Ayleen.
En cuanto entre a casa fui abordada por Maia.
—Mamá, el tío Dustin dijo que papá se quedara con nosotras. ¿Es cierto?
Me coloque a la altura de Maia.
—Si, hija. Tú padre se quedara por unos días con nosotras.
—¿Volverán a estar juntos? ¿Viviremos nuevamente en nuestra casa?
Dos interrogantes, exigen dos respuestas, pero lastimosamente no tengo dichas respuestas.
Justo antes de que Maia pudiera inquirir otra pregunta, Alán entro a la casa mientras tocaba la frente de la pequeña niña.
—Creo que tiene calentura. ¿Me puedes facilitar un termómetro?
Asentí.
—¿Maia, cariño puedes ir a buscar el termómetro que esta en el pañalera de tus hermanos?
Maia asintió luego de entrecerrar los ojos.
—Ayleen.
—¿No crees que ya tuve suficiente de tí Alán Montero?
—Estoy seguro que esta niña no es mi hija.
—Entonces, me dirás que la escena de usted en una cama fue una creación de mi mente. ¿Crees que estoy tan loca como para crear una escena ficticia?
Cuando Alán iba hablar la niña se removió incómoda.
Centre mis ojos en ella, e hice una mueca.
—Por lo menos ten los pantalones para asumir tu responsabilidad.
—Tengo los pantalones bien puesto Ayleen.
—No parece. -susurré.
La niña volvió a quejarse y en esta ocasión soltó un fuerte sollozo.
—Mami, aquí esta el termómetro.
Maia me extendió el objeto y yo no dude en acercarme hasta Alán.
Observe a la niña por un segundo y me fue casi imposible no derretirme al ver su carita inocente.
Alana extendió sus bracitos hacia mi. Y yo por más que no quise ceder, terminé tomándola de los brazos de Alán.
Que alguien me diga que clase de brujería es esta.
La pequeña en cuanto se encontro en mis brazos coloco su cabeza en mi pecho.
Y verbalizo una palabra que logro dejarme anclada al piso.
—Ma…ma.
—Yo no soy tu mamá, bebé.
A ella se le cristalizaron los ojos como si hubiese entendido mis palabras.
Y yo me sentí la mujer más mala de este mundo.
—Ma…ma.
Obvie el llamado de ella, y le coloque el termómetro.
Escuche varios pasos venir hasta nosotros y no dude en maldecir porque mis hermanos armarían un drama de todo el tamaño.
Pobre de mi paciencia, pobre de mi cordura.
Escuche la voz de Dustin y me fue imposible suspirar.
—Ayleen. Los niños necesitan un baño urgente.
3.
2.
1…
—Montero… -inquirió Dustin entre dientes.
—No estoy para peleas tontas Salvatierra, así que minimizate.
Yo rodé los ojos.
—¿Maia puedes ir a decirle a Alexander que venga?
—Si, mami.
Tras responder Maia se marchó a toda prisa.
—Ayleen, ¿adoptaste a una niña y no nos dijiste nada?
—Esta niña es de mi casi ex esposo.
Dustin abrió sus ojos como platos y los coloco en Alán.
—¡Montero…! Te voy a matar.
Dustin dió varios pasos hacia Alán, y antes de que formaran un campo fe batalla en pleno recibidor, interviene.
—Dustin gallo de pelea Salvatierra, calmate antes de que te meta la cabeza en el retrete, para ver si con eso se te van las ganas de ser rambo…
—Pero Ayleen.
—Pero nada. Ahora siéntate en el sofá y reflexiona.
—Que reflexionen mis huevos.
—Por eso es que dicen que Dustin Salvatierra es…
—¿Un bastardo, mal educado y campesino?
—Con grosero nivel dios es más que suficiente.
Mi hermano rodó los ojos para luego tomar asiento en el sofa.
El termómetro emitió un incesante sonido, y yo con rapidez lo retire de las axilas de Alana.
39°c.
—Tu hija tiene bastante fiebre Montero.
—Que no es mi hija…
Antes de poder responder aparecieron en acción los demás hombre de mi familia y Martín.
—¿Qué sucede aquí?
—El señor Montero y su amante tuvieron una hija, y como era de esperar ella vinó hacer acto de presencia a mi hogar para informarle al macho pecho peludo que tuvieron una hija. Montero aquí presente la hecho de aquí, se quedó con la niña, y ahora la pobre pequeña esta ardiendo en fiebre. Fin de la historia.
—Cuando trato de no pensar algo peor de tí Montero, vienes y renuevas el desprecio que tengo hacia tí. -Alexander verbalizo estas palabras. Para luego dar un paso hacia mi. —¿Qué necesitás de mi, pequeña?
—Necesito que tu mujer revise a la pequeña. ¿Crees que ella querrá venir?
Alexander hizo una mueca.
—Lamentablemente ella y yo no estamos en nuestro mejor momento.
—¡¿Ahora que le hiciste?!
—¡No le hecho nada! Es que ella tiene un temperamento tan volátil que cualquiera se cansa. Esa mujer esta a punto de lograr que me salgan alas.
—Que jodido estas hermano, porque la mía solo le faltan las alas para ser un ángel. -Dustin se mofo mientras se reía.
—Mi mujer es la más comprensiva, amorosa y detallista de todas. Me he sacado la lotería con ella. -Duncan presumió de du mujer y no me quedo más que sonreír.
Dos de mis hombres Salvatierra sonrieron, y por supuesto Alexander hizo una mueca.
—Necesito a tu mujer, Alex.
—No me hagas esto Ayleen… le he estado huyendo a mi mujer en piel de cordero todo el día.
—Deja el drama. -inquirió Alán y posteriormente rodó los ojos.
—Entonces no me queda de otra que llamar a tu abuela, bebé. -inquirí mientras miraba a la niña.
Alán palideció en cuanto escucho mis palabras.
—No es necesario… llevaré a Alana al hospital.
Me encogí de hombros ante su propuesta.
Y justo antes de que Alán tomara a la niña de mis brazos el timbre de la casa sonó.
—Ire a ver quien es.
Martín se encaminó abrir la puerta y antes de siquiera poder respirar la presencia de la señora Montero inundo el lugar.
—Ayleen, cariño.
Gire sobre mis pies y no dude en sonreir.
Ella me devolvió la sonrisa pero un segundo después desapareció.
—Alán…
—Mamá.
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Editado: 20.08.2024