Me gustas, tonto.

Capítulo 7: Verónica.

24 de diciembre de 2014.

21:00

—¡Apúrate, Vale! ¡Quiero comer sanguichitos de miga! —exclamo y me tiro sobre mi cama.

—Ugh —Rueda sus ojos y sigue maquillandose— Ya voy, solo quiero estar más bonita.

—Sí, querés estar más bonita para impresionar a mi primo Lautaro.

Sí, Valentina y yo nos volvimos mejores amigas con Miel y sí, Valentina está intentando enamorar a mi primo.

Me da risa que Lauti no haya caído en los encantos de Valentina, está indignada porque según ella, todos los jóvenes caen a sus pies y Lautaro es la excepción.

Lauti no le presta atención, en lo único que se dedica es ser educado y cortés con Vale, y eso es lo que más le enoja. Mientras Valentina dice sí, él dice no.

Desde que las clases terminaron, estar en la casa de mi tía ya es un pasatiempo para mí y mis amigos, lo bueno de todo es que mi tía no se molesta; en realidad, le encanta la idea, ya que, mi primo no es un muchacho de tener muchos amigos, y que tenga más amigos le favorecería mucho para que salga de la rutina.

Y... aquí estamos, en mi habitación, ella poniéndose linda y yo, mirando todo el proceso.

—¿Crees que a Lauti le guste mi vestido rosa? O sea, es rosa, a los chicos le gustan el color rosa en las chicas —dice, mientras se pinta los labios con un labial rojo.

Frunzo mi ceño y me quedo pensando:

—¿Los hombres tienen un color favorito? ¿Seguro que es el rosa?

—Bueno... no lo sé, mi primo siempre fue un chico medio... distante conmigo.

Se me queda mirando a través del espejo, confundida por mi respuesta.

—No me mires así, digo la verdad —Me levanto de mi cama—. Lauti y yo nunca fuimos cercanos. Solo tenemos el título de primos porque sí. No sé nada sobre él.

—Recemos para que le guste.

Asiento para acercarme a la puerta de mi habitación y abrirla, cuando giro mi vista, doy un salto del susto.

—¡Mateo! —grito con enojo—¡¿Qué haces acá?!

Se ríe.

—Bueno, solo quiero pasar Navidad con mis tres mejores amigas, ¿no se puede?

No controlo mi enojo y le doy manotazo en su brazo izquierdo, él se queja y luego se ríe de mi acción.

—Vale, termina de alistarte, me voy a la cocina a ver si necesitan de mi ayuda.

Veo que asiente con su cabeza y salgo de mi habitación, corriendo a Mateo de mi camino.

—Oye, se pide permiso, ¿no?

—Yo no pido permiso en mi propia casa. —Le saco la lengua.

Sigue riéndose, eso me pone muy contenta. Sigo caminando hacia la cocina y veo que toda mi familia está haciendo algo.

Me acerco a mi mamá que está preparando los sanguichitos de miga.

—¿Puedo ayudar en algo? —le pregunto a mi mamá.

—Por ahora no, mi amor. Andá con tus amigos que vinieron a verte.

Le sonrío a mi mamá y le doy un beso en su cachete izquierdo.

Saco mi celular del bolsillo de mi short y lo desbloqueo para buscar el chat de Miel en WhatsApp.

Helena:
Miel, ¿dónde estás? ¿Ya estás por llegar?

Bloqueo mi celular y lo vuelvo a guardar.

—Necesito tomar aire. —Pienso.

Acción seguida, me voy a la calle. Veo a la gente emocionada por la llegada del 25, niños jugando, adultos sacando las mesas para cenar afuera y abuelos contando sus anécdotas de cuando eran jóvenes.

Mi distracción se esfumó cuando escucho mi celular sonar varias veces. Lo prendo y me dice que tengo dos mensajes de WhatsApp de diferentes contactos.

Hago un gesto de confusión y desbloqueo mi celular.

Era Miel y... un número que no lo tengo agendado.

Miel:
Marcos y yo ya llegamos, Lena. 😊
En 20 estamos allá.

Se me escapa una risita por el mensaje de mi amiga. Los tortolitos nunca se separan, siempre están juntos. No importa que tan peleados estén, siempre están juntos... Quiero una relación.

Dejo mi mundo por un momento y entro al otro chat que no tengo agendado su número.

+54 xxx-xxxx-xxx
Hola, Lele, ¿cómo estás?
Soy Lucas.

¡Lucas!

Tapo mi boca con mi mano derecha para no gritar de la impresión.

Apago mi celular como si eso dependiera de mi vida y lo guardo.

—¡No, no, Helena! ¡Recuerda lo que te hizo ese maldito! ¡Te mintió y te usó como plato de segunda mesa! —Me digo.

Respiro profundo y vuelvo a entrar a mi casa como si nada hubiese pasado. Llego a mi habitación y veo a Mateo acostado en mi cama, y a Valentina sentada en la silla de mi escritorio con su celular.

—¿Qué hora es? —pregunta Mateo.

—Son las 22:15 —responde Valentina aún con la mirada en su celular.

—Lucas me buscó. —Suelto la bomba.

Las caras de los dos son unas obras de artes; Lucas se le está poniendo la cara como un tomate por el enojo y Valentina está más pálida, aunque tenga maquillaje.

—¡¿Cómo?! —exclaman al mismo tiempo.

Trato de no reírme porque sé que para ellos esto es muy serio, ya que, para mí, la relación que tuve con Lucas fue muy importante para mí y para mi desarrollo en el mundo del amor.

—Obviamente, no les respondiste, ¿verdad? —Valentina se levanta de la silla, se acerca hacia mí y me agarra de los hombros— ¡¿Verdad?! —exclama con enojo.

Me río de su reacción y le respondo.

—Obviamente que no le respondí, lo juro.

Su mirada se ablanda y me abraza, y yo también le abrazo.

23:30

Ya estamos los cinco reunidos, solo que Marcos está dentro de casa porque tiene sueño.

Falta poco para que la Navidad llegue y todos brindemos. La música está muy alta y el olor a asado inunda mis fosas nasales.

Dirijo mi mirada hacia Mateo que no se despega de su celular, seguramente le está respondiendo a la nueva novia que tiene. Valentina sigue intentando en conquistar a Lautaro, está emocionada porque mi primo le dijo que el rosa le queda muy bien y que le hace resaltar más su cara. Miel está buscando con la mirada a Marcos y yo, bueno, estoy comiendo, algo que nunca se me va a quitar es ser ansiosa en comer mucho.



#8144 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, amistad

Editado: 06.11.2024

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