Ayleen.
Tal y como le había prometido a Maia he regresado en bola de humo.
—Señora, su abogado le envío la petición de divorcio.
—¿Tan rápido?
Martín se encogió de hombros.
—Creo que estaba afanado por el dinero.
Asentí y Martín extendió el sobre manila.
—Después de que me divorcie puedes volver con Alexander.
—Entendido señora.
Abrí el sobre y al ver el encabezado del documento suspire.
DEMANDA DE DIVORCIO.
¿Por qué tuvimos que llegar hasta este punto?
¿Por qué Alán?
—¿Esta bien señora?
—Si. ¿Lograste ubicar Alán?
—Si, él se encuentra en casa de su hermana desde hace una hora.
—Llevame allí, Martín.
El militar asintió e inmediatamente colocó el auto en movimiento.
Mi vista se nublo por las lagrimas, pero aún sabiendo que firmar este documento me destrozaría, tomé un bolígrafo para plasmar mi firma en la petición de divorcio.
»Oh, mi Ayleen. Te dejaste vencer.« Verbalizo angelito mientras lloraba a montones.
»Matare a ese idiota, le arrancare el corazón y bailare sobre su maldita rumba.« Grito diablita con gran algarabía.
Deje de lado las palabras de mini angelito, y mini diablita para sacar a través de las lagrimas lo poco que quedaba en mi.
—¿Señora…?
Me mantuve en silencio tras el llamado de martin, pero él volvio a insistir.
—Ayleen…
—No te preocupes por mi y sigue conduciendo.
Verbalice entre lágrima y recargué mi cabeza contra el asiento.
—Hoy estoy mal, pero te prometo que mañana sere invencible.
Martín se mantuvo en silencio tras estas palabras y siguió conduciendo.
Y no se detuvo hasta estar frente a la casa de Duncan.
—Llegamos señora.
—Gracias por todo Martín.
—Ha sido un placer cuidarla.
—Nos vemos luego.
—La volveré a ver cuándo ya no no quede dolor en usted.
Trate de sonreír pero lo que salió fue una mueca.
—Estoy segura de eso.
Martín asintió.
—Quizas cuando vuelva a colocar mis ojos sobre tí, lo que siento habrá desaparecido por completo.
—¿De que hablas?
—Me gustas Ayleen, me gustas desde que te vi.
Mire fijamente al hombre.
—Yo…
—No digas nada Ayleen. -lo observé soltar un suspiro. —Hagamos como que nunca tuvimos esta conversación.
—Martin…
—Buen viaje Ayleen Salvatierra.
Le di una última mirada a Martín antes de bajar del vehículo.
—Espero que encuentres la verdadera felicidad, Martín.
—Lo dudo, pero tratare.
Martín trató de sonreir pero esta se convirtió en una mueca.
Me duele pero lastimosamente no puedo hacer nada por él.
»Claro que sí. Porque puedes poner el práctica el dicho, un clavo saca a otro clavo. Diablita emitió estas palabras e inmediatamente angelito entro en escena.
»No te dejes llevar por el mal consejo de ese ángel del mal. Porque un corazón fragmentado no se puede reparar con facilidad.«
Angelito no podía tener más razón en sus palabras.
Le di una última mirada a Martín, tomé los documentos y tras asentir levemente empece a caminar hacia la entrada de la casa.
Toque sin dudar y un segundo después la puerta de la casa se abrió.
—Señora Salvatierra.
—Layla, ¿cuantas veces te he dicho que me llames simplemente Ayleen?
—Es difícil para mi acostumbrarme, pequeña.
—Acostumbrate de una vez por todas… Señora bonita.
—¿Ahora soy tu señora bonita?
—Siempre has sido mi señora bonita.
Layla me dio un beso en la mejilla y yo sonreí.
—¿Como se porto mi niña?
—Divinamente. Para ser tu hija.
—Oh, muchas gracias Layla…
Antes de que la señora hermosa pudiera responder escuché la hermosa voz de mi pequeña niña.
—Mami regreso, mami regreso.
—Creo que te estan reclamando, señora bonita.
—Layla, nada de señora.
—Como digas, señorita.
—Oye no te pases…
Deshicimos el abrazo y yo me apresure a caminar los más rápido posible a la sala de estar.
Cuando estuve en el umbral de la puerta la voz de Maia inundo mis oídos.
—¡Tía! Tía. Mamá regreso, ¡regreso!
Pero dicha sonrisa se borró de mis labios luego de escuchar laa palabras posteriores de mi hija.
—Papi… la voz de Maia se entrecorto luego de decir estás palabras. —No. Ya no eres mi papi, porque no me quieres. Los papis quieren a sus princesas.
—Maia, princesa…
—Ya no soy tu princesa. Ya no eres mi papi. Solo tengo a mami. Solo seremos tres contra el mundo. Solo nosotros tres…
Alan agacho su cabeza, pero solo lo hizo durante un minuto.
Porque levantó la cabeza cuándo yo hablé.
—Maia. -mi hija coloco sus iris en mi. —¡Ven conmigo!
Solo bastó que verbalizara esas palabras para que Maia saliera corriendo hacia mis brazos.
Cuando Maia se reencontró conmigo nos abrazamos con fuerza. Y me fue imposible no derramar varias lagrimas.
—¿Por qué tuviste que arruinar las cosas Alan? ¿Por qué dijiste todas esas cosas aquella vez? ¿Por qué? Perdiste Alan Montero, perdiste.
Escuche las palabras de Amaia sin querer.
—Mami, papi…
—Maia cariño, ¿puedes ir a buscar tus cosas? -ella asintió, para luego salir a buscar sus pertenencias —Que bueno encontrarlo aquí, señor Montero.
Alan bufó.
—Asi podemos acabar con esto de una vez por todas. -inquirí con todo el dolor que pudiera tener en mi alma. Pero lastimosamente no se podía hacer nada más para salvar nuestra relación. —Cómo era un tormento para tí estar casado conmigo, trámite lo más rápido posible la demanda del divorcio… -luego de estas palabras saque el sobre amarillo. Y tras hacerlo se acercó a Alan con una sonrisa en sus labios.
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Editado: 20.08.2024