Máscaras, mentiras y secretos

Parte 6

— Mejor me quedo aquí, allá nadie me quiere ni me necesita — meditó Linh.

— ¿Y tu madre? La vi destrozada mientras dirigía tu búsqueda.

— Sra. Hue... ¿Y si lo que recuerdo es verdad? Ella estará mejor sin mí, la trataba horriblemente, era una testaruda, no le hacía caso, si ella decía blanco, yo negro.

— Una madre siempre ama a sus hijos.

— No quiero recordar, tengo miedo.

— No desperdicies tu vida como yo, debí seguir con mi trabajo, no huir, si le hubiera hecho frente a mi enemigo, Xuan no hubiera tenido que vivir siempre con mis paranoias, y mis miedos ¿Qué logre con eso? Nada, mi destino me alcanzó, no cometas el mismo error.

— Yo era una basura, desde los 12 siempre me veo enojada, enfrentándome a mamá, ella está mejor sin mí — insistió la joven.

— Eso es mentira y lo sabes, debes buscarla.

— ¿Usted me echará de su casa?

— Jamás haría algo así, te siento como una hija, por eso te pido que pienses bien las cosas. Desde hace meses tu madre no aparece, dicen que está mal de salud, que la tristeza la está matando.

— ¿Y si recobró mis recuerdos, y vuelvo a ser esa tipa grosera? No quiero.

— No lo creo, tu corazón es bueno, algo debe haber pasado para que te comportarás así, pero no eras tú, solo era un ser que creaste. Vi como tratabas a tu madre antes de esa edad, eras una bella jovencita por dentro y por fuera. Así como creaste esa máscara, puedes destruirla cuando quieras. Leí que ibas con tu tío en un yate cuando caíste al agua durante una tormenta ¿Te acuerdas de eso?

— No, si trato de hacer memoria, siento un escalofrió, ahora con solo subir a un barco me da miedo.

— Debe ser normal, estuviste a punto de morir — la dio un beso en la frente — piénsalo, acá siempre tendrás tu lugar con nosotras. Me gustaría que mi hija mayor hubiera sido como tú.

— Gracias por todo Sra. Hue.

En ese momento un grupo de hombres armados las rodeó.

— Aléjese de la señorita — gritó el que parecía comandar al grupo.

— ¿Qué pasa? — la mujer mayor se levantó molesta.

— Sabemos que usted la tiene secuestrada, levante las manos.

Linh, o mejor dicho Mía vio todo con asombro, cayó de rodillas a punto de desmayarse, era como si viera una imagen distorsionada en un televisor, cuando volvió a abrir los ojos su mirada era distinta.

— Suéltenla, que se han creído, cretinos de mierda — al ver que los comandos no le hacían caso, y le estaba colocando las esposas a la Sra. Hue, su furia se desató, se acercó al Sargento, lo tomó desprevenido del brazo, y se lo dobló con todas sus fuerzas.

— Si no sueltan a la señora se lo romperé — apretó un poco más — suéltenla ahora.

— Espere, señorita, usted no sabe que está haciendo, la estamos rescatando.

— No pueden tratar así a quien es como mi madre.

— Tranquila, debe estar sufriendo el Síndrome de Estocolmo.

— Deje de dárselas de psicólogo conmigo, suéltenla YA.

Al final las tres mujeres fueron llevadas a la Embajada, sin esposas, allí le tomaron las huellas a la joven occidental, que fueron corroboradas inmediatamente.

— Esta pareja de turistas — explicó el embajador, apuntando a los que habían preguntado por la joven en el local de comida — nos avisaron que la había visto y que cuando la reconocieron la encerraron en la cocina, la dueña inventó una burda mentira para justificar su presencia allí. Desde entonces estamos investigándolas, vigilándolas, y cuando verificamos por fotografías que era usted decidimos rescatarla.

— Nunca me han tenido contra mi voluntad, ellas me ayudaron.

— No debe temer nada, nosotros vimos que no la dejaron salir a servir las mesas, la reemplazo esta tipa. Somos sus salvadores, ahora el millón de dólares que ofrece su madre será nuestro — dijo uno de los turistas.

Mía, ya hastiada por la actitud de los tipos, decidió contraatacar.

— No es eso lo que recuerdo — todos la miraron curiosos.

— Ustedes me pidieron que les llevara donde hubiera "niñas" de menos de 6 años, me explicaron que estaban en busca de menores de edad, y que pagarían bien, cuando les dijimos que nuestro local no era de esos, nos insultaron y se fueron amenazando vengarse.

Todos quedaron como estatuas, menos los extranjeros acusados de pedofilia, estaban entre rojo, blanco y verde.

— Eso no es verdad, jamás dijimos eso... si quieren investíguenos, no tenemos nada que ocultar.

— Tal vez escuche mal, así como ustedes pensaron que estaba apresada contra mi voluntad por estas amables personas, pero no fue así.

— Dijimos la verdad — estaban seguros que serían llamados a las televisoras como los salvadores de la joven, si cambiaban su versión nadie les pagaría por oír su relato.

En ese momento la secretaria del embajador entró al cuarto.

— Señorita, venga por acá por favor, hay una video llamada para usted, es su madre.

— Sra. Hue, Xuan ¿Por favor pueden acompañarme? Estoy nerviosa.

— Ellas están arrestadas — objetó el sargento del grupo que la encontró.

— No sea ridículo, insisto señor embajador, ellas son inocentes de los cargos que le imputan. Además solo irán conmigo al cuarto del lado, no se esfumarán, que exagerados.

Sin esperar que nadie dijera nada más, tomó a las otras mujeres de la mano y salió, en el cuarto del lado había una pantalla de 50 pulgadas, con la imagen de una mujer con ojeras, avejentada, con una dulce sonrisa, que se volvió en enojo cuando vio a la mujer mayor y a la joven asiática.

— ¡¡Qué hacen esas delincuentes cerca de mi niña!! Llévenselas, aléjenlas de mi hija. Deben pasar toda su vida en la cárcel, yo me encargare que sea así.

— Espere señora — Mía la miraba, pero no sentía nada por ella, era solo una desconocida — Xuan y su madre me ha cuidado desde que llegue con ellas, me dieron casa y comida. Han sido muy buenas conmigo.



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En el texto hay: mentiras, traicion, secretos

Editado: 03.05.2021

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