El abanderado tembloroso
Hoy es un día como cualquier otro. Solo 8º C de temperatura. Juan llegó a su colegio secundario como todos los días, en la camioneta de su papá, explicándole y resumiendo sus temas para el examen de historia de mañana. Entra y, como de costumbre, se sienta con los pocos compañeros que llegaron temprano. Toma su resumen de física y todas sus fórmulas. Pretende tener el último repaso antes del examen de física de tercer año. Él y sus compañeros, saben que no tiene sentido alguno, pero lo hacen de igual manera, con la esperanza de que cualquier cosa que escuchen puedan usarla en el examen.
Pasan 15 minutos aproximadamente y suena el timbre de la formación. Todos sus compañeros recogen sus cosas y van en dirección a la puerta del patio para formarse.
Sin embargo, a Juan le espera un destino distinto. La preceptora lo llama aparte y le dice que vaya a la dirección. Al entrar, se encuentra con una gran cantidad de chicos y la directora.
Era el abanderado nacional y en menos de 5 minutos, iniciaba el acto. Él, como de costumbre, tomó la bandera y se puso su banda. Era su momento de brillar. Llegar a aquel puesto en la bandera, le había costado muchas horas de estudio, muchas fiestas que no asistió y, en general, mucha perdida de amigos, teniendo como resultado, mucha envidia. Sin embargo, el parecía un chico normal y como cualquier otro. Pelo rubio largo y despeinado, cara de zombie (consumido por el sueño), alto como adulto de 20 años y con intereses comunes entre su grupo. Todo normal.
Inicia el acto y, como cualquier acto nacional argentino, entra las banderas de ceremonia. Se paran frente a todo su colegio, alabado por aplausos y silbidos y, el profesor a cargo, nombra y felicita a los abanderados presentes. Él estaba feliz y, parecía no mostrar nervio alguno.
Inicia el himno nacional y las banderas se elevan al cielo, apoyándose en la cuja de la banda. Aunque Juan encuentra dificultad en posicionar el extremo de la pesada bandera en la cuja, debido a su gran estatura, lo logra. Entonces, automáticamente, una de sus piernas empieza a temblar sin parar. Juan intenta en su interior pararla y, al hacerlo, solo empeora las cosas. Su pierna dejó de temblar, pero ahora su mano empezó a hacerlo. Intenta evitarlo, pero ahora sus dos piernas tiemblan sin parar. Por más que lo intente, ya no puede paralas. Sus piernas parecen tener control propio. Lo mejor que se le ocurre, es respirar hondo y pensar en otra cosa, mirando fijamente a un punto, sin foco alguno, esperando que sus manos no sigan el ejemplo de sus otras extremidades temblorosas. Cuando mira de reojo los rostros de los espectadores del acto, logra identificar caras de confusión, de burla y de desagrado. Sin embargo, él solo sigue, con sus piernas temblorosas, fijo en ese punto, esperando a que el himno pare. La bandera, moviéndose de un lado a otro, finalmente se apoya en el piso cuando la música finaliza.
Juan mira hacia la fila de su curso, aunque solo ve risas y burlas de antiguos amigos suyos. Él, a pesar de todo, no se quiebra y sale por la puerta del SUM donde se hacía el acto. Se dirige hacia la dirección para dejar al gran “honor” que había portado en el acto. En el camino, causa de gran estatura, golpea el marco de la puerta al pasar. La directora, con mala cara, intentó bromear para no parecer tan molesta pero, por más que intentara, no podía esconder su mal humor.
Estaba viviendo una pesadilla. Sus piernas, aún después de lacto, seguían con pequeños temblores, los que después de unos minutos, cesaron.
Ahora, nuestra pregunta es:
¿Por qué temblaba tanto? ¿No debería tener orgullo? ¿Era miedo o nervios?¿Qué sucedió con él?
Podríamos sacar muchas hipótesis de la razón de sus temblores, pero jamás sabríamos la verdadera razón, ya que ni el propio Juan tenía idea del porqué reaccionó así.
Podríamos conocer más a Juan y, con una ayuda de la psicología humana, plantear una posible respuesta. Para esto, vamos a ver su vida:
Juan es un chico de 15 años recién cumplidos. Es un chico que suele ser muy afectivo y respetuoso con sus compañeros y, muy educado y simpático con sus mayores. Suele interesarse en los gustos de los profesores e intenta hacer lazos de confianza con ellos. Él admira a sus profesores y los ve como gente buena y agradable.
Juan, como chico estudioso que es, suele prestar mucha atención en clase y entender lo mas posible. Él cree que, si no aprovecha las horas que está en clase, estaría desperdiciando muchas cosas. Entre ellas, está el dinero que pagaron sus padres para que el pueda ir, el tiempo de su día (Él iba a tener que ir al colegio de igual forma y luego dar los exámenes. Si desperdiciaba ese tiempo, luego tendría que gastar su poco tiempo libre para estudiar) y el tiempo de sus profesores, quienes están compartiendo su conocimiento y sabiduría con sus discípulos. Muchos decían que Juan era una persona superdotada o super inteligente por su alto rendimiento académico, sus altas notas en las instancias evaluativas y su abierto conocimiento cultural.
La realidad es que, Juan se esforzaba mucho, noche y día, para conseguir esas notas. Prestaba mucha atención en clase y estudiaba todas las tardes. Por esa razón, solía saber todos los temas para las pruebas.