toda la casa.
—¡LIVIA! despierta que son las 8:00 am y llegarás tarde, no seas perezosa -grita mi madre, tan fuerte que creo que despertara a todo el vecindario-. bañate rápido y baja a desayunar.
Susi al escuchar a mi madre decir la hora, se levanta tan rápido que creo que estoy viendo al rayo macqueen, pero aún así cierro mis ojos nuevamente.
—Livia despierta, llegaremos tarde a la clase de francés, ¡Levántate por favor! no quiero que la profesora se aproveche que somos las últimas en llegar para hacernos preguntas.
—Tranquila -digo mientras abro mis ojos lentamente-. llegaremos temprano confía en mí.
—No puedo confiar en ti cuando sabes que se nos hace tarde y sigues durmiendo -me refuta preocupada-¡Apresúrate caray! estoy que me cago de los nervios.
—No lo puedo creer, tantas veces durmiendo en casa, conociendo a mi madre y aún así caes en estás cosas.
—No se de qué hablas, pero vámonos ¡ya!
Lanzo un grito fuertemente, -¡madre eres la mejor!, —digo mientas le doy una mirada a Susi directa a mi celular—. tómalo y dime qué hora es?
—No puede ser son las 6:00 de la mañana, con razón tengo tanto sueño —expresa totalmente sorprendida pero con ganas de reírse—.tu mamá es una excelente actriz, me lo he creído todo, sin dudar un segundo...
—Ves lo que te digo, eres lenta para captar las situaciones.
—No es verdad y ya cállate —me responde entre risas.
Me he arreglado lo más rápido posible, he elegido un pantalón de Jean ancho acompañado de una blusa roja, siguiendo el consejo que dio el programa "Fashion Week" sobre el color que estará en tendencia para las chicas de piel morena, he puesto un turbante de estampados rojos para cubrir mi abundante cabello rizado el cual es una bomba de tiempo cuando está completamente seco, y por último sello mi oufit con unos tenis blancos.
—Livia, ¿crees que me queda bien esta ropa? — me pregunta Susi eligiendo entre mi closet que ponerse — Si, ¡te queda espectacular! yo te doy un diez.
—¡Gracias! tu también te ves hermosa, ok, me quedaré con está falda blanca y la combinare con la blusa negra y tus botas de cuero, aunque me quedan un poco pequeñas.
—Buena elección, Rubén va a morir cuando te vea
—Es lo que se quiere, tu también vas a dejar a más de uno muerto, ¡nos vemos apoteósicas!..
Acabando de arreglarnos, bajamos inmediatamente a desayunar, todos parecen disfrutar el desayuno a excepción de Lucas, que está tan preocupado por impresionar en su primer día de ingreso a la universidad que se le ha quitado el apetito.
—Hijo deja de estar mirándote en el espejo y ven a comer — le grita mi madre desde la cocina—. se te va a hacer tarde.
—Un momento madre —le responde mientras mira su apariencia con orgullo.
A diferencia mía, Lucas, tiene muchas pretendientes tanto en la iglesia como fuera de ella y no es precisamente porque sea lindo, pero tiene algo mucho más impresionante que el físico y es su autoestima, que incluso me atrevo a decir que es más alta que la torre Eiffel y eso ya es mucho.
—Familia, ¿como me quedan estás gafas? —pregunto Lucas mientras estábamos desayunando.
Todos nos miramos unos a otros, incluso Susi me mira sorprendida por lo mucho que cree en el.
—Te quedan bien, -respondemos todos en orden mientras comemos.
aunque en realidad sepamos que le quedan horribles. pero es que lo conocemos tanto que sabemos que aunque le digamos la verdad de igual manera se las quedara.
—Si creyeras en tu potencial como lo hace tu hermano seguramente estuvieras en las mejores pasarelas de París, con miles de pretendientes detrás tuyo —. me susurra Susi mientras lo mira tomarse selfies con sus gafas.
—Si, creo que tienes razón, el cree de una manera abismal en su potencial y yo estoy por perder las esperanzas que por lo menos lo tengo.
Todos se han marchado a sus respectivas obligaciones laborales y aún estamos nosotras esperándolo, porque sigue cambiándose de ropa una y otra vez, así que decido irme con Susi y dejar que se vaya solo, porque si de el dependiera nuestra llegada, seguramente no sería hoy.
—No te esperaremos más, vamos a llegar tarde por culpa tuya.
—Solo 5 minutos, voy a cambiarme está camisa, porque viéndolo bien no me gusta mucho.
—¡Ni un minuto más¡, te veo en la universidad, brilla en tu día hermano —le digo mientras agarro a Susi-. Vámonos.
—Livia, espérame, —lo escucho gritar mientras cierro la puerta lista para recibir la cálida brisa de la mañana.
Mientras estoy acomodando mis libretas, pasa el autobús tan rápido que solo podemos correr a la siguiente estación que está en la segunda cuadra para tomarlo, porque ese es el único que nos deja cerca de la universidad.
Al subir al autobús nos damos cuenta que no hay una sola silla disponible y solo puedo resignarme, a causa de no llegar tarde hemos subido sin siquiera mirar en la estación si vendría otro con la misma ruta.
Susi se ve tan cansada que siento pena por ella, porque hace tanta calor y ya llevamos mucho tiempo de pie.
—Creo que voy a morir sosteniendo los barrotes de este autobús, me duelen mucho las piernas.
—No exageres, no falta casi nada para llegar.
Digo eso para que aguante está odisea, pero también quisiera quejarme una y otra ves. Me duelen mucho las piernas después de correr las cuadras para alcanzar el transporte.
A el fondo veo que se levanta un señor y miro la silla como el manjar más exquisito para mí débil cuerpo, pero al instante se acerca una señora de aproximadamente cuarenta años, lista para tomarla y aunque estoy cansada mis padres me han enseñado desde que tengo uso de razón que primero son las personas mayores.