Por aquellos días había en el viejo mundo un espíritu llamado Dye que solía tomar forma de animales y a veces de humanos, pero su predilecto era la forma de un gran lobo blanco, de tal manera que el mundo entero representaba a Dye así. Se hizo famoso por ser un lobo grande y majestuoso.
Dye no era fiel a nadie, ni siquiera a Luz eterna. Así que, aburrido de la vida en Xanardul, se unió a Annevona en busca de nuevos placeres. A todos lados iba Dye con Annevona, el gran lobo la seguía cuidando sus espaldas, o destrozando a sus enemigos. Un día de aquellos, Annevona llegó a una población. Y como se dice estaba de buen humor, les pidió pacíficamente que se rindieran ante ella y le sirvieran. Las mujeres no dijeron nada, pero los hombres le gritaron los peores insultos. Aún conscientes de que podrían morir, decidieron descargar su ira en la bruja oscura.
Para vengarse de ellos, Annevona le pidió a Dye que se transformara en hombre solo esa noche. Les dijo a las mujeres que podrían yacer con Dye si repudiaban a sus esposos, y que ella les daría poder y protección por siempre. Algunas de ellas abandonaron sin dudar a sus maridos, pues se decía que la versión masculina de Dye era un apuesto hombre. Annevona obligó a los esposos a ver como sus mujeres gozaban los favores de otro hombre y se rio de sus lágrimas.
Por supuesto que mató a todos los hombres, y cuando regresó meses después, tres de las mujeres estaban embarazadas. De sus vientres nacieron Alba, Iseut y Walden; todos hijos de Dye. Lo curioso fue que poco a poco fueron desarrollando extrañas habilidades. A la luna llena los niños aullaban, les crecía cabello en todo el cuerpo, actuaban como pequeñas bestias. Como lobos. Eso a Annevona le causó mucha gracia, y una noche en que los astros fueron propicios, traicionó a Dye sacrificándolo con magia de las sombras. Usando el poder de Dye, hizo que sus hijos tuvieran la capacidad de transformarse cuando lo deseen en grandes lobos, al igual que su padre. Fuertes, salvajes, mortales. Rápidos, ágiles, tenían los sentidos más finos que cualquier otra criatura en el mundo.
Alba, Iseut y Walden fueron los primeros licántropos del mundo. Y de ellos descienden las grandes manadas que pueblan Xanardul.
"El origen de los licántropos" – Capítulo 8: Las bestias de nuestro mundo
Memorias de Xanardul – Amphelise de Thacir
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Academia de cazadores
—En serio creí que era una broma, no sé, que a alguien se le pasó y no se enteró que la estúpida esa era una bruja. Pero resulta que no, que mi padre habló con Clemence y ella le pidió que la acepte para demostrar que las brujas y los cazadores estamos bien. ¿Puedes creer esa basura? Quiero decir, no puedo desafiar a mi padre, pero es que simplemente a veces no logro entender sus decisiones. ¿En serio te parece lógico que haya admitido que una bruja se entrene con nosotros? ¿Conmigo? Eso ya me parece demasiado —decía Abish. Estaba contando lo que pasó esa tarde cuando se encontró con la bruja Aurea, y aunque no era su estilo hablar de más, no logró controlar su lengua. En serio tenía ganas de romper todo de solo recordar que tuvo a esa bruja plástica en su clase.
—No seas así, Aurea es linda. Me cae bien —le dijo Sam. La chica estaba al otro lado del laboratorio, pero bien que escuchaba todo.
—Tú no te metas, que la desgraciada te compró con una lectura de cartas gratis.
—¿En serio? —preguntó el doctor Morton arqueando una ceja—. No puede ser verdad, yo tengo como ayudante a una mujer racional, no a una que se deja llevar por estupideces de bruja.
—No, doc, ¿cómo crees? Era bromita, quería saber qué decía para reírme —se justificó la chica. Sam estaba sentada a un lado en el laboratorio mientras comía una barra de dulce a discreción, sabía que a Zack no le gustaba que comieran en su espacio. Pero esa noche el doctor estaba tan distraído con la conversación que apenas le prestó atención a ese hecho.
—Solo espero que la bruja no vuelva, la dejé molida —comentó Abish. Ese era su deseo de corazón.
—Ojalá que no —le dijo Zack—, sería demasiado tener una bruja aquí, ya suficiente con tener que analizar el desastre que dejaron las suyas. Y lo peor es que aún no se han pronunciado, como siempre, nos dejan el trabajo sucio a nosotros.
—Papá dice que no hay forma de romper el trato y que no es conveniente. Sé que él sabe lo que dice. Pero, Zack, ¿en serio tanto las necesitamos? Hasta donde veo solo se han cerrado a su sociedad en todos estos años y no han hecho nada bueno por nosotros.
—Eso es simple —dijo Sam mientras terminaba su barra de dulce y escondía la envoltura entre su ropa—. Han sufrido mucho. ¿Acaso nunca han leído la historia de las brujas? Es triste.
—Ni siquiera se sabe si eso es real, son cosas que se inventan —le dijo Zack.
—No, doctor Z, es real. Las usaron mucho, ¿saben por qué les dicen así? —les preguntó Sam. Para ese punto Abish ya estaba bastante irritada, Samantha parecía simpatizar mucho con las brujas y eso no le gustaba.
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Editado: 18.01.2024