(Plato, 1928)
Amo las rosas vírgenes de tus seños triunfales
Amo el mar de tu negra cabellera,
Amo todas tus formas de esculturas divinales
Y tu boca y tu nariz y tu cuello y tu cadera.
Amo tus ojos diáfanos de miradas tan puras
Y más tus manos desnudas perfumadas y sabias
Superlativo y síntesis de la eterna blancura
Que embalsaman heridas con perfumes de Arabia.
Amo tu cantarina voz de acento voluptuoso
Y más tu barba ebúrnea que me insita a los besos
Amo el ritmo de tu andar, amo tu cuerpo suntuoso
Y todo el fresco aroma que de tus carnes exhalas,
A veces pienso en horas de íntimos embelesos
Que siempre que te miro nacen en mi alma alas.