[Una muchacha con un talento para el baile, decide seguir sus sueños, aunque eso vaya en contra de su padre. Un joven con deseos de abrirse camino en la música se fija en esa encantadora bailarina que se convierte en su musa.]
NO- la voz de su padre resonó en toda la sala.
Pero padre...- intenté doblegarlo.
He dicho que no, mientras vivas en mi casa me niego que sigas con ese sueño del baile, tienes muchas oportunidades y te empecinas en eso- siguió hablando enojado.
No lo entiendes, bailar es lo que amo, no quiero trabajar tras un escritorio y gastar mi vida renegando de ella- me exalté ya que no veía lugar para llegar a un acuerdo.
¿No viste como acaban los que siguen ese tipo de sueños? Mira a tu hermana sin poder caminar- terminó de decir.
Sabía que la nombraría, mi hermana mayor había sido gimnasta, una de las mejores hasta que se lesionó, cosa que hizo que mi padre se negara a que siga mis sueños, aquel episodio nos había marcado, sin mi madre no tenía en quién apoyarme, mi hermana vivía en su mundo, aún le era difícil dejar atrás sus épocas de gloria, flashes y medallas, tenía pesadillas de ese día, era cuidada por una enfermera y ya no era la de antes, la extrañaba.
Antes de su lesión ambas soñábamos con presentar un show juntas, porque amábamos ver programas de concursos de baile.
Me voy- anuncié parándome del sillón.
Si sales de esa puerta, te quedas sin tu parte de la herencia- dijo mirándome amenazante.
Nunca se trató del dinero, nunca- dije antes de subir a mi cuarto por mis cosas.
Sentía picar mis ojos, quería llorar, nunca había discutido tan fuerte con papá, pero prohibirme de bailar no lo aceptaba, era lo único en lo que me sentía cómoda, no importaba el lugar, mis pies me guiaban, era mi lugar seguro.
En el momento no lo pensé muy bien, pero ya estaba dicho y mi orgullo me obligaba a seguir con ello, aliste mis cosas en una maleta y me fui a casa de una amiga.
Fue difícil al principio, pero Eliza mi profesora y ahora amiga me apoyaba, había iniciado a los 12 años como un pasatiempo mientras mis padres me tenían abandonada por sus viajes, no pensaba que algo así me gustaría, pero me enseñó a sacar lo mejor, todo lo que sabía lo había aprendido de ella, ahora con 20 se me presentaba la oportunidad de tener un espacio en una academia donde enseñaría a pequeñas entre los 5 y 10 años.
Señorita, el nuevo profesor, es fantástico, hace sonidos con su guitarra- escuché la voz de unas de las pequeñas a las que enseñaba.
Hoy era mi última clase de la semana, trabajaba en una academia de artes, con lo que ganaba aquí pagaba una parte de la mensualidad de mi universidad y algunas cuentas, sí no había dejado la universidad, papá había hablado con el rector, le sorprendió que no faltara a clases, aún no conocía muchas cosas de mí, formaría mi propio destino.
Amaba bailar y pasar tiempo con las niñas me sacaba de mi rutina. veía reflejada mi yo de hace 8 años aprendiendo, esperaba poder ayudarlas como lo hizo Eliza.
¿Así? Debe ser un buen profesor, pasaré a saludar- dije sonriéndole a la pequeña.
Le conté sobre sus clases y me dijo que quería una clase con usted- siguió hablando- porque él baila pésimo- escuché su risa al decir lo último.
Uy, entonces necesita clases urgente para que sea un buen bailarín- dije riendo.
Terminé de guardar mis implementos y salí del lugar no sin antes despedirme de todos, según el tiempo de mi celular hoy llovería y como siempre olvidaba el paraguas, apenas salí sentí un fuerte viento y vi la calle mojada, la lluvia no dejaba de caer, la parada del bus estaba al frente y yo vestía un jean con una blusa corta crema, había olvidado llevar una casaca, podía caer y perderme el bus, pero también podía empaparme, subir al bus y luego resfriarme, no lo pensé y me puse a correr, por un momento pensé que iba a caerme, pero solo me mojé el cabello y la blusa, intenté cubrirme con mi brazos, cuando escuche una voz hablarme al costado.
Toma- habló aquel chico.
Voltee a verlo y me estaba pasando su casaca, era muy alto, tenía el cabello hasta los hombros y usaba lentes, me quedé observando como si de un ángel se tratara hasta que caí en cuenta que él seguía teniéndome su casaca y me miraba algo extraño.
Tranquila, te vi cruzar la calle y supuse que necesitabas algo con que cubrirte, aparte yo también voy a tomar el bus- dijo amablemente. Me llamo Ramiro, soy profesor de música- se presentó.
Tomé la casaca y me la puse, era 2 tallas más grande, pero me servía para cubrirme del frío.
Me llamo Sol- le respondí.
Desde ahí no dejamos de vernos, descubrí que él era aquel profesor de música del que me habían hablado las niñas, salíamos a la misma hora y tomábamos el mismo autobús, en el camino hablábamos, sabía que estudiaba música en un conservatorio, su sueño era sacar un álbum y cantar por el mundo, le hablé de mi sueño que era bailar en un musical de broadway, quizá hacer teatro y crear una academia de baile.
No sabía que eras tan gracioso- dije mirándolo curiosa.
Llevaba buen rato riendome y sentía la necesidad de orinar...
Lo dices por mi nariz de payaso o porque la paloma me cagó en el cabello- dijo mientras trataba de limpiarse.
Por ambos- reí.
No te rías- se quejó burlón.