Las luces de la ciudad me ciegan por un momento. Ya hace media hora que salí del salón de belleza y no puedo creer lo lento que es el trayecto. No aguanto más, la desesperación y la ansiedad me abruman. Necesito salir de aquí lo antes posible.
-señorita, creo que no vamos a llegar hoy -me habla el conductor sin despegar sus ojos del tráfico.
-¿No hay otra vía? o algo por el estilo -digo sintiendo mis manos frías.
-pues si no se ha dado cuenta, estamos en medio de un hueco -gira su dedo alrededor de las ventanas.
Sigo la dirección de su dedo y es cierto, la acumulación de carros y lo lento del semáforo, hace que sea casi imposible, salir de aquí.
-señor, ¡necesito salir de aquí! -muevo mi pie un poco impaciente.
-pero no ve que...
-ay no, ¿cuánto le debo? -saco mi billetera y el señor se queda mirando mi testarudez.
-señorita pero, estamos en medio del centro. No puedo dejarla aquí.
-no le estoy preguntando. Cómo veo que no me cobra, tome -le doy 5 US$. -gracias.
Agarro el mando de la puerta y salgo de ahí. Afuera, la brisa nocturna choca contra mi rostro. Un escalofrío llega a mis huesos, haciéndome estremecer. Mi teléfono vibra por no se cuánta vez en la noche y sé que por la insistencia, es Bar. Apago el celular y camino derecho hasta que llego al final de la cuadra. Hay puestos de comida por todos lados y carros circulando muy dificultoso a mi alrededor. Mi corazón empieza a bombear desenfrenado, respiro profundo tratando de controlarlo.
Voy a cruzar la vía pero al parecer no me doy cuenta de que estaba en verde y cierro mis ojos esperando el impacto...
Que nunca llega, solo puedo escuchar el retumbar asustado de mi corazón y el sonido de una puerta. Siento como todo a mi alrededor se paraliza, puedo sentir las pisadas de alguien, pero no abro mis ojos porque estoy en Shock todavía, solo puedo sentir mi respiración desenfrenada que me recuerda que no me encuentro bien.
-tranquila, estoy aquí -su voz logra tranquilizarme y él me envuelve en sus brazos.
Me trago el nudo de la garganta y dejo que me estreche en sus brazos. Poco a poco, siento como mi corazón comienza a latir normalmente y como mi respiración empieza a ser normal, también. Cuando logro tranquilizarme, el pitido de los autos hace que salgamos de nuestro trance.
-¡bueno mijito, no son los únicos con cosas que hacer aquí! -un adulto se asoma por la ventanilla y yo suspiro.
-¿nos vamos? -pregunta y asiento.
Nos metemos en su coche y me quedo sorprendida.
-no sabía que tenías carro -sonrío amable.
-pues... -enciende el motor-. Hay muchas cosas que no sabes de mí, Katerine -me mira saboreando mi nombre entre sus labios. Carraspeó, incómoda.
-este... -recupero mi voz -yo... Gracias Marcos.
Hago contacto visual con él, no puedo creer que siempre que lo necesito o cuando no me lo espero y estoy en crisis, él siempre está para mí y me apoya. Es como si fuera mi ángel guardián o alguien mandado por Dios o el destino... Para cuidarme y protegerme.
-no hay de que, ¿Qué hacías en medio de la nada? -frunce el ceño, mientras nos detenemos en otro semáforo.
-intentaba llegar más rápido a casa -miro mis manos un poco incómoda.
-mm bueno, creo que conozco un atajo.
-ay, ¿En serio? Me salvarías en estos momentos -lo miro agradecida.
-sabes que puedes contar conmigo, cuando lo necesites.
Asiento y miro por la ventana.
Veo el reloj del carro y veo que ya vamos para las dos horas. Prendo la pantalla de mi teléfono y veo las bastantes notificaciones de mensajes que me dejó mi amiga. Decido ignorarlas porque no quiero saber por ahora de ese asunto. Aunque, la incertidumbre de saber que Oliver se encuentra en mi casa y que probablemente, ya se fue, no deja de cruzar por mi mente.
"No puedes estar con una persona y estar pensando en él."
Sacudo mi cabeza, tratando de alejar la voz de mis pensamientos. Noto como el automóvil se detiene y me doy cuenta que acabamos de llegar.
Quiero acobardarme y decirle a Marcos que nos vayamos de aquí, pero no puedo desaparecer y dejarle toda esta carga a Bárbara, ya fue suficiente de comportarme como una inmadura. Tengo que afrontar las cosas como la casi-adulta que soy. Voy a bajarme del carro, pero me doy cuenta de que no me he despedido.
-gracias por traerme.
-¿te acompaño? -su mano se instala en mi brazo y siento como algo se remueve en mi abdomen.
-no es necesario -inconsciente pongo mi mano sobre la suya.
Noto como se coloca un poco inquieto y quitó rápidamente mi mano.
-entonces en ese caso, creo que sí me puedes acompañar -abro la puerta y salgo acompañado de Marco.
Espero a que le coloque el seguro a su carro y caminamos adentro. Ya estando adentro del edificio, nos detenemos en el ascensor. Al darme cuenta de que no dice nada, lo dejo acompañarme al ascensor. Entramos y espero los segundos, que parecen horas a una esquina del lugar. Puedo sentir su mirada en mí y solo ruego para que se abran las puertas de una vez por todas. Cuando por fin se abren las puertas, caminamos a la derecha y me paralizo cuando los veo a los dos enfrente mío.
Bárbara y Oliver se encuentran discutiendo en ¿susurros? Veo como Bar lanza insultos y blasfemias hacia él y como Oliver, aprieta su mandíbula cabreado, tratando de contenerse y puedo sentir como reprime los gritos en su garganta.
Volteo a ver a Marcos, que al igual que yo, también está en silencio contemplando la escena un poco extraña frente a nuestros ojos. Volteo a ver la escena pero esta vez, no están discutiendo a susurros, sino la mirada de sorpresa de Bárbara es lo primero que ven mis ojos y puedo sentir los ojos pesados de Oliver en mí. Pero no me atrevo a mirarle.
El tiempo se detiene, yo no puedo aguantar las lágrimas que agolpan en mis ojos, pero no las dejo caer porque ya fue suficiente de llorar frente a él.
-buenas noches -Marcos rompe el silencio, llevándose el brazo a la nuca.