Mi historia comienza hace muchos años. Ya desde pequeño era una persona diferente a los demás. No os penséis nada raro. No tengo tentáculos, ni un tercer ojo en medio de la frente ni nada por el estilo.
Pero cuando yo era pequeño había... ciertos estándares de comportamiento que se supone que los niños y niñas seguíamos. Por ejemplo, a los chicos debía gustarnos jugar al fútbol, a la guerra y hacer el bruto. Y las chicas tenían que jugar con muñecas, saltar a la comba y jugar a cosas... más dulces e inofensivas.
Y la verdad, yo nunca he comprendido que tiene de divertido dar patadas a un balón.
En el colegio al que iba era muy habitual que en los recreos, se jugara al fútbol, una clase contra otra, a pesar de que los profesores lo habían prohibido, para evitar que los niños (e incluso ellos mismos) tuvieran que ir esquivando pelotazos cada cinco segundos. Pero eran tantos los que se saltaban la norma, que al final había que hacer la vista gorda (era eso o acabar el curso con más balones requisados de los que se usan en un mundial).
Mis compañeros jugaban habitualmente. Pero en mi caso lo más frecuente era que me dedicara a cambiar cromos de una de las decenas de colecciones que salían cada año. Otras veces me sentaba en una esquina del patio a leer algunos cómics que me compraba mi padre de vez en cuando o a jugar con las 'maquinitas de marcianitos' que tan de moda estuvieron en mi infancia (algo así como vídeo-consolas cutres que solo llevaban un juego generalmente con la misma pantalla siempre y solo cuatro o cinco posturas diferentes para los personajes y bichos que salían) hasta que acabara el recreo y tocara volver a clase.
A los profesores tampoco les hacía gracia que hiciéramos esto. Querían que nos moviéramos, que no estuviéramos quietos todo el rato (sinceramente, ¿alguien era capaz de entenderlos? Yo creía que, hiciéramos lo que hiciéramos, les parecería mal).
Bueno, mejor me centro, que me estoy enrollando mucho. Comenzaré la historia en el primer día de instituto, ya que fue el curso en el que todo empezó a cambiar.
Cuando acabé de estudiar la EGB cambié a un instituto que estaba fuera de la ciudad y que tenía fama de ser bastante pijo, ya que a él iban hijos de gente importante (políticos, médicos, abogados...). Mis padres no tenían tanto dinero como estos, ya que trabajaban en una tienda de regalos, pero como realmente no era tan caro, podían permitírselo.
El primer día, un viernes, me tocaba ir al salón de actos del instituto. No había clase, pero era costumbre en ese instituto que la directora diera un discurso de bienvenida a los nuevos alumnos, algo que hacía todos los años.
"A continuación, el presidente del consejo de alumnos, Pedro, os hará una visita guiada por las instalaciones del instituto y os explicará como y cuando podéis hacer uso de ellas," estaba diciendo doña Vanessa. "Además, en este instituto queremos potenciar las actividades extra-escolares. Por ello se han creado diversos clubs. La semana que viene, por las tardes, todos estos clubs pondrán puestos donde informaros de sus actividades. Se espera que todos os apuntéis al menos a uno de ellos."
El discurso siguió durante un rato más y cuando la directora terminó de hablar tomó la palabra un chico moreno.
"Hola a todos. Soy Pedro Barceló, alumno de tercer curso y presidente del consejo de alumnos. Como ha dicho doña Vanessa, a continuación os acompañaré a hacer una visita guiada por el instituto y os enseñaré las instalaciones. Cualquier duda que tengáis me la podéis preguntar. Ahora seguidme."
Primero nos llevó a las pistas deportivas. Había un campo de fútbol, uno de baloncesto, una pista de tenis y una de pádel.
"Podéis usar las pistas deportivas siempre que queráis, pero deberéis reservarlas con antelación, ya que somos muchos alumnos y no podemos utilizarlas todos a la vez. Aquí al lado está también el gimnasio, donde tenéis bicicletas estáticas, cintas para correr, pesas, piscina cubierta e incluso una sauna."
"Genial, ¿podemos traernos a alguna amiga de vez en cuando?" preguntó un chico rubio, de pelo rizado.
"¿Y tu eres...?" le preguntó Pedro.
"Luis. Me llamo Luis Gutierrez." dijo con una amplia sonrisa en su cara. "Creo que oirás hablar de mi bastante, porque tengo intención de ser el próximo presidente del consejo de estudiantes."
"Ah, si, el hijo de la alcaldesa, ¿no?" la cara de Pedro hizo una mueca de desagrado. "Ya me han hablado de ti. Mira, niño pijo, tal vez en tu colegio eras el más guay por ser el hijo de la alcaldesa, pero aquí las cosas van a ser diferentes. Aquí no nos gustan los graciosillos. Y si lo decías en serio, hay que ser cutre para llevar a una 'amiga' a la sauna del instituto." Se oyó una risa del resto de los alumnos. Luis se puso rojo. "Respecto al puesto de presidente del consejo, se decidirá en diciembre en unas elecciones, como todos los años pero es todo tuyo si lo quieres."
Seguimos visitando el instituto. Pasamos por los laboratorios de ciencias, la sala de ordenadores y finalmente llegamos a la biblioteca.
"Esta es mi parte favorita del instituto," dijo Pedro. "La biblioteca."
Entramos en una sala inmensa, que nada tenía que envidiar a las bibliotecas de grandes universidades que había visto en películas americanas. En cuanto entré se me abrieron los ojos como platos.
"Aparte de libros de consulta de muchas materias diferentes, en esta biblioteca tenéis novelas de géneros muy variados que han ido donando ex-alumnos y colaboradores. Podéis venir a disfrutar de ellos cuando queráis e incluso podéis llevaros alguno a casa, como si de una biblioteca pública se tratara."
Esto es el paraíso, pensé yo. Creo que ya se donde voy a pasar el tiempo después de las clases.
Pedro debió notar mi expresión porque se me acercó y me dijo: "¡Hey, chaval, que se te cae la baba!"
"Es que me encanta leer. Sobre todo ciencia-ficción... y cómics. Pero imagino que aquí no habrá muchos."
"Hmmm. Alguno hay," me dijo él. "Aunque ninguna maravilla. Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape y cosas así. También unos cuantos de Mafalda. Pero si buscas cómics americanos o europeos, no los encontrarás." Se me quedó mirando un rato y luego continuó hablándome. "Búscame la semana que viene y hablaremos. Creo que conozco un club que te puede interesar."
Luego Pedro volvió a dirigirse a todos. "Bueno, eso es todo por hoy. Si queréis podéis iros ya a casa. Si no habéis venido en moto o no tenéis quien os lleve, podéis coger el autobús justo en la puerta del instituto y os dejará en el centro de la ciudad."
Editado: 21.05.2019