Memorias de Xanardul I: La escogidas

16.- Una noche épica

—No, esta vez no podré acompañarte —le dijo sin mirarla. La chica estaba acomodando sus libros, pero también pensaba en qué se iba a poner esa noche. Respondió despreocupada, aunque quizá debió imaginar que después de esas palabras se venía un reclamo.

—¡Pero Sybil...! —chilló Aurea, estaba a nada de hacer un berrinche—. ¿Por qué no? A ver dime, ¿qué excusa barata vas a ponerme ahora? ¿Por qué no quieres ir conmigo? ¡No te he molestado en toda la semana!

—Eso no tiene nada que ver, no es porque no quiera —aclaró ella.

—¿Y esta vez cuál es la diferencia? Anda, cuéntame. ¿Es porque el lugar es muy macho heterosexual?

—No es por el lugar. Aunque si, el lugar es demasiado hombre hetero para mi gusto.

—¿Y qué querías que hiciera? Ya estoy haciendo muy larga la espera, no sabía que otra excusa ponerle, esta vez no pude negarme.

—Si, eso lo entiendo. De verdad que lo siento por ti, me apiado de tu alma. Salir con Candem va a ser una tortura.— Aurea asintió, finalmente Sybil se giró. Su amiga ya andaba con la pose de víctima, mirándola con esos ojos benditos que Luz eterna le dio, así como quien se va a poner a llorar ahí mismo. Engreída de mierda, puchero como cría no más le faltaba poner.

—¿Por qué me dejas sola? Ese hombre me va a drogar y me va a comer, todo va a ser tu culpa —le reclamó ahora. Ajá, quería hacerla sentir culpable.

—Tú ya estás bien grande para cuidarte sola. Además, si en serio no quieres ir a encontrarte con ese tipo, pues no vayas y ya. Deja de complicarte la vida, Aurea.

—Es que...—Lo suponía, siempre había un "pero". Ahora a escuchar con qué tontería el salía Aurea—. Quiero divertirme un poco...

—Quieres zorrear.

—Bueno, si lo dices así...—Aurea sonrió de lado. Claro que quería zorrear, al final Sybil soltó una risita, como si no la conociera.

Sybil sabía que era una bruja agraciada que atraía a varios hombres sin querer, y de verdad que ellos no le importaban en absoluto. No tenía tacto, no tenía gracia para conquistar a nadie en realidad. Si a la gente le gustaba era porque sí, no porque ella se lanzara de cacería ni nada. En cambio, Aurea tenía una extraña e inquietante habilidad para zorrearse a quien quisiera. Solo tenía que poner un poco de ganas para que cualquiera, sea hombre o mujer, termine babeando por ella. 

Si, era una rubia linda, pero también muy hábil. Le sorprendía, Aurea había aprendido esas cosas solo observando durante sus pocas salidas a la ciudad, y luego las ponía en práctica durante las fiestas de la escuela, cuando iban invitados de todos lados de Etrica. Así fue que conquistó a Candem Sharman, para ella fue solo un juego a ver si le ligaba molestar a Eleanor, y terminó saliéndose con la suya.

El problema ahora era que tenía que salir con él, y se notaba de lejos que Aurea no tenía la intención de pasar horas en compañía de ese chico. Quería zorrearse a otros, así de simple. Ligarse gente que le pague los tragos, chicos o chicas que la inviten a salir y con quienes pasar el rato, nada serio. Candem invitó a Aurea a encontrarse en el bar de un amigo, uno conocido del centro. Por eso Aurea andaba haciendo berrinche, quería que ella la acompañe para no tener que pasar todo el rato con el chico, así de paso podría usarla como excusa para escaparse de ahí.

A Sybil le aburría de sobremanera ir a beber unos tragos a un bar, pero se divertía mucho viendo a Aurea ligar. Era tan gracioso ver la cara de bobos de los que caían, ella hasta tenía beneficio pues Aurea lograba que le paguen las bebidas también. Esa noche en particular prometía ser divertida, Aurea pasaría el rato con Candem y luego el tipo se iba a poner a rabiar cuando vea a la bruja ligándose a otras personas. La hubiera acompañado, pero tenía algo importante que hacer.

—¿Entonces vienes? Anda, di que si —insistía la rubia.

—No, Aurea. Tengo planes.

—¿Tú con planes? ¿Y eso? No me has contado. Desembucha ahora mismo.— Sybil no contestó al instante. Abrió su clóset y buscó la ropa que pensaba usar esa noche. Un vestido negro y botas, un clásico que nunca falla. Cuando lo dejó en su cama, giró a ver a Aurea, ella estaba impaciente esperando la respuesta.

—Tengo que ir a ver a mi prometida.

—¿Disculpa? —preguntó incrédula, incluso se puso de pie.

—Nada, que hoy estará la chica en la tetería de la maestra Margaret y voy a ir a verla. No es un encuentro formal, pero quiero conocerla.

—Espera, ¿qué cosa? A ver, Sybil, no me habías contado que tenías prometida. Y peor, que ni siquiera la conoces. ¿Me explicas qué mierda es todo esto? ¿Qué te pasa? ¿Por qué no me has contado nada?— Y ahora hasta parecía molesta. A Sybil casi se le escapa la risa, pero por el ceño fruncido de Aurea decidió contenerse.

—Las líderes de mi aquelarre me comprometieron con esta chica. Me avisaron hace unas semanas, solo es eso. Tengo que conocerla, ya luego nos presentarán formalmente y si nos gustamos empezaremos el noviazgo. Nos casamos si pinta todo bien, simple. No es que fuera una dictadura ni nada, y ya te dije, recién voy a conocerla —le explicó.




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