Más que una simple humana

Capítulo IV

Por el otro lado, la oscura parte de su vida que mantenía en la penumbra del anonimato, aquella que le ayudaba a subsistir y a cubrir los gastos de la casa y demás cosas que la beca no alcanzaba a pagar, trabajando en la negrura de la noche, por la cual tenía esas pronunciadas ojeras que en ella no se veían mal; le alegraba que su padre fuera militar y antes de morir le enseñara las cosas que había aprendido para realizar esos trabajos.

Se había dicho la primera vez en que ejerció el título de “asesina a sueldo” que no era algo tan malo, después de todo, a las que personas que le mandaban a asesinar eran políticos corruptos, relacionados con la trata de bancas y pedófilos, la escoria de la sociedad, no es como si ella no trabajara para alguien igual pero hasta donde sabía solo se dedicaba al tráfico de armas y drogas (cada quien elegía matarse a su manera, decía) además le pagaba bien y era por temporadas…

Era dos cosas distintas la una de la otra, dos cosas que podía equilibrar lo mejor que podía, tratando de no descuidar demasiado la primera, pues esta era la que más le importaba ya que tenía que cazar por semanas incluso a los tipos malos sin lograr dormir al día sus ocho horas reglamentarias, alcanzando apenas tres horas de sueño, pero no le importaba, todo era por un bien mayor y le satisfacía realizar esas acciones sin tener miedo de las repercusiones futuras, de todas formas a los violadores y asesinos que se encargaba de aniquilar no solían poner mucho empeño en esos casos, solo cuando se trataba de algún empresario o político importante.

Se detuvo a comprar algunas cosas en el supermercado tardando más de lo acostumbrado eligiendo las cosas de mayor calidad y bastantes para no salir a comprar más suministros hasta la próxima semana, ya que al salir la noche empezaba a caer, se dirigió a un pequeño parque donde pudo admirar el hermoso atardecer donde los colores naranjos, rojizos e inclusos rosados se apreciaban en los filamentosos cirros, encontró una banca donde pudo sentarse a observar con mayor detalle ese hermoso espectáculo de colores en las nubes hechas de cristales de hielo, el frío se presentaba por esa misma particularidad en el firmamento, cuando el Sol por fin se ocultó en el horizonte se levantó, con ello todas sus preocupaciones volvieron. 
Se encaminó con rapidez a su hogar, recordando que tenía un Dios Nórdico alojado en su pequeña casa que seguramente ya habría destruido todo ante su tardanza o se estaría muriendo de hambre, de lo cual dudaba mucho lo último, no sabía por qué razón lo había ayudado ni mucho menos el por qué se preocupaba por él si se notaba a leguas era un arrogante, malhumorado y molesto, quería creer que se lo atribuía al hecho de que tal vez y solo tal vez era un psicópata y le gustaba su vida a pesar de todo lo malo, sí, seguramente por eso se atrevería a “cuidar” de él.

― ¡Ya llegué! ―anunció abriendo la puerta con dificultad pues traía bastantes bolsas de mandado en ambas manos

―Hasta que por fin llegas, mortal―se quejó el pelinegro sentado el sillón con el control remoto en la mano, virando el rostro para observarla―me estoy muriendo de hambre―

―Sí, estoy bien, gracias por preguntar―se dijo a sí misma dando un par de pasos dentro y cerrando la puerta con un pie―veo que ya sabes cómo usar el control―caminando a la cocina y dejando las cosas en la mesa―al menos todo está en orden―murmuró para si

―Ese aparatito extraño es aburrido, pasé horas buscando algo que ver y hace un par de horas encontré un…―la otra interrumpió sus palabras, frunció el ceño

―Un documental sobre el origen del universo, genial―se sentó en el sillón a su lado mirando la pantalla fijamente

―No me gusta que me interrumpan―cruzando los brazos la miró de reojo notando cierto brillo en sus ojos― “extraño” ―pensó, el solía ser muy observador en Asgard y ahora no sería la excepción más estando en ese extraño sitio

―Cállate―expresó sin apartar la mirada del televisor, hizo una mueca―maldición, debí llegar antes, ya terminó―se quejó hablando consigo misma, después suspiró

―Eres extraña, mortal―notó que le arrebataba el control pero no se quejó, apagando la televisión―tengo hambre, prepara algo de comer―ordenó demandante

―En primera, no me digas mortal si no quieres que te diga cuernitos, ―señalando su vestimenta en el sillón―me llamo Annie o puedes decirme An―se volteó para mirarlo―en segundo lugar, lo haré cuando quiera, ésta es mi casa y si no te parece, puedes irte ahora mismo, la puerta está ahí―señaló con una mano, levantándose para ir a la cocina por  un vaso de agua

― ¿Cuernitos? ―negó con la cabeza― ¿Acaso me estas amenazando? ¡Soy un dios! ―siguiendo cada acción de la castaña con la mirada―te convertiría en una mosca si quisiera, si tuviera mis poderes…―

―Pero no los tienes, así que para mí eres un simple desquiciado, o sigues las reglas de la casa o te largas, te advierto que en la calle vivirás como pordiosero, no tendrás ni en que caerte muerto, si no tienes dinero no podrás sobrevivir, en este mundo el que no tiene con qué moverse es hombre muerto… aquí tienes un techo que te resguarde del frío, un sillón, comida, ¿Y no puedes simplemente seguir dos reglas? ―dijo todo aquello con bastante molestia, tomó de nuevo el vaso y bebió el resto de agua de un trago―demonios, me hiciste hablar como mi madrastra―




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