(Barranquilla, diciembre de 1926)
No han logrado ni el tiempo ni la distancia,
Apagar esta llama en que me ardo,
te amo mi bien, en el jardín el nardo
Esparce como antaño su fragancia.
Todito está lo mismo, el surtidor,
Sus aguas vierten con el mismo ruido;
Sólo mi triste corazón herido,
Como esa agua destila su dolor.
Este es el muro. La ventana, aquella,
En el jardín no ha muerto ni una planta;
El mismo ruiseñor alegre canta,
Solo tú ya no escuchas mi querella.