Eric y Sam me ayudaron a subir todo mi armamento de guerra a la azotea. El enemigo iba a tener una fiesta de té en el jardín de su casa e íbamos a apuntar el cañón con bolas de lodo hacia su cara. Excelente idea, ¿no?
Una por una, las demás niñas del vecindario llegaron a la casa de la llorona de Suhail.
—¿También le vamos a disparar a mi hermana? —preguntó Sam, preocupado.
—Sobre todo a tu hermana —dije, señalándola—. Mírala, es la que se ve más animada.
Estaba molesto.
Sam se encogió de hombros:
—Okey.
Eric y Sam son mis amigos desde preescolar, de modo que, para entonces, nuestra unión ya era sólida.
—Suhail es bonita —dijo Eric con cara de bobo.
«¡¿Qué?!» Sí, Eric era el más precoz de los tres.
—¡Es una niña! —me quejé.
—Nos tienen que gustar las niñas —se defendió él.
Bla, bla, bla...
—¡A mí no! —aseguré—. Cuando sea grande seré estrella de rock, no noviecito de niñas.
—¡Pues yo seré Tortuga Ninja! —anunció Eric, dando patadas al aire. Fingí recibir una y caí al suelo de forma dramática.
Aún recuerdo esa época, realmente confiábamos en ser lo que dijimos. Inocencia de niños.
—¡Cállense, nos van a mirar! —advirtió Sam a los dos.
El ruido había hecho que Suhail se volviera hacia mi azotea, pero estaba casi seguro de que no había visto que me encontraba cerca.