Capitulo 8 escarlata.
ALANIS.
Mi caja torácica era muy pequeña y estaba segura que no podría mantener adentro mi corazón que latía desbocado, sentía que había corrido una maratón pero ahí es donde tenemos un pequeño problema. Odio correr.
-¿puedes pararte?- pregunta mientras que sus fuertes brazos me sostienen, su rostro se encuentra a cinco centímetros del mío y que me sostuviera contra su pecho no ayuda mucho. Es más creo que podría tener un ataque al corazón por la cercanía.
Y odiaba lo que podía provocar en mí, la sensación de que no tenía nada en control cerca de el me volvía loca.
-¿o te ayudo?- pregunta enroscando su brazo, no se cual, en mi cintura.
-creo- solté. Con la fuerza inexistente ordene a mi cuerpo a enderezarse pero ahí un pequeño problema -¿podrías soltarme?- pedí perdiéndome en sus ojos color miel.
-crees que pueda- susurro, no se si me contesto o se contesto a el mismo pero la cosa es que lo que dijo hizo estrago en mi, Dios no creo poder soportar más su cercanía.
-necesito- suspire entre que mi cuerpo respondía a medias y hacia lo que le antojaba y la atracción física que este hombre me envolvía moriría en cualquier instante –que me sueltes- sin querer mordí mi labio inferior. Una clara evidencia que mi cuerpo no hacia lo que mi inconsciente ordenaba.
El solo me miraba. Sus ojos me quemaban, lo sé por me sentía afiebrada aparte de que mis mejillas eran como carbón encendido. ¿hacia calor? Pero si estábamos en pleno invierno.
-¿segura?-
-¡por favor!- mi voz fue en aumento y una sonrisa de costado se dibujo en su rostro. Maldito parecía divertido hacerme sentir avergonzada. me ayudo a terminar de estar de pie, su mano derecha paseo por desde mi hombro hasta el codo haciéndome sentir la piel de gallina por la sensación abrumadora. En cambio su brazo, el cual estaba en mi cintura, muy lentamente se fue retirando sin antes no contornear mi cintura para finalmente sus dedos detenerse cerca de mi ombligo y luego alejarse.
El sabía que había provocado algo, esa especie de caricia hizo toda mi espalda se electrificara, estaba perdida, y odiaba estar así. pero por lo menos el dolor de cabeza desapareció por un instante.
-gracias- murmure mirando a un costado.
-tenemos modales- confirmo.
-siempre, mi abuela me enseño a tenerlo-
-no pareció eso hace un rato atrás cuando chocaste conmigo-
-y otra vez el burro al trigo- rodeo los ojos y me dispongo a alejarme de el. su cercanía me incomoda hasta tal punto de desearla.
-bueno- dijo mientras pasaba por su lado de camino al mostrador. –creo que puedes devolverme el favor de ayudarte con un café-
-¿Cuál favor? ¿Cuál café?- desajuste el cinturón para luego dejarlo a un lado olvidado. Mejor dicho junto a la caja registradora.
-pues no denunciarte a la policía por allanamiento de morada o salvar tu vida recién antes de que tus lindos labios besaran el suelo- sonríe apoyando antes brazos en el mostrador.
-mira- ocupe el otro lado del mueble quedando frente a el.
-Adrien Rinaldi, un gusto-
-mira Adrien, lo de la madrugada fue sin querer, debía llegar a un lugar rápido, no sabía que habías comprado la propiedad, en realidad no sabía que esa parte del bosque era de tu propiedad, por lo que fue un atajo hacia el lugar donde debía llegar.- suspire –segundo lo de recién te lo agradezco pero estoy segura de que me las hubiera arreglado sola.-
-segura- asiento -¿no dirás nada por el cumplido?-
-¿cual cumplido?-
-sobre tus labios-
-yo… mm…- me sentía un pez fuera del agua por que había la boca pero nada salía de ella.
-me invitaras un café-
-lo lamento pero la cafetería está cerrada por el momento- necesito que este tipo se vaya ahora. –el que se encarga de la maquina no se encuentra y-
-¿pero tú sabes manejarla?- estira su brazo y con las puntas de sus dedos logra tocar mi mejilla. -¿cierto?-
-yo- comencé a decir pero no previne el hecho que el se apoyara en el mostrador dejando medio cuerpo suspendido con su rostro muy cerca del mío
-si te beso ¿valdría un café?– sus ojos iban desde mis labios a mis ojos y devuelta a mis labios.
-muy barato es un beso mío ¿no crees?- conteste.
-pero estará hecho con tus manos y eso es lo que cuenta para mí- el espacio entre ambos iba reduciéndose.
-¿solo quieres el café?- pregunte alejándome un poco recibiendo aire fresco.
-podría ser lo primero eso tenlo por seguro- parecía prometer mucho mas.
Suspire –veré que puedo hacer- debo alejarme lo más posible de el.
-por mi está bien mi reina de la noche- sonríe -¿podría ser un café diplomático?-
Asiento, se que lo vi en alguna parte del recetario de Amón –¿algo más?-
-un rol de canela y si es posible a la cuenta agregar el libro estudio en escarlata- se aleja del mostrador de camino hacia el libro. –no se creo que se ha convertido en mi favorito-
Y mi dia fue un asco.
El tal Adrien no se fue hasta pasadas las siete de la tarde y lo más horrible que nadie entro al local, solamente estábamos los dos, el leyendo el estúpido libro, que me perdone Sir Arthur Conan Doyle, con su café y un arrollado de chocolate, crema y frutillas.
Termine de acomodar todos los nuevos ingresos aparte y tuve un poco de tiempo para ver mi pedido de libros nuevos para mi biblioteca personal, Bella Andre con la confitería, o Colleen Hoveer con bueno todos los libros que esa mujer escriba, Abby Glines y aunque como siempre una pequeña colección de fantasía la cual esta vez la autora era Abra Ebner.
En cuanto a la otra caja. La cual la llamamos la caja misteriosa, aparece una vez al mes o cada quince días con un montón de productos. Lo más curioso era que la abuela me hacia usar aquellos productos desde que era niña. Perfumes, jabones, cremas, lociones y aceites de tipo natural a base de flores. Hasta productos para el cabello contiene esta caja de cartón reciclado.
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Editado: 30.06.2020