Cuando despertó, no había ni rastro de Loki, cosa que no le sorprendió mucho, más no evitó la pequeña punzada de decepción. Se puso de pie y miró alrededor, caminó hasta el ventanal de habitación, observando hacia afuera el cielo y las calles, todo fluyendo, sonrió con amargura, todo dentro de ella, todos esos sentimientos y emociones intentando desbordarse en forma de lágrimas que evitó con todo el autocontrol que pudo reunir. Apretó las manos en formas de puños lastimándose las palmas de sus manos y mordió su labio con la suficiente fuerza como para hacerlo sangrar, el sabor metálico supo bien, lamió la herida, cerró los ojos un momento, inhalando y exhalando hasta que su respiración errática volvió a una tranquila, al abrir los ojos, observó el horizonte, la frialdad de su mirada, la apatía de su rostro, no auguraban nada bueno.
Comenzó así su cambio, tomó una ducha larga, se tomó su tiempo para secarse el cuerpo y el cabello y con la bata semi abierta, procedió a ponerse la ropa, un vestido strapples bicolor, la parte inferior de color negro, la superior de color carne con algo de brillo, se colocó unas zapatillas de tacón mediano del mismo color, se peinó el cabello, se puso unos aretes pequeños de esmeralda y una larga gargantilla de plata con un corazón bastante amplio que se abría, se pintó los labios de un rojo intenso, se puso sombra en los parpados, se enchinó las pestañas, un poco de rubor en las mejillas y se miró al espejo, sonriendo al reflejo sin felicidad.
―Hoy… la venganza se cumplirá, Jim, eso traerá paz a mi alma―habló suavemente para sí misma, un poco de dulzura en su voz―por fin descansaremos.
Se dio media vuelta, fue a la maleta que había quedado abierta y olvidada para tomar una bolsa de mano color crema, la abrió y metió un par de labiales que obtuvo de la misma maleta, incluyendo otras cosas de maquillaje, cualquiera pensaría que eran solo eso, pero ella sabía que eran mucho más, nadie sospecharía de unos simple cosméticos, pero por sí acaso, amarró a su pierna una jeringa lista con la misma “droga” que llevaba en sus cosméticos.
Salió de la habitación, no sin olvidar la invitación que Black robara de quién-sabe-quién para que ella pudiera asistir, no le importaba, ella tenía una misión que cumplir, una venganza que concretar. Una vez abajo, subió a la limusina que el pelirrubio había contratado para ella, el lugar donde iría estaba, a lo sumo, a unos diez minutos de distancia. Le abrieron la puerta para bajar, caminó elegantemente hasta donde se encontraba el recepcionista para revisar su invitación y que todo estuviera en orden. Black le había pagado una buena suma para no pedir una identificación dactilar, dejándola entrar sin ningún problema. Deseándole una buena noche, ella le sonrió coqueta y entró.
El lugar estaba plagado de personas, percibía sin problemas el aroma a perfumes caros, las joyas de oro y plata relucían en las damas y en los anillos de los varones, observó alrededor mientras tomaba una copa que le fue ofrecida, localizando a su presa entre la multitud de gente sin demasiado esfuerzo, estaba alrededor de varias jóvenes (comparadas con él) y caminó cerca para dirigirse a la barra, meneando la cadera de forma sugestiva, varias miradas se posaron en ella, puesto que llamaba mucho la atención, eso le hizo sentir orgullosa de sí misma y agradeció a Loki la “nueva apariencia”, pronto la mirada de Alexander Kurkov se posó sobre ella como la de un lobo hambriento ante semejante belleza, bajando hasta su pronunciado escote. Justo lo que ella quería.
Se sentó casualmente y cruzó las piernas, el vestido se alzó un poco, el hombre no tardó en dejar a las otras mujeres para caminar directo hacia ella, quien fingió no mirarlo, terminando su bebida y pidiendo otra.
Alexander Kurkov era un hombre de negocios, su empresa se basaba en la producción de nuevas energías, de hecho, se planeaba que esta noche, si Anthony Stark se presentaba, se reunieran para firmar un contrato. Por fuera era un hombre intachable, nadie pensaría que se trataba de un traficante de armas, adicto a la coca, con un historial delictivo basado en la violencia física y sexual, las demandas nunca habían llegado a los juzgados y fácilmente se borraban de su expediente, el dinero siempre arreglaba las cosas o solo bastaba con amedrentar a la víctima que terminaría aceptando el dinero más por temor que por verdadero interés.
Annie odiaba los violadores, dio un sorbo a la bebida, le haría un favor al mundo al deshacerse de un imbécil como él, el negocio de Black le importaba un reverendo cacahuate. El hombre se sentó a su lado, llamando su atención con un carraspeo.
―Hola preciosa, agradable el ambiente ¿no crees?
―Hola, señor Kurkov, sí, creo que es muy agradable―respondió apenas ladeando la cabeza para verle, con cierto desdén, se haría la difícil un poco, así sería más divertido el juego
―Dime Alexander, querida, no te había visto antes por aquí―reflexionó con una sonrisa
―Por supuesto que no ¿cómo podría reconocerme en medio de tantos rostros? ―contradijo sutilmente, finalmente dignándose a voltearse y mirarlo
―Nunca olvidaría una mujer tan hermosa como tú, estoy seguro de eso―le hizo saber, convencido
―En ese caso, no veo por qué no me había visto―respondió suavemente, el otro se relamió los labios, cosa que le provocó mucho asco, más no lo hizo notar
―Tienes toda la razón ¿estás sola, guapa? ¿o vienes acompañada?
―Vengo sola, señor… Alexander―se corrigió, con una sonrisa de fingido nerviosismo
―Oh preciosa, no te pongas nerviosa, no muerdo… a menos que te guste así―le guiñó un ojo, si bien el hombre es bastante atractivo, resultaba repulsivo la forma en que decía y hacía las cosas
―Alexander, me sonrojas con sus palabras…
― ¡Kurkov! ―una voz alegre resonó y ambos voltearon a mirar a su dueño, la joven se sorprendió mucho de ver en vivo y a todo color a Anthony Edward Stark―ya estás cazando a esta dulce señorita, ¿no es así?