Sonreí.
Lo había logrado. El salvaje estaba mirando mi fiesta desde su azotea, seguro lamentando no haber sido invitado.
Suhail: 1 - Max: 0.
Me giré hacia las demás princesas y les serví más té y galletas. En general todo iba bien hasta que un proyectil de lodo aterrizó en mi cara, y después uno en la cara de Ana, y después uno en la cara de Clara, y así... De un momento a otro, mis invitadas comenzaron a llorar y huyeron de mi casa. ¡Huyeron de mí! Qué desastre. Después, frustrada, también me puse a llorar. Iba a ser la niña más odiada del vecindario.
Al echar otro vistazo a la azotea de la casa vecina pude comprobar que desde allí vinieron las bolas de lodo.
Todo era culpa de Max. Todo siempre es culpa de Max.