Jamás había visto a tantas brujas juntas. Aunque intentó mantenerse relajada y no parecer un pez fuera del agua, era bastante obvio que ella no pertenecía a ese lugar. Supuso que la identificaron de inmediato como cazadora, era demasiado obvio.
Para Alicia, su mundo era la Academia y nada más. Una vida de riesgos, compañerismo, silencio y violencia. No había mucho tiempo para divertirse, ella nunca se había puesto ebria, por ejemplo. Apenas había probado unas copas, y nunca le agradó del todo.
Alicia quería una vida que no fuera solo matar, entrenar y sobrevivir. Era joven, y desde que quedó huérfana de niña nunca había conocido otra vida que no sea esa. Y aún así deseaba descubrir otra forma de ver el mundo. No se quejaba de los cazadores, ellos significaban todo para ella. Eran sus compañeros, sus amigos, todo lo que tenía en el mundo. Eran como una hermandad de gente que estaba ahí para ayudarte y protegerte. Ellos eran personas por las que valía arriesgar su vida cada noche, y si tuviera que morir por cualquiera de sus compañeros cazadores no dudaría en hacerlo.
Alicia apenas recordaba lo que era una familia, era muy pequeña cuando quedó huérfana y los recuerdos de mamá y papá desaparecieron con el tiempo. Su vida era la Academia, su familia eran ellos. Los cazadores eran como una sociedad al margen de todo, con sus propias reglas y su propio estilo de vida. Solo que ellos no eran los únicos, había un mundo entero por descubrir. Una sociedad de mujeres diferentes que se cuidaban y se amaban entre ellas. Que mantenían sus tradiciones, que no dejaban que los demás sepan mucho de ellas. Mujeres que reían y eran felices sin necesidad de buscar humanos, como si tuvieran claro que no necesitan a nadie más para sonreír. Ellas también eran familia.
Siempre había escuchado cosas de las brujas, pero jamás se relacionó con ninguna. Sabía que escondían grandes poderes que nunca revelaban ante los ojos humanos. Que hace siglos los hechiceros y los hombres les dieron la espalda, por eso cuando tuvieron la oportunidad de ganar el poder no se detuvieron a mirar atrás y se impusieron con fuerza. Sabía que amaban sin reservas. Hombre, mujer, transformista, cambiante, no importaba. A ellas les daba lo mismo, porque decían que se enamoraban de las personas y no de sus cuerpos. Y aún así, Alicia sabía que las brujas preferían mantener relaciones entre ellas. Que si se casaban siempre elegían a otra bruja para eso. Tenían una jerarquía propia, diversos aquelarres y lenguas. Costumbres diferentes, música solo para ellas, locales donde cualquiera no era bienvenido. Lugares que eran espacios seguros y únicos.
Justo donde Alicia había llegado esa noche. Nunca había escuchado sobre la tetería de la maestra Margaret, pero Sybil le habló de ella como si fuera el lugar más famoso de Etrica para las brujas. Y si, eso le pareció al entrar. El sitio se llamaba "EncantaTÉ", un juego de palabras bastante sencillo, pero que parecía ir acorde a la experiencia de entrar a aquella tetería.
Nunca había estado en un lugar con una decoración de este tipo. Era luminoso, pero no se trataba de energía eléctrica como en la Academia, eran lámparas de energía mágica. Las mesas tenían una fina mantelería blanca y todas eran redondas. Algunas más grandes, otras más pequeñas ideales para parejas. El salón no tenía paredes de concreto, estaba formado por enormes ventanales que iban desde la base hasta el techo. El vidrio era pavonado y formaban diferentes diseños que le parecieron maravillosos. Eran las brujas legendarias, los aquelarres, criaturas mágicas. Todo parecía sacado de un sueño.
Al centro había un espacio para el baile, y la música que sonaba de fondo era ritmo hop. En sus mesas, las brujas sostenían sus finas tazas de porcelana y bebían el té con algún macerado de acuerdo a sus gustos. Al centro, las teteras se mantenían flotantes y esperando la orden para servir más, o para volver a la cocina y llenarse de más líquido.
Alicia jamás había visto una tetera encantada, y abrió la boca con sorpresa cuando vio que una de ellas se elevaba y atravesaba el salón hasta perderse de su vista. Al mismo tiempo, otra tetera caliente llegaba hasta posicionarse al centro de una mesa. Una bruja tomó su taza, despreocupada y sonriente le pidió a la tetera que le sirviera tres cuartos de té. Por un instante todo lo que sabía de las brujas entró en conflicto. En la Academia siempre decían que eso de la magia eran puras patrañas, ¿y entonces qué significaba todo eso? ¿Cómo podían las teteras encantadas existir como si tuvieran vida propia?
—Vamos, Alicia, no te quedes quieta —le dijo Sybil para despertarla de aquel sueño. Ella asintió y caminó a su lado mientras observaba todo con calma. Las brujas eran hermosas, y no solo por su físico, nada de eso. Había una cosa que proyectaban y la dejaba sin aliento. Una energía singular que las hacía criaturas maravillosas. "Seguridad", se dijo de pronto Alicia. Quizá esa era la palabra. Ellas no tenían miedo. No vivían pendientes de si algún hombre se quería pasar de listo y meterles mano. No les importaba lucir bien para nadie porque lo hacían simplemente por darse el gusto. No se preocupaban de lo que pensara la bruja de la mesa de al lado. Reían con fuerza, mostraban sin miedo sus escotes o sus largas piernas, se lucían orgullosas. Alicia pensó que por primera vez entendía lo que era ser libre. Lo que era ver mujeres libres. Y ella ahí, tan retraída, insegura, sin entender por qué la miraban tanto. ¿Acaso les parecía linda? ¿O es que en verdad no encajaba para nada ahí?
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Editado: 18.01.2024