Siento un gran dolor en todo mi ser, pero a la vez siento un vacío tan grande. Aunque respire, no me siento viva; una parte de mi ser, de mi alma, de mi vida se fue con él. ¿En qué momento me voy a despertar de esta pesadilla?
—Miley —observo a mi madre—, mi niña, tienes que ser muy fuerte.
—No trates de calmar mi dolor, mamá. Tengo el alma rota y solo una persona puede arreglarla, y esa persona se encuentra en ese ataúd que está frente mi.
—Me parte el alma verte en este estado.
—Déjame sola mamá. Quiero seguir contemplándolo.
Siento la suave tela del pañuelo limpiando las lágrimas que no dejan de caer.
—No, no puedo dejarte sola. Has estado en este mismo lugar toda la noche.
—Tus amigos acaban de perder un hijo, ellos te necesitan, mamá.
—Tú también me necesitas…
—Yo solo necesito a Kean. Mamá, dame mi espacio. No quiero escuchar palabras que no me consuelan, que lo único que hacen es aumentar más mi sufrimiento. Ve con mis hermanos, tus amigos o con Suri, Sam o Dan, pero déjame sola.
Desvío mi mirada hacia el ataúd; parece que estuviera durmiendo. Espero que no haya sido tan doloroso para él. Aunque, estando solo, no puedo dejar de especular cómo se debió de haber sentido.
Aparentemente, él estaba sano y en un buen estado, ¿quién imaginaría que su corazón estaba enfermo? Por los resultados de la autopsia se sabe que, Kean tuvo una muerte súbita por culpa de una miocardiopatía hipertrófica. Esa enfermedad me arrebató a Kean…
Todavía no han pasado ni 24 horas desde que lo encontré muerto y siento que ya no puedo. Honestamente, quisiera morirme en este instante para estar con él, para poder abrazarlo y nunca soltarlo. Yo no sé cómo voy a vivir sin él, yo no soy nadie sin Kean.
Mis hermanos sostienen mi cuerpo débil mientras veo como bajan el ataúd. Mi llanto desgarrador se mezcla con el llanto de los demás. Hace aproximadamente dos días hablé con él por llamada y ahora estoy aquí, presenciando su entierro. ¿Por qué tengo que vivir algo como esto? ¿Por qué la vida está siendo tan cruel conmigo? ¿Por qué tenía que ser él? ¡¿Por qué?!
—Kean… ¿Por qué que tú?
Llevo la mano a mi pecho y enseguida siento el fuerte abrazo de mis hermanos.
—¿Por qué él? ¿Por qué Kean? ¡¡Es injusto!!
Quiero gritar hasta que este dolor mortal cese, no me importa si me quedo sin voz.
—Lo es, es demasiado injusto.
¿Por qué tenemos que decir adiós a las personas que amamos? ¿Por qué la muerte tiene que existir como un maldito requisito para que la vida funcione? ¿Por qué todo lo bonito tiene que acabar? ¿Por qué los ángeles de la tierra tienen que irse tan rápido? ¿Por qué tengo que pasar por el dolor de una perdida?
Estando con Kean era tan feliz que nunca imaginé una vida sin él. Cada momento me dediqué a disfrutar del amor y la alegría que él me brindaba, que me olvide de que la muerte existe. Esta es la manera más cruel de recodarme su existencia.
Ha pasado una semana desde su muerte, una semana que ha sido eterna, una semana donde el dolor no ha disminuido ni un poco. Me siento como un zombi, pero yo no quiero cerebros humanos, lo único que quiero es que él vuelva.
—Miley —observo la puerta de mi habitación.
—No tengo hambre, mamá.
—Alguien ha venido a visitarte.
—No quiero ver a nadie.
—Miley —bajo mi mirada—, ¿puedes abrirme la puerta?
Con un profundo pesar me pongo de pie. A pasos lentos llego a la puerta y la abro. Esos dos orbes negros que siempre me emocionaban al verlos no pueden reducir ni un poco mi dolor.
—Dan…
Me lanzo hacía él y lo abrazo tan fuerte que termino rompiendo en llanto de nuevo.
—Señora, yo me quedaré con ella —me toma entre sus brazos.
—Cuídala, Dan —escucho la puerta cerrarse.
En cuestión de segundos la suavidad del colchón acaricia mi espalda. Alzo mi mirada, notando las lágrimas en sus ojos.
—Lo extraño mucho.
—También lo extraño demasiado.
—¿Por qué tenía que pasar eso? ¿Por qué Kean? Siento que me voy a volver loca sin él. Todo esto es tan irreal.
—No digas eso —limpia mis mejillas—. Miley, sé que mis palabras no pueden ser un sedante para tu dolor, pero tienes que ser fuerte…
—¿Cómo puedo ser fuerte si Kean no me enseñó a vivir sin él? Él era mi todo; me he quedado sin nada.
—Todavía tienes a tu familia, a tus amigos, una vida por delante… Me tienes a mí, Miley.
—Pero ya no tengo a Kean.
—Escúchame, a mí también me duele su muerte. Todos los días despierto con la esperanza de recibir un mensaje de él y he llorado al ver la realidad. Pero, ¿qué saco con llorar? Aunque suene crudo, mis lágrimas no pueden traerlo de vuelta. ¿Crees que Kean estaría feliz de ver a todas las personas que amó tan triste por su partida? Aunque duela su ausencia, nuestra vida tiene que seguir. Él siempre estará en nuestros corazones.