En un toque de humor, Maxine sugiere la posibilidad de vivir juntos después de graduarse, planteando un futuro compartido.
Bajo la sombra de un linaje prestigioso y, a veces, temible, Ominis Gaunt exhaló una pausa teñida de misterio. Su risa, profunda y resonante, flotó en el aire como una melodía intrigante que anunciaba una confesión inminente.
"Pues, todos los Gaunt se van a enfadar en cuanto les diga que me casé contigo, pero..." El susurro de Ominis se deslizó suavemente, acariciando el alma de Maxine. "Sí, me encantaría casarme contigo, Maxine, convirtiéndome en el marido más feliz de todo el mundo."
Maxine Borage, en respuesta a la declaración audaz, se vio envuelta en un rubor delicado que pintaba sus mejillas. Sus ojos, reflejando una mezcla de sorpresa y dicha, evitaron la intensidad del escrutinio, desviándose hacia algún punto indeterminado. Con un gesto ligero y desenfadado, buscó aliviar la tensión que flotaba en el aire.
"Pfff, no es algo tan grave, digo. No soy hija de muggles, jaja. No es tanto." Maxine esbozó una sonrisa cómplice, una chispa de complicidad danzando en sus ojos.
Ominis, con una sonrisa que destilaba confianza y complicidad, respondió con calma: "Claro, Maxine. No te preocupes por las formalidades de los Gaunt. Yo nunca me preocuparía por algo tan tonto."
"Por lo pronto, quiero que estemos juntos." La promesa resonó en sus palabras, tejiendo un vínculo que desafiaba las convenciones y las expectativas familiares.
Maxine, abrumada por la felicidad que se afianzaba en su corazón, se liberó de las cadenas de la soledad que la habían atormentado en tiempos pasados. Aunque una sombra de preocupación se dibujaba en su expresión, la certeza de que no estaba sola en esa época extraña disipó cualquier duda. Sin poder contener la alegría que brotaba de su ser, Maxine se abrazó a Ominis, fundiendo sus destinos en un abrazo que trascendía el tiempo y el espacio.
En un instante detenido en el fluir del tiempo, Ominis Gaunt abrazó a Maxine con una calidez que parecía fundir las barreras del pasado y del porvenir. Su abrazo, más que un simple gesto físico, era un anhelo cumplido, la materialización de algo real en medio de la fugacidad de la existencia.
"Ya lo verás, Maxine..." La voz de Ominis flotaba en el aire, llena de promesas susurradas por el viento del destino. Una pausa, llena de significado, se interponía, como si el universo mismo quisiera sopesar el peso de esas palabras. "Somos nosotros dos, contra el mundo." Otra pausa, un espacio donde el tiempo se detenía para que las almas se reconocieran.
En ese silencio cargado de emociones, Ominis, con ojos que reflejaban determinación y ternura, rompió la quietud con una pregunta que resonaba en la eternidad: "Ahora, lo que realmente importa es... ¿qué hago contigo?"
Maxine Borage respondió con una risa ligera, una risa que parecía bailar en la brisa del presente. "Ohh, ¿qué dices? Jaja."
Ominis, a pesar de su seriedad, no pudo contener su sonrisa. "Maxine, yo quiero... Quiero ser algo más que amigos. De verdad que sí." La pausa que siguió fue un suspenso, un momento suspendido en el cual las palabras resonaban como acordes de una melodía aún no completamente compuesta.
"Lo que quiero saber es... ¿Cómo podemos empezar...?" La pregunta flotaba en el aire, como una invitación a un baile cósmico, una danza que solo ellos dos podrían coreografiar.
Maxine, con una picardía que adornaba su expresión, respondió con un guiño travieso: "Ohh pues ya, somos novios... Digo... ya me dijiste que te casarías conmigo... y te tomaré la palabra. Eres mío, Ominis." Una sonrisa de alegría y complicidad iluminó su rostro.
Ominis, sin perder su sonrisa, aceptó la declaración con una pausa que hablaba de entendimiento mutuo. "Tuyo? Bueno, me gusta como suena eso..." En esas palabras resonaba la promesa de un amor que desafiaba las convenciones, un amor que se escribía en las estrellas y se atesoraba en los recovecos del corazón.
En medio de risas que resonaban como campanas de alegría, Maxine respondió con una calidez genuina, tejiendo un halo de felicidad en el aire que los envolvía.
"Pues me alegra mucho, en verdad," expresó, sus ojos reflejando la chispa de una complicidad recién descubierta.
La paleta de emociones se desplegó cuando Ominis Gaunt, en un momento suspendido en el tiempo, planteó una pregunta cargada de intenciones delicadas. "¿Podría besarte, Maxine?" Una pausa, un suspiro compartido con el universo. "Si no quieres eso, entonces... podría agarrar tu mano, y, si así lo deseas, abrazarte. ¿Te parece bien?"
Maxine, respondiendo con un gesto más elocuente que las palabras, se acercó más a él y dijo con suavidad, "Si, Ominis, puedes... besarme."
Ominis, con una sonrisa que era más sentida que visible, se aproximó con precaución, incapaz de ver pero guiado por una visión más profunda. Sus labios encontraron los de Maxine en un beso que, aunque breve, resonó con la dulzura de un momento compartido.
"Y... si... si quisieras, podría... abrazarte, Maxine, ¿no?" preguntó, extendiendo la oferta de su corazón.
Maxine, sintiendo el eco del beso en su ser, asintió tímidamente. "Sí, Ominis..."
Ominis, imbuido de una calidez reconfortante, compartió una pausa en la que su felicidad se expresó en palabras sinceras. "Me gusta el sabor de tus labios, Maxine. ¿Sabes? Me gusta... tanto como me gusta tu aroma o el aroma de tu pelo." Un momento de quietud se apoderó de él, pero no le pareció nada extraño. "Sabes, Maxine, me gusta todo de ti." En esas palabras se tejía un compromiso, un lazo que iba más allá de lo físico, revelando un amor que se nutría de la esencia misma de la otra persona.
En la atmósfera cargada de la revelación de sus sentimientos, Maxine, con nerviosismo y dicha entrelazados, expresó sus pensamientos sinceros. "Owww, eres muy tierno, Ominis. Apuesto que será divertido estar contigo, ¿no es así?"