Melodia de Amor

03|El retrato de Elizabeth

"¿Qué es el amor? Es la sonrisa de un rostro, la mirada de un ojo, la voz de una boca" - William Shakespeare

David Bennett

Su sonrisa, su bello rostro y ese cabello que jamás podría olvidar, era impresionante el destino y que maravillosa manera de volverla a ver.

—¿Quién se casará? No me digas que tú

—No, claro que no —Mia dice un poco apenada—. Se casarán mis dos mejores amigos y quizá suene atrevido, pero me encantaría que fueses tu mi acompañante.

David se maravilló, encantado acepto y le propuso llevarla a su casa, con la intención de esta vez, pedirle su número telefónico, ya que la última vez la resaca de esos días de sufrimiento lo habían hecho olvidar su dirección.

—¿Qué edad tienes mía? Te miras muy joven

—No deberías preguntarse la edad a las chicas, David

—¿Te parece si yo te lo digo primero?

—¿Un intercambio?

—Podría ser

—Vale, acepto —Mia acepto con una gran sonrisa, juntos salieron del teatro y David fue el primero en darse cuenta de que aún no tocaba su piel, de una manera respetuosa, la última vez que se vieron no la toco en absoluto, ni su mano, ni un beso en la mejilla, ni una caricia o un toque sin querer.

Está vez será diferente

—Tengo 30 años —Menciono haciendo que mía abra los labios con asombro, David respetuosamente estiró su mano para que ella la tomara como señal de ayuda para bajar los enormes escalones, mía los miro horrorizada y apenada porque debía bajarlos con lentitud.

—Tengo 25 años David y prefiero bajar los escalones yo sola

—¿Te incomoda el contacto físico?

—No, me incomoda mi lentitud, llevo tacones de punta fina, caeré si voy de prisas —Mia mintió en su agilidad de caminar, correr o trotar con tacones, David se apresuró cuando ella iba a bajar el primer escalón y la detuvo tocando su brazo.

—Si no te incomoda el contacto físico, déjame cargarte

Mía lo observo con sorpresa y mil emociones en la mirada, David se inclinó sin dejar de verla y la cargo en sus brazos fuertes, mía pensó en que era muy pesada, pero David se sentía maravillado con poder ayudarla a bajar.

Mía sonrió que por un instante era la protagonista de su propio cuento de hadas, 25 años creyendo que ningún hombre podía fijarse en ella por lo débil que es, y llega David alterando todas sus expectativas.

Cuando sus zapatillas vuelven a tocar el suelo, sus manos están sobre los brazos de David, lo suelta por inercia y llena de pena baja el rostro sonrojado por el momento.

—Creo que no te lo había dicho, eres muy hermosa

Mía lo observo, David sonreía con naturalidad, no quería que acabará el tiempo con ella, no quería que llegara el momento de despedirse nuevamente.

—Gracias, David

—Este vestido es...es digno merecedor de una cena elegante, si tú me lo permites me gustaría invitarte a cenar —Propuso haciendo que ella sonría

—Me encantaría, pero hoy es la cena por el compromiso de mis amigos —Dijo mía haciendo que David se diera por vencido, Pero sus ganas también no desaparecían—. Pero me encantaría que me acompañes a esta cena si tú lo deseas

Eso fue suficiente como para que David volviese a estirar su mano hacia ella, mía la tomo sintiendo el calor de su piel, comenzaron a caminar hacia el auto y como todo un caballero abrió su puerta y la ayudó a subir con un lindo gesto, mientras conducían David encendió la radio nuevamente.

Estacionó el auto después de casi 30 minutos conduciendo y bajo queriendo ir para abrirle la puerta a mía, pero su mayordomo ya lo había hecho, la misma hermosa casa grande de hace tres meses, nuevamente ante sus ojos.

Esta vez no lo iba a desperdiciar.

—Él es el señor Bennett, que tenga buena atención, es mi amigo.

—Por supuesto señorita Wagner

Entraron en el jardín perfecto que cualquier amante pudiera desear, todo estaba en perfectas condiciones, pero le impacto más la estatua de mía sobre el jardín que cualquier otra cosa.

—Te presentaré a mis padres, aún falta como una hora para que inicie la cena ¿Te parece?

—estaré encantado de conocerlos —David con una sonrisa mencionó, mía camino delante de él entrando en la casa perfecta, es blanca con tonalidades grises, es algo vintage pero a la vez minimalista, observo con sus ojos lo más que podía y entre su curiosidad observo uno de los retratos que su abuelo Joel tanto repetía.

¿Por qué tendrían un retrato de una mujer desconocida?

Sin embargo, no cuestionó nada, siguió su camino hasta la sala de descanso donde observo a una mujer parecida a mía, cabellos rojizos y un par de canas mezcladas, ojos verdes inigualables y a un señor de unos 48 años quizá.

—Les presentó a David, un amigo con el que comparto el amor por el arte y la música clásica, David te presento a mis padres, Julia y Carlos Wagner

—Es un placer conocer a los padres de esta gran mujer




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