Una melancolía diurna: Floración
Nada detiene la floración pálida
de la muerte de nieve.
No se puede cambiar este reino.
Un anillo que muere olvidado en un cajón
renace entre dedos verdes,
en comunión con la blanca
silueta de diciembre.
Un anillo que es un niño huérfano
que llora y acaricia la ausencia
con su brillo luctuoso, poco diáfano.
Augura la más letal indiferencia.
El sol de invierno sobre esa mano
hace creer que sus deseos no son vanos.
Se ve la sombra de una mariposa moribunda
ahí en la ventana, la sombra pasa sobre el anillo
antes de descender a besar una muerte de nieve.
El brillo del oro retorna con sorna.
La blanca luz que se vuelve un horno...
Un adorno no es más que un retorno,
con dudas de los dedos de lo eterno.
No se puede cambiar este reino.
Nada detiene la floración pálida
de la muerte de nieve.