Ya estábamos vestidos y dispuestos a salir de la habitación cuando tocaron a la puerta, autoricé la entrada y apareció mi hija Aitana, con una sonrisa radiante diciendo:
–¿Adivinen que día es hoy? –nos preguntó a Hoa y a mí que estábamos de pie frente a ella.
–No recuerdo, me dices por favor, ¿qué día es hoy? –le respondí bromeando.
–¡Es mi cumpleaños número ocho, papito de mi cielo azul! –me contestó entusiasmada, alzando los brazos para que la cargara.
–Feliz cumpleaños mi princesa hermosa, ocho años de amor y felicidad desde que te tuve en mis brazos por primera vez –le dije mientras la subía y la abrazaba contra mi pecho, dándole besos en su cabecita.
–Feliz cumpleaños preciosa, que tengas un día muy especial –la felicitó Hoa dándole besos en su mejilla.
Aitana rodeó su cuello con uno de sus brazos y así nos abrazó a los dos, dándonos las gracias, soltó a Hoa y salimos de la habitación, yo aún la mantenía en mis brazos, nos encontramos con sus hermanos quienes la felicitaron efusivamente.
Continuamos por el pasillo para bajar a desayunar y al pie de las escaleras nos esperaban los empleados que comenzaron a cantarle el feliz cumpleaños apenas la vieron, a mi hija se le iluminó la cara y sonrió ampliamente, terminamos de bajar las escaleras, luego ella les lanzó besos a todos y les agradeció diciendo:
–Muchas gracias son muy amables conmigo, los quiero y los respeto mucho.
Y allí estaba mi hija, con otra expresión madura que me conmovía, me sentía muy orgulloso de ella y feliz de que tuviera ese trato amable con todos en la casa, era natural, bondadosa y humilde, Aitana sería una gran mujer, estoy seguro.
Afuera el patio se había convertido en un torbellino de personas dirigidas por los organizadores que se habían encargado de todas nuestras celebraciones, pasamos al comedor y allí mi princesa comenzó a recibir obsequios:
Bastián le regaló un tapete para bailar, de tecnología inalámbrica que tenía luces y canciones incorporadas. Archer le dio una cámara fotográfica digital infantil, muy coqueta en color fucsia.
Hoa le regaló un collar de oro con un dije en forma de corazón. Dafne le entregó un juego de manualidades para hacer flores con arcilla seca. Helga le entregó un estuche para hacer sus propias pulseras y collares. Yo le di una esclava de oro con su nombre grabado.
Después de desayunar Hoa fue al restaurante para encargarse personalmente de los últimos detalles de los postres que se ofrecerían en la fiesta, no me permitió acompañarla para que estuviera con Aitana todo el tiempo, así que mis hijos y yo nos fuimos a la sala de audiovisuales a pasar el rato.
A media mañana llegó un hermoso ramo con flores y dulces de parte de Lucio, mis padres se habían encargado de vestirla para la fiesta comprándole varios trajes y zapatos, tenía tres cambios de ropa para ese día.
Cerca del mediodía llegó Hoa y estaba coordinando la entrega de los postres a los organizadores para elaborar la mesa de dulces, ella también se dedicó a elaborar el pastel de cumpleaños y este era impresionante, Aitana al verlo se volvió loca de alegría, tenía varios pisos en tonos delicados y cada uno lo adornó con figuras en relieve de las princesas que mi hija tanto amaba, le agradecí con palabras y con un beso ese hermoso detalle.
Se programó que la fiesta iniciara a las dos de la tarde, porque yo tenía mi plan adicional para las 8:00 de la noche en la que saldría con Dafne, Lucio, Octavio, Dania y Hoa. Ya mis padres estaban avisados y se quedarían en la casa a pasar la noche, ellos tenían un obsequio para Hoa, pero esperarían a que ella revelara su cumpleaños a Aitana para entregárselo.
Comenzaron a llegar los invitados, ya todos estábamos listos, faltaba la princesa de la casa que haría su entrada al patio donde yo la recibiría para darle la bienvenida a todos los presentes y dar inicio al festejo, así que, por indicaciones de los organizadores, yo me encontraba en el centro de una pista construida para la ocasión a la que llegaría Aitana caminando por una alfombra bordeada de globos diminutos de diferentes colores.
A la señal de uno de los chicos de la agencia me preparé y desde la puerta trasera de la mansión vi avanzar a mi hija, estaba radiante con un vestido rosado que realmente la hacía parecer una princesa, sonreía muchísimo mientras caminaba hacia mí, escoltada por sus hermanos que estaban vestidos exactamente como yo, pantalón y chaqueta de lino beige, con camisa blanca sin corbata, zapatos y cinturón en color marrón; respiré profundamente y agradecí al ser superior que me permitía vivir ese momento.
Una vez los cuatro reunidos en el centro de la pista, le hice señas a Hoa para que se nos uniera, ella dudó un poco, pero finalmente caminó hacia nosotros, cuando estábamos todos juntos, les di la bienvenida a los invitados, agradecí su presencia y le cedí la palabra a Aitana, ella tomó el micrófono y señaló:
–Buenas tardes, como dijo mi papito hermoso –causando risas en los presentes–, gracias por estar aquí celebrando conmigo mi cumpleaños número ocho y disfruten la fiesta.
Por supuesto que, al estar invitados todos los niños de su salón incluyendo sus maestras, Manuel Eduardo Rebolledo Araque llegó acompañado de sus padres que traían varias cajas de regalo, los miré extrañado y solo dijeron que su hijo no se decidía por algo específico así que optaron por comprarlos todos.
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Editado: 22.05.2024