Max & Suhail

41. Max

Mamá lloró con Suhail y la consoló. No comprendí por qué hasta muchos años después.

—Ningún fantasma te volverá a hacer daño —le prometió y le pidió acompañarla a nuestra casa. 

Suhail no quería.

—No tengas miedo, todo va a estar bien —insistió mamá.

—Mamá no puede saber nada —repetía Suhail bañada en lágrimas. 

—¿Qué pasa? —preguntó papá a mamá al ver llorar con más intensidad a Suhail para después mirar al hombre todavía de pie en la puerta.

Mamá le pidió a papá acercarse y le explicó la situación en voz baja. Jamás había visto tan furioso a papá. Trató de coger al hombre del cuello, pero este le cerró la puerta en la cara.

—Tenemos que llamar a Bill Didier y a la policía —dijo mamá. Papá asintió con la cabeza.

Suhail lloró y gritó más fuerte:

—¡No, a papá no! ¡A papá no! ¡Mamá se enojará! ¡Por favor!

—Tranquila, cariño —Mamá abrazó a Suhail—: Nadie se va a enojar. 

En ese momento me pregunté: ¿Todo esto por un fantasma? 

Regresamos a casa. Suhail nos acompañaba. Mamá le preparó algo de comer y me pidió hacerle compañía en lo que ella y papá hacían unas llamadas. 

Suhail tenía tanta hambre que prácticamente la vi tragarse ese sándwich después de sacarle el queso amarillo. «No le gusta el queso amarillo», anoté mentalmente. No nos dijimos nada. Ella aún lloraba y yo seguía sin comprender. 

 

*****

 

Esa noche, la señora y el señor Didier discutieron tan alto que la policía fue a su casa. Ambos gritaban, mientras Suhail, asustada, lloraba y gritaba con voz más ahogada que la de ellos. La señora había ido a recogerla a nuestra casa horas antes. ¿Para qué? ¿Para gritarle? Desde mi ventana vi a Suhail ir y venir de un rincón a otro en su habitación, abrazando con fuerza una muñeca.

—¡No, mamá! ¡No, papá! —intentaba calmarlos a ambos.

Ellos discutían qué era lo mejor para Suhail haciéndole daño. Irónico, ¿no? 

La señora Didier lloraba arrepentida, pero al señor Didier no le importó. Se hallaba furioso por lo sucedido con el fantasma. 

—¡Papá, por favor! —insistía Suhail.

Escuché objetos cayendo, golpes y puertas cerrarse con fuerza. Me asusté.

En medio de tanto, mamá abrió la puerta de mi habitación:

—¿Qué pasa, Max? —preguntó, preocupada, al ver que limpiaba lágrimas de mi cara.

No me juzguen. Era un niño pequeño y en la casa de al lado estaban gritando. 

Corrí a mi cama y escondí la cabeza bajo la almohada.

—¿Max? —me llamó de nuevo mamá.

Sentí vergüenza y al mismo tiempo un alivio extraño. Ella había prometido ayudar a Suhail. 

—No puede ser—la escuché decir segundos después.

Con la cabeza todavía escondida bajo la almohada, intenté mirar de reojo qué pasaba: mamá negaba con la cabeza mientras escuchaba la discusión de cara a mi ventana. Fue a buscar a papá.

Salíahurtadillas de mi habitación y escuché qué se dijeron: 

—Hay que hacer algo.

—La policía…

—Hay que sacar de ahí a la niña.

Acordaron ir a casa de los vecinos.

Desde mi ventana solo podía ver la ventana de Suhail, por lo que corrí hacia la de mamá y papá para ver mejor. Mostraba la puerta principal de la casa Didier y ahí, de pie, a mamá, papá y el señor Didier. Suhail se escondía detrás de mamá, abrazándola por la cintura. La señora Didier discutía con dos policías. Estos no parecían contentos. 

No vi al fantasma por ningún lado. 

El señor Didier se marchó en su coche una hora después. La señora Didier también, pero en la patrulla de los policías. Mamá y papá trajeron a Suhail de vuelta a nuestra casa. 

El enemigo otra vez en mi territorio.

Esperé unos minutos y me acerqué sigilosamente al inicio de nuestra escalera. Desde ahí podía ver la sala de estar. Ahí se hallaba mamá, sentada en un sofá, acariciando el cabello rojo de Suhail, que sollozaba recostada sobre su regazo. 

—Todo va a estar bien, cariño —le prometió.

Admito que me sentí aliviado de que el enemigo estuviera a salvo.

 



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En el texto hay: humor, amor

Editado: 15.04.2020

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