Melodías del Corazón.

Capítulo 1.

Ella había decidido salir. Llevaba mucho tiempo encerrada en su habitación, pero fue convencida por su psicóloga que era lo mejor para comenzar una nueva vida. Y este era su segundo paso. El primero fue empezar a tocar el piano y expresar sus sentimientos con claridad, ya que siempre hacía entender que estaba bien cuando no lo estaba. Sus padres estaban preocupados por ella. Nathaly era su bebé a pesar que ya era una adulta hecha y derecha.

Volvió a su antigua academia. Incluso ya tenía una habitación amplia para su movilidad, blanca porque era su color favorito, con grandes ventanas para iluminar con la luz del sol su creatividad. Su característica peculiar que la identificaba era su largo vestido blanco. Para ella ese color significaba la luz que jamás vería, significaba la pureza de alma, la paz que tanto necesitaba. Ella siempre se quedaba de pie frente a la ventana sintiendo el calor del sol penetrar su piel, para escuchar los sonidos de la ciudad. Ella había aprendido un método para componer sus propias melodías, pero nunca las tocaría en público. El único que escuchaba sus composiciones era su maestro el gran Sammuel Brown quien le ayudaba a pulirlos, ya que ella era nueva en el divino arte de la composición. Era más complicado de lo que parecía. Su método consistía en grabar lo que tocaba en el piano y un traductor, en este caso Sammuel, escribir las notas en su cuaderno pentagrama.

Ahora la tecnología ha avanzado considerablemente y ya no necesita un proceso tan largo. Como su familia tiene tanto dinero, invirtió en la creación de un piano adaptado a sus necesidades y tiene consigo incorporado un dispositivo de grabación que con cada nota que ella toque en el piano automáticamente quedará grabado en un dispositivo de USB. Marcus, su nuevo chofer le ayudaba a colocar la USB dentro del piano donde se encontraba la grabadora y una vez que sus manos empezaban a tocar, toda la academia escuchaba y aprendía de su música. Ella era la heroína de muchas de sus múltiples admiradoras, niñas que soñaban ser como ella. Como llevaba algunos años sin tocar sus dedos se cansaban rápidamente, pero aún así eran rápidos. Los más rápidos que han existido hasta el momento.

En la habitación contigua se encontraba la oficina de Sammuel. Quería estar cerca para cuidar de ella. En algunas ocasiones tiene ataques de pánico al recordar lo sucedido hacía unos años. Cuando era más joven tocaba en los grandes estadios, teatros y en algunos recitales de ballet. Sin embargo, después de su accidente dejó de tocar por segunda vez y en definitivo.

Durante la primaria y la secundaria sus compañeros se burlaban de ella por su condición. Fue tanto el acoso que tuvo que abandonar sus estudios por unos meses cuando tenía dieciséis años de edad y también dejó lo que más amaba en la vida: la música. Recibía mensajes amenazantes que sembraban el pánico en sus padres y tuvo una caída que atentó contra su vida. Con el tiempo no permitía que alguien entrara en su habitación con excepción de sus dos hermanos favoritos. Después conoció a su psicóloga quien le ayudó a superar este miedo a ser rechazada de nuevo por las personas por ser diferente. Ella le hizo ver que era especial y fue cuando comenzó a tocar.

Sin embargo, los acosos no se detuvieron. Decidió regresar a colegio a pesar del sufrimientos y aprendió a ignorarlo. Aunque nunca se sintió más sola en la en la vida. Deseaba tener a alguien a su lado, alguien que la escuchara, que le hiciera compañía. Sus hermanos y sus padres estaban demasiado ocupados como para darle un poco de su atención. Su madre nunca estaba en casa, su padre siempre estaba en su despacho revisando las cuentas, sus hermanos y hermana trabajaban. Sus abuelos siempre estaban discutiendo. Y no tenía amigos en el colegio. Estaba sola. Sumergida en la oscuridad.

Eso era lo que transmitía en sus composiciones.

Un día ella tuvo una recaída. Dejó de ir al colegio de nuevo por un tiempo, ya que estaba en recuperación en el hospital. Sus muñecas estaban heridas, pero no más que su corazón. Lloraba cada noche en su cama, ya ni quería tocar el piano. Sus padres desconcertados no sabían qué hacer con su hija. No querían internarla por temor al escándalo y para evitar los chismes de los periodistas. Ella estaba sola, de nuevo. Su psicóloga intentó hacerse cargo, pero ella no la dejaba entrar en su habitación. Nadie ni sus hermanos más cercanos podían entrar. La puerta estaba cerrada por dentro y sólo ella tenía la llave. Si ellos no querían estar con ella, entonces ella tampoco quería verlos nunca más. Ordenó que sólo su empleada Karina podía entrar, pero ella no se quedaba más de dos minutos; sólo entregaba la comida y luego venía para recoger los platos vacíos.

Tenía un piano vertical de madera negro en sus habitación. Pasados cuatro años después, por primera vez se acercó a él. Sus dedos delicados besaron sus suaves teclas. Tocó una nota que resonó como un eco en su habitación. Sintió algo especial en ese pequeño acto. Tomó asiento en el banquillo, colocó sus manos sobre las teclas sin hacer nada más. Se quedó allí, de esa forma, quieta, en silencio por un par de horas. Cerró sus hermosos ojos azules un momento y recordó aquellos días de gloria. Frente al público, demostrando al mundo lo que podía hacer. Demostrando que su poder era imparable. Recordó esos días de felicidad. Las cuerdas dentro del piano sonando con cada tecla que sus dedos tocaban, sus pies moviendo los pedales, la seriedad de su rostro, su cabeza moviéndose de un lado a otro, sintiendo la música y sin darse cuenta sus dedos se movieron involuntariamente.

Volvió esa adrenalina que hacía mucho no sentía. Se sintió libre por primera vez en mucho tiempo. Su padre estaba en casa cuando escuchó un ruido que provenía de la segunda planta. Subió en carrera y a través de la puerta escuchó a su nena tocar el piano. Echaba de menos ese hermoso sonido. Su padre lloró. Y tocó hasta cansarse como si el tiempo no hubiera pasada nunca, tal y como si hubiera detenido tan solo unos minutos hasta que ella volviera a la normalidad. Su frente sudaba, sus dedos eran rápidos, las lágrimas bañaban sus mejillas y su cuerpo respondía con cada nota. Tocó todo el día hasta que sus cuerpo no pudo más y se desmayó.



#27897 en Novela romántica
#4607 en Chick lit

En el texto hay: musica, romance, drama

Editado: 10.02.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.