Rodrigo
—Rodri... ¿puedes decirme cómo era tu ex?
Después de establecer su nuevo estatus, Aira no esperó mucho tiempo para formular la pregunta que ansiaba que fuera respondida por él. Esto era algo que Rodrigo había esperado que lo hiciese, sí. Pero no tan pronto. Y aquello lo dejó tan desencajado que su rostro, usualmente inexpresivo, fue un espejo de la confusión de su alma en ese instante...
—¿Mi...? ¿Mi ex? —dijo al tiempo que se rascaba el cuello.
Ella asintió.
—Bueno...
Elevó la mirada hacia el techo. Sus ojos se toparon con el color de aquel y con una frase que le traía viejos recuerdos de su amor pasado, el cual quería enterrar, pero que le era imposible debido a la insistencia de Aira. Así que optó por devolver la pregunta con otra, como era lo usual que solía hacer en este tipo de situaciones:
—¿Debo contestar a esto?
—Claro —dijo ella cogiéndolo de ambas manos, en un gesto que en una situación normal transmitiría apoyo a una persona, pero que a él le provocaba incomodidad.
Rápidamente, retiró sus manos de las de Aira y se rascó detrás de las orejas.
—¿Qué es lo que quieres saber de ella?
—Bien... ¿Cómo es físicamente? —le interpeló con el ceño fruncido muy segura de sí.
—Bueno... —Tragó saliva—. Medía... —Ladeó la cabeza—. No la he visto hace años. Pero cuando tenía diecisiete medía 1.72. La última vez que me informó de su peso era de 56 kilogramos. Su presión entonces era baja, de 10 si no me he olvidado. Pero tomando en cuenta su edad actual, pues su masa corporal debe de ser...
Y así continuó hablando de cómo una vez, cuando paseaban por un centro comercial cerca a su casa, ella optó por pesarse en una balanza electrónica. Esta era de las que entregaban un ticket e informaban de la presión, el índice de masa corporal y demás basados en el peso, el sexo y la edad de quien se sometía a su evaluación. A Aira le pareció alucinante que se acordara con tantos detalles de estas cosas a pesar de haber transcurrido varios años, y así se lo hizo saber.
—Bueno, me preguntaste cómo es físicamente. Y yo traté de hacerme una imagen aproximada de cómo sería ahora.
Ella hizo una mueca.
—¿Y era bonita?
—Sí —dijo sin rodeos.
—¿Era como una típica pituca?
—¿Eh?
—¡Las pitucas! Esas que hablan como si tuvieran una papa en la boca, son rubias, de ojos claros, con la nariz alzada... —Hizo un gesto de desaire, elevando su nariz y observándolo de reojo—. Como si todo les apestara... ¡Ay fo!
—¿Ay fo? —preguntó arrugando la ceja.
Aira meneó la cabeza.
—Será por tu Asperger o porque en el fondo eres un amor de persona. —Ella volvió a cogerle de la mano, provocándole que se sintiera intimidado de nuevo, sin saber qué hacer o decir—. O por lo que sea, pero eres muy sencillo, y eso me gusta de ti. Y tu forma de hablar no es como la de un pituco, a pesar de que sé que tu familia tiene dinero.
—Un psicólogo me dijo que el tono de voz con el que solemos hablar los Aspie suele ser distinto del resto —afirmó para después retirar su mano de la de ella.
—¿Te molesta que te agarre de la mano? —preguntó en un tono de voz de enfado.
—Sí. ¡Te sudan mucho las manos! —dijo sin tapujos.
—Ok —dijo alejándose de él y alzando sus manos a la altura de su rostro, como si fuera una señal de "STOP"—. Ya capté el mensaje.
Ambos se quedaron sin saber qué decir o hacer. Rodrigo volvió a elevar su mirada al techo y lo que decía en él, le trajo recuerdos de una situación por la que había pasado años atrás...
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—Quiero que seas mi enamorado. ¿Me aceptas?
Una chica de piel morena lo tenía acorralado en la pared, literalmente hablando. Toda la fiesta de primavera del colegio había clavado sus ojos en él. Y cuando lo vio solo en los pasillos, le había preguntado si tenía tiempo para hablar con él. Sin embargo, luego de hacerle su propuesta, Rodrigo optó por rechazarla de inmediato.