Capítulo 10.
"Me gustas mucho, ángel" :
No sé con exactitud si fue por simple casualidad, o si el destino se empeña por jugar en mi contra.
Durante todo éste tiempo hice hasta lo imposible por no cruzarme con Diego. Evitaba a toda costa salir mucho de casa, sólo me limitaba a hacerlo por cosas puntuales. Y justo el día que decido por fin salir para entretenerme un rato, me lo termino encontrando.
Intenté no rendirme fácilmente, y quería hacerlo rogar un poco más. Pero soy demasiado débil cuándo se trata de él. Con sólo mirarme, ya tenía ganado el juego.
Y ahora aquí estoy.
Bailando con él.
Que bonita manera de iniciar el año, ¿no?.
— ¿En qué piensas? — Su voz en mi oído hace un escalofrío recorra mi nuca.
Joder.
Me giro para enfrentarlo, y sonrío — En nada — miento.
Acerca su rostro peligrosamente al mío, y me da una sonrisa ladina — Mentirosa.
Detesto que me conozca tanto.
— Cállate.
— Cállame.
Hora de huir.
— Voy al baño — suelto, y rápidamente me dirijo hacia el baño.
Necesito alejarme, no quiero caer otra vez.
NO voy a caer.
Entro al primer cubículo vacío que encuentro, y froto mi rostro con frustración.
— Idiota — murmuro.
Detesto que sea así. Él sabe lo mucho que me afecta su cercanía, y se aprovecha de eso. Pero no pienso seguirle el juego.
Antes de salir, lavo mis manos. Busco con la vista a los chicos, y cuándo los encuentro, me acerco. Siento una mirada clavada en mi espalda, pero la ignoro, tengo el presentimiento de que es Diego.
— An, ya estamos por irnos. — avisa mi mejor amiga cuándo me ve llegar.
— Está bien. Igual ya necesitaba salir de aquí.
Su seño se frunce — ¿Pasó algo?
— Nada importante — hago un gesto con mi mano, restando importancia.
— Bueno — dice, no muy convencida.
— Después te cuento — la tranquilizo.
Ella asiente.
— ¿An, por qué no nos quedamos un rato más? — Sara hace una mueca.
— Sara, si los chicos se van, y nos quedamos acá solas, no tendremos con quién regresarnos.
Abre la boca para protestar, pero una voz la interrumpe.
— Yo las puedo llevar.
Diego llega a nuestro lado, y le sonríe a Sara.
Menudo idiota.
— No — mascullo — nos devolvemos ahora con los chicos. Y no se discute. — Le doy una mirada amenazante a Sara.
— No seas aburrida, Angie — Diego me mira burlón.
El muy idiota lo hace a propósito, le encanta hacerme molestar. Y lo está logrando.
— Dije que no — sentencio.
— Angie, por favor — insiste Sara.
— Sí, Angie. Por favor — habla él, con voz chillona.
Me cruzo de brazos, y le doy una mirada asesina — Tú cállate.
Sus labios comenzaron a alzarse en una de sus sonrisas. Sabe perfectamente que me estoy comenzando a irritar, y lo está disfrutando. Miro a Dani en busca de ayuda, pero la muy traidora está divirtiéndose con la situación.
— No te preocupes, Sara — Diego rodea los hombros de mi prima con un brazo — yo te llevo. Deja que la aburrida de tu prima se vaya.
— Sara no se quedará — mascullo.
Mi prima me mira divertida, y sonríe — Sí me quedaré. Ya tengo con quién irme.
Diego sonríe triunfante — Entonces, Angie. ¿Puedes parar con tu berrinche, y aceptar que las lleve?
— Los odio.
Ambos chocan sus palmas, y escucho cómo Dani y Santiago estallan en carcajadas. Me giro y entrecierro los ojos.
— Traidores.
Ambos me sonríen con inocencia.
— Mejor nos vamos — Dani se acerca y besa mi mejilla. Me mira con diversión, y susurra; — no te hagas la molesta porque sabes perfectamente que sí quieres quedarte.
Gruño cómo respuesta, y veo cómo mi mejor amiga y su novio, me dejan sóla en la cueva del lobo.
Me giro, y el otro par me mira con diversión.
Sara suelta una carcajada — Quita esa cara, An.
— Cállate.
Malhumorada, comienzo a caminar hacia el área VIP. Y cuándo estoy subiendo, siento que alguien me toma del brazo para detenerme.
— Deja de comportarte cómo una niñita, Angie — suelta divertido.
Me zafo bruscamente de su agarre y me giro para enfrentarlo — ¿Por qué te empeñas en molestarme, eh?. Yo sólo quería irme a casa.
Sube un escalón más, y nuestros rostros quedan a la misma altura — Querías huir, que es diferente.
La intensidad de su mirada hace que mis piernas flaqueen. Y no sé cómo, pero logró disimular mi nerviosismo.
— Alucinas.
Acerca su rostro, haciendo que nuestros labios queden a escasos centímetros, y con voz ronca, suelta; — Disimulas muy mal, ángel.
— ¿Por qué querría huir?
Una sonrisa se forma en sus labios — No lo sé, tú dímelo.
Aparto mi mirada de la suya — No huía.
— Claro, claro.
— ¿Por qué querría huir? — repito, mirándolo a los ojos nuevamente.
— Porque quieres evitar a toda costa lo evidente.
Mi ceño se frunce — ¿Lo evidente?
Acerca aún más su rostro, y susurra; — Lo evidente, es que morimos por besarnos desde hace un buen rato — toma mi mentón, y roza nuestros labios.
— Creído — susurro.
Me da una sonrisa ladina — ¿Lo vas a negar?
— ¿Que es lo que quieres, Diego? — lo evado.
— Besarte.
—¿Y después todo volverá a ser cómo antes? — hablo sin apartar mi mirada de la suya — no soy un juguete, Diego.
— Nada volverá a ser cómo antes, Angie. Porque quiero que lo intentemos — acaricia mi mejilla — y que me dejes conquistarte nuevamente.
Quiero con todas mis fuerzas creer en él. Pero ya no sé que pensar. Después de todo lo que pasó, lo menos que quiero es volver a entregarle mi confianza, y que vuelva a hacerme daño.
— No lo sé, Diego — aparto mi mirada.
Él toma mi mentón, y me hace mirarlo — Por favor. Déjame hacer que vuelvas a confiar en mí.
Abro mi boca para responder, pero Diego estampa sus labios contra los míos.