Ayleen.
No me importa mancharme las manos de sangre, no me importa parecer una desquiciada. Nada me importa en este punto, nada.
Camine con decisión hasta mi auto, y justo cuando iba entrar en el escuché una voz detrás de mí.
—Ayleen.
Cerré mis ojos con fuerza y poco después gire dobre mis pies.
—¿Qué deseas?
—Piensa bien las cosas. Quedate aquí y deja que la caballería pesada valla por Maia.
Tras escuchar estas palabras sentí como la furia tomaba posesión de mi.
—Querida bestia del inframundo, te recomiendo que cierres la boca si no quieres atenerte a las consecuencias.
Kirk rodó los ojos.
—Las mujeres Salvatierra son un verdadero dolor de cabeza. -se mofó. —Espero no tener que lidiar con más mujeres como tú.
—Pues te jodes porque tendrás dos.
Los ojos de la bestia se abrieron como platos.
—¿Qué dijiste?
—Tu karma, llegara a este mundo para volverte loco.
Kirk se llevo las manos al rostro.
Y yo ante esta situación me burle de él.
—Cuida a mis tesoros en lo que yo regreso.
—Ayleen… -susurró él con voz apenas audible.
—Y si gustas puedes practicar como cambiar pañales y no morir en el intento.
Obvie que mi primo estuviera más blanco que un papel, para entrar en mi auto.
Deje las dos armas en el asiento del copiloto, para luego mirar con decisión el camino que tomaría en unos segundo.
—Voy por tí, Casidi. -afirme estas palabras mientras apretaba el volante entre mis manos.
Pasados varios minutos encendí el auto y le poderoso rugir del motor lleno mis oídos.
Mire por el espejo retrovisor y fue impresionante lo que mis ojos pudieron distinguir.
Un ejercito con dirección a la guerra. Eso aparentabamos ser.
Sonreí porque esa mujer no saldrá con vida de todo esto.
Tras este pensamiento pude en marcha el auto, y el ejercito detras de mi empezó a seguirme de cerca.
Después de un par de minutos aparqué el auto en el estacionamiento, y tras bajarme del auto escuché mi teléfono sonar incesantemente.
Número privado. Leí en la pantalla y acepte la llamada.
—¿Dónde estas rata miserable?
—Tanta prisa tienes de verme querida. -apreté el teléfono entre mis manos y aguante el deseo de lanzarlo contra el suelo. —Pense que nadie podía perturbar tu paz.
—¿Dónde estás?
La muy perra se mantuvo en silencio, por un segundo. Y esto logró impacientarme.
—Veo que trajiste un despliegues de hombres… pero tengo que decirte que es una verdadera lástima porque tu pequeña niña saldrá de aquí directo hacia el cementerio, Ayleen.
—¿Dónde estás?
Casidi solto una gran carcajada.
—Te estoy esperando, mar adentro. Ven a buscarme para que pueda terminar de una vez por todas con tu maldito reinado Ayleen. -tras estás palabras Casidi colgó el teléfono.
Por mi parte me encargué de maldecir, y de buscar un bote que me pueda ayudar a llegar a donde está esa demente.
Mi búsqueda obtuvo resultados porque encontré una moto acuática, sin detenerme a pensar empecé andar hacia ella y justo cuando estaba por subirme en ella escuché a mi hermano Alexander llámame.
—¡Ayleen…!
Le di una última mirada antes de arrancar a toda velocidad.
—No es tiempo de comadrear Alex. -inquirí para mi misma.
Conduje la moto acuática por veinte minutos, y mientras pasaban los minutos más perdía la esperanza de encontrar en maldito barco. Peor no podía darme el lujo de perder la esperanza, tenía que seguir buscando a mi hija. Así que, seguí conduciendo aunque a mi mente llego el pensamiento de que esa mujer me estaba engañando, pero luego de conducir varios metros más mis ojos observaron el barco anclado en medio del mar.
Acelere la moto acuática y después de recorrer varios metros estuve en la parte trasera del barco.
Ajuste ambas pistolas antes de saltar al barco. Y una vez estando en la cubierta tomé las armas en las manos.
Y justo cuando me iba a disponer a caminar la maldita presencia de Casidi apareció ante mi, con una gran sonrisa en los labios mientras le apuntaba a Maia, quién tenía la cabeza encapuchada.
—Que raro es ver que una reina salga hacer el trabajo por si sola.
Apunte ambas armas hacia ella sin dudar.
—Esto es entre tú y yo… así que deja a mi hija en paz.
—Te equivocas Ayleen… porque esta mocosa tiene mucho que ver. -a la enajenada se le oscureció la mirada. —¡ALÁN NO ME AMA POR SU CULPA…! Alán la quiere más que a mi, y eso yo no lo puedo permitir. Él tiene que ser mío, solo mío.
—Si quieres te puedes quedar con Alán, pero regrésame a mi hija.
Casidi, se atrevió a soltar una gran carcajada.
—Te lo dije hace un rato por teléfono y te lo voy a repetir nuevamente… tú hija saldrá de aquí directo para el cementerio. Porque yo me encargaré de quede totalmente calcinada. -tras ella verbalizar estas palabras sonrió mostrando sus dientes. —Porque en diez minutos exactos las bombas que coloque en este barco acabará con todo, así que es mejor que te hagas la idea de que moriras sabiendo que tuviste a tu hija a centímetro de tí y no pudiste hacer nada para salvarla. Ese sera el mayor castigo para tí, Ayleen.
Esas palabras lograron que los nervios tomaron posesión de mi cuerpo. Y esto influyó para que por mi mente pasarán un sin número de escenas.
—¡Dame a mi hija…! -demande.
—No estás en posición de mandar Ayleen.
—Me importan un comino tus malditas palabras… -luego de inquirir estas palabras, di un paso hacia ella, y como era de esperar Casidi retrocedió. —¡Dame a mi hija…!
—No te imaginas lo mucho que estoy disfrutando verte perder el control, Ayleen. Esta escena es la que más he disfrutado a lo largo de toda esta absurda historia. Pero no te voy a negar que quitarte a tu esposo, hacerlo dudar de tí, tenderle una trampa en mi cama para separarlos y hacerle pensar que procreamos una hija, me ha encantado, pero nada se compara con la escena que estas montando el día de hoy. Bravo Ayleen, …eres una verdadera estrella…
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Editado: 20.08.2024