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“Vamos a usar el velero.” Dijo Brandon.
El día estaba despejado, la tormenta había pasado y nos había dejado con un día soleado entre manos. El señor Holt asintió con la cabeza en el almuerzo, le ofreció a sus amigos un paseo en velero pero los mayores decidieron que era mejor dejarnos a los jóvenes disfrutar de un poco de privacidad.
Gia se ocupó de preparar un pícnic con ayuda de las cocineras, quienes desplegaron una exhibición de comida, sandwiches, pequeñas delicacies, frutas y porciones de postres. Brandon se adelantó para preparar la embarcación y Penélope fue con él. No supe que me habían extendido la invitación hasta que Gia con un bolso lleno de pinceles y block de hojas tocó la puerta de mi habitación. “Te estoy esperando.” Me dijo.
“No tengo traje de baño.” Respondí, dejando de lado mi novela. Había empezado por tercera vez intentar leer Ana Karenina de León Tolstói sin éxito.
“Eso es solucionable.” Ella desapareció del umbral de mi habitación para volver con un short en la mano, el cual revoleó a mi cabeza. No sé de donde venían las prendas que Penélope y Gia me daban, no sé si había un arsenal de ropa disponible en varios talles dispuestos para los invitados o si eran prendas de Brandon que ellas le robaban sin pedir permiso. “Vamos estirado, podés cambiarte en el camarote.” Dejé mi libro sobre la cama y la seguí por la casa, caminamos por los jardines hasta llegar al muelle donde Brandon nos estaba esperando con ridículo sombrero de capitán. Ridículo para cualquier otro pero a él parecía quedarle dentro del personaje. Con un cigarrillo colgando de los labios, nos esperaba tirando de una cuerda para desamarrar el velero del muelle. Se veía como fuera de este mundo, con unos shorts a rayas celestes y blancas y el pecho desnudo, con la mirada sería, sacudiendo la cabeza hacia el interior de la embarcación para que subiéramos apresuradamente. Detrás del timón estaba Penélope, quien si dudar empezó a dar indicaciones. Brandon empezó a ir y venir, atando y desatando cuerdas, flexionando sus músculos debajo del sol de las dos de la tarde.
Dejamos la costa atrás y me acomodé en los pequeños asientos todavía vestido con mi camisa y pantalones de vestir, zapatos formales y sin nada en mis manos más que el par de shorts que Gia me había dado.
No era mi primera vez andando en velero pero era la primera vez que me subía a uno con sus dueños. La embarcación se llamaba “Cordelia”, era una belleza y podía contener hasta ocho personas cómodamente con un camarote que contenía una cocina, un pequeño comedor y un baño.
"Brandon, ajusta la escota mayor," ordenó Penélope. "Necesitamos optimizar el ángulo de ataque de la vela si queremos mantener la velocidad con este viento."
Brandon, con su actitud habitual de calma y un toque de ironía, respondió mientras se dirigía hacia las cuerdas. "Sí, capitana. ¿A qué grado de ceñida querés que ajuste?"
Penélope no pudo evitar sonreír levemente. "Llevala a treinta grados. Y verificá la tensión del backstay, necesitamos estabilizar el mástil."
Brandon asintió, sus movimientos precisos mientras ajustaba la escota mayor y revisaba la tensión según las instrucciones de Penélope. Aunque solía cuestionar a todos, en este momento parecía dispuesto a seguir sus órdenes sin objeciones.
“Cambiate.” Me ordenó Gia quien se había empezado a quitar la falda y su blusa para quedarse en un traje de baño color coral.
Bajé al camarote y cuando volví a salir solo en shorts, estábamos casi llegando al cuello del extenso lago. Penélope seguía conduciendo mientras que Brandon iba y venía ajustando la vela según las indicaciones de su hermana. Habían hecho eso muchas veces, hay una coordinación especial que se necesita para navegar cualquier tipo de embarcación, ellos la tenían. Lo único que me parecía bizarro era que Brandon había accedido a ser el marinero y no el capitán del velero.
Pasaron veinte minutos hasta que llegamos al centro del lago donde anclamos el velero. Penélope se deshizo de su ropa para mostrar su blanca piel vistiendo un traje de baño del mismo color que el de Gia. Ella, por su parte, estaba sentada en la proa de la embarcación con sus herramientas por todos lados, pintando el paisaje, mientras Brandon, después de quitarse la gorro de una vez, se tiró al agua. Penélope se quedó a su lado tomada de la baranda. “¿Cómo está el agua?” Preguntó. “Espectacular” Respondió él.
Como Brandon se puso a nadar, Penélope se giró hacia mí. “¿No vas a meterte?” Me preguntó examinando mi cuerpo de pies a cabeza con poca discreción.
“Tal vez más tarde. No tengo calor.”
Ella sonrió y saltó detrás de su hermano hacia las profundidades del agua. La vi sumergirse y volver a salir para empezar a perseguir a Brandon. Me sostuve de la baranda con los codos para nada más observarla nadar. Sus movimientos eran gráciles, cada brazada y cada patada un reflejo de la elegancia que siempre había admirado en ella.
Penélope se reía mientras intentaba alcanzar a Brandon. Había algo en su forma de moverse. No podía apartar la vista de ella. Parecía una sirena que se movía con naturalidad entre las olas.
Brandon se dejó atrapar para luego zafarse con un giro rápido, haciendo que Penélope riera aún más fuerte. Ella finalmente atrapó a su hermano y ambos se detuvieron, flotando en el agua y mirando hacia mí. Penélope me hizo un gesto con la mano, invitándome a unirme a ellos. Sonreí y negué con la cabeza, prefería quedarme ahí, observándola desde la distancia. "¡Vamos, Max!", gritó. "El agua está perfecta."
Me quedé inmóvil, sintiendo el peso de sus palabras, negué con la cabeza y recorrí el lateral del velero para sentarme al lado de Gia. Ella estaba concentrada en lo suyo, pero notó mi presencia, se giró hacia mí y me dio sus lentes de sol, colocándolos sobre mi nariz sin pedir permiso. “Te quedan bien, deberías quedártelos” Me dijo con una sonrisa.
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Editado: 23.08.2024