En un asentamiento nuevo llamado Sianth donde aun no tenian luz, dos hermanos llamados Zoe de 7 años y Owen de 9 años, como todos los días a las 7:00 pm, se dirigían a otro asentamiento cercano a ver la televisión un domingo por la noche. La rutina diaria se veía interrumpida por un grito desgarrador que resonaba en la tranquila atmósfera del asentamiento de Sianth.
"¡Ayúdenme, ayúdenme!", clamaba un hombre presa del pánico, rompiendo el silencio de la noche. Los inocentes hermanos, confundidos y temerosos, observaban al hombre acercándose, con sus palabras encendiendo chispas de miedo en sus corazones jóvenes.
El hombre, con ojos desorbitados y temblorosos, les instó a regresar a su hogar con urgencia. "Niños, vayan a su casa, acabo de ver a un soldado sin cabeza", advirtió casi en un susurro tembloroso. Zoe y Owen se quedaron estáticos, sin comprender la magnitud de la advertencia que acababan de recibir.
Desde las sombras de la noche, la oscuridad se agitó y una figura sin cabeza emergió, deslizándose como un espectro desde lo más profundo de la oscuridad. Los hermanos, paralizados por el pánico, observaron con horror la terrorífica presencia avanzando hacia ellos, despojada de cualquier vestigio de humanidad.
Antes de que pudieran reaccionar, el hombre que los había advertido agarró sus manos con firmeza y los arrastró hacia la seguridad de su casa. El soldado sin cabeza, con sed de venganza y malevolencia en sus ojos insondables, se abalanzó sobre su presa anterior, atrapando al hombre en su abrazo tétrico y llevándoselo con él a las profundidades sombrías de la noche.
Zoe y Owen, temblando de miedo y con el corazón latiendo desbocado, se refugiaron en la seguridad de su hogar, donde un aura de terror y peligro envolvía el ambiente. La sombra del soldado sin cabeza se cernía sobre ellos, desafiante y amenazante, como un recordatorio constante de la oscuridad que habitaba en las calles de Sianth.
La noche envolvió a Sianth en un manto de oscuridad, donde las sombras cobraban vida y los susurros de lo desconocido se deslizaban entre las callejuelas. Zoe y Owen, aún aturdidos por el oscuro encuentro con el soldado sin cabeza, se adentraban en un mundo más allá de su comprensión, donde la realidad se desdibujaba en la neblina del miedo y la incertidumbre.
En la quietud de su hogar, un susurro sibilino se deslizaba por las grietas de las paredes, retorciéndose como una serpiente invisible en busca de su presa. Los hermanos, con el corazón en un puño y los ojos abiertos de par en par, sentían cómo el aliento gélido de lo sobrenatural les acariciaba la piel.
Cada sombra, cada crujido, parecía susurrar su nombre en un eco atronador, envolviéndolos en una danza macabra de terror y desesperación. El soldado sin cabeza seguía acechando en las sombras, su presencia infundiendo miedo y angustia en cada rincón oscuro de Sianth.
Mientras la luna arrojaba su débil luz sobre el asentamiento, revelando destellos de siluetas monstruosas y sombrías, Zoe y Owen se vieron arrastrados a una pesadilla en la que la realidad y la fantasía se entrelazaban en una danza macabra. La noche era un teatro de sombras y secretos, con el soldado sin cabeza como protagonista de un cuento de terror que amenazaba con devorar sus almas jóvenes.
Un grito desgarrador rompió el silencio de la noche, resonando en los huesos de Zoe y Owen con una fuerza inhumana. Las paredes de su hogar temblaron, las ventanas vibraron, y el miedo se apoderó de ellos con una intensidad abrumadora. El soldado sin cabeza, una manifestación de tragedia e injusticia, se alzaba ante ellos en toda su espectral malevolencia, desafiándolos a enfrentar lo inenarrable.
En medio del caos y la confusión que reinaba en Sianth, Los hermanos trataron de escapar, pero el soldado sin cabeza con un movimiento rápido los sujeta de sus brazos y se los lleva dentro de toda esa oscuridad que se veía afuera para nunca más volver. Las sombras danzaban al compás de un himno macabro y la presencia del soldado sin cabeza se volvía más opresiva y aterradora cada vez que volvía a aparecer.