Me Casaré Con El Magnate [1] (en físico)

Capítulo 13

 

Capítulo 13

Aurora Flecher

Miré el reloj, el cual marcaba las 10:46 a. m., a la vez que sonreía. Me había levantado muy temprano debido a que tenía que empacar toda mi ropa. Solo faltaba un día para la boda y podía decirse que estaba emocionada y con algo de temor. En unos minutos vendrían a buscar las maletas para llevarlas a casa de Alexander. Mi madre me había dicho que fuera llevándolas a la sala para ganar tiempo y arreglar algunas otras cosas.

En lo que llevaba despierta, no había escuchado nada de Alexander, pues, como siempre me hacía una llamada o me enviaba un mensaje, se me hacía muy extraño que mi celular no me levantara con noticias de él. Pensaba en llamarlo, pero cada vez que tomaba el celular me arrepentía; no quería que él malinterpretara las cosas y creyera que quería controlarlo o algo así, pero sí esperaba que me llamara o me enviara alguna señal de que estaba vivo.

Después de dejar las maletas en la sala subí a mi habitación a darme una ducha, en la cual me tardé aproximadamente media hora, porque escuché la voz de mi tía, Tara, la cual había llegado hace como dos horas, así que decidí salir. Envolví una toalla blanca alrededor de mi cuerpo y fui a mi habitación.

—Eres tan parecida a tu madre... —dijo mirándome de arriba abajo—. Tu esposo es muy afortunado —¡Si ella supiera!

—Eso creo —dije riendo.

—Estuve viendo algunas cosas sobre él y es muy guapo. Sí que tienes buen ojo.

Tal vez fue el destino. Aunque el que tiene buen ojo es él, porque quien me eligió fue él. Si no fuera por él, mi familia no tuviera aunque sea un mínimo brillo de esperanza.

—Sí, él es muy apuesto. —No era mentira.

—Estoy muy segura de que serás feliz —dijo tocando mi rostro.

Eso espero tía, eso en verdad lo espero... Luego de colocarme la ropa interior, un minishort acompañado de unas sandalias, fui con mi madre y mi tía, las cuales me esperaban afuera de la casa con un taxi. Por última vez miré la pantalla de mi celular y Alexander seguía sin dar señales de vida.

Mi tía, mi madre y yo subimos al taxi, el cual nos llevó directamente al mejor spa de todo Nueva York. En el camino, mi madre y mi tía Rosaura llevaban una conversación de lo guapo y hermoso que era Alexander, mientras que lo único que yo quería era escuchar su ronca voz en la línea telefónica. Alexander había pagado una buena cantidad de dinero para que mi madre, mi tía y yo nos pasáramos un día de relajación. Obtuve una maravillosa relajación a base de masajes, baños relajantes, cremas, aceites... Fue una experiencia única.

Las horas pasaban y el sol ya estaba por esconderse, el reloj de mi muñeca marcaba las 8:59 p. m. al llegar a casa. Así como tuve un día de relajación, también fue ajetreado. Las maletas que había puesto en la sala no estaban; al parecer, Alexander había enviado a alguien a buscarlas, pero no me había llamado ni tampoco me envió mensaje. Mi madre y mi tía se encontraban en la cocina, tomándose una taza de té. Yo, por otro lado, no tenía sueño, no quería ver la televisión y no tenía hambre.

Mañana era mi boda con Alexander, todavía me seguía preguntando el porqué de adelantarla, pero allá él y sus rarezas.

Mi padre había llegado hace unos minutos y dijo que se acababa de encontrar con Alexander. Según él, estaban terminando los últimos detalles para que las empresas se unieran, no dijo nada más para después irse a su cuarto diciendo que se encontraba cansado.

A lo largo de toda mi vida, mis padres y yo siempre hemos tenido una relación poco comunicativa; ellos siempre me dieron todo lo que pedía, pero no eran el tipo de padres que se sentaban a hablar con sus hijos a diario. Ellos recompensaban la falta de comunicación con detalles, lujos, viajes, dinero..., y yo fui acostumbrándome a tener un vacío dentro de mí.

Tomé un vaso de leche con algunas galletas con chispas de chocolate y me fui a mi habitación. Después de leer un libro por unas cuantas horas, decidí dejarlo y ponerme a dormir. Ya cuando estaba por dormirme, mi celular sonó haciéndome aviso de que había un mensaje sin leer; creyendo que se trataba de Alexander, crucé mi mano hacia donde estaba mi celular, lo prendí y luego me llevé una gran decepción.

De: Natalia Ríos

Para: Aurora Flecher

Asunto: Sombrilla

Hola, Aurora, disculpa la hora, solo quería comunicarte que mañana al mediodía pasaré por tu casa a dejarte la sombrilla que me prestaste aquel día lluvioso. Espero estés bien y, no te preocupes, también llevaré una caja de pizza para ti, así como te gustan, doble queso y pepperoni. Hasta mañana, buenas noches.

¡Dios, mataré a esa chica! Creí que Alexander Walton se había acordado de mí. Mi sueño se había ido y lo único que pude hacer fue ver la hora, y mis ojos casi se salen de sus órbitas al ver aquellos malditos numeritos: 12:35 a. m. ¡Cuando estás desesperada las horas no pasan, carajo!

Encendí la televisión, encontrándome con el rostro de Alexander y el mío; al parecer estaban hablando sobre nuestra boda. Cambié el canal y me puse a ver un programa de cocina hasta que me viniera el sueño, el cual no tardó en hacer aparición.

Todo era simplemente increíble, las horas de sueño fueron pocas, pero aquí me veía frente a un espejo, vestida como toda una princesa y totalmente lista para caminar por un pasillo en el que estaba completamente segura de que me espera el hombre indicado, no el correcto, pero de que era el indicado, lo era.

Podía escuchar la melodía de fondo que se había puesto en el lugar mientras todos los pares de ojos estaban encima de mí. Periodistas, modelos, empresarios, se encontraban entre los invitados. Me sentía nerviosa y ansiosa. Mi madre se veía sonriente y mi padre lucía serio todo el tiempo.



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En el texto hay: misterio, amor, odio

Editado: 04.08.2023

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