Aurea no habló durante el camino de regreso al centro de Etrica. Kazimir conducía en silencio también, ninguno de los dos tenía intención de decir nada. Quiso disculparse, una parte de ella se sentía culpable porque por poco Ethel lo mata. Le perdonó la vida esa vez, pero sabía que no habría una segunda oportunidad. Y considerando que ella era especialista en arruinar su vida, quizá su nuevo amigo vampiro se vea en problemas más pronto de lo que imaginaba. No le gustaba que la vida de otra persona dependa de ella, aunque este fuera un vampiro sanguinario que quizá sí merecía la muerte y un castigo ejemplar. Sinceramente, era un fracaso como Asarlaí. En lugar de combatir a las criaturas de Annevona, tenía tratos con ellas. Asco su vida.
Kazimir la despidió a unas cuadras de la plaza principal de Etrica, ella bajó del automóvil aún sin hablar. Solo cuando al fin se quedó sola pudo respirar tranquila. Permaneció unos segundos parada sin moverse, hasta que al fin reaccionó. A juzgar por la posición del sol, ya casi era el momento acordado. Tenía una cita a la que acudir.
La bruja guió sus pasos hacia el bar de Alistair. Estuvo caminando bastante tranquila, pero conforme se fue acercando y sus ojos divisaron aquel lugar, empezó a sentirse nerviosa. Como si una parte de ella recordara las horribles sensaciones que vivió esa noche.
No la había pasado bien desde entonces. Cuando reaccionó fue como despertar de una terrible y larga pesadilla, de esas que te dejan una fea sensación de temor. De aquellas que, sin explicación, tienes miedo que se repita otra noche. No durmió bien por varios días, y era que nada de lo que pasaba alrededor la ayudaba a dejar atrás aquel asunto. Rendir declaraciones primero a los cazadores, luego a la guardia civil. Habló también con la directora, y por increíble que pareciera, Constance le dio todo su apoyo y además le quitó la marca del brazo. Sin decir nada, se encargó de que dejen de molestarla. Nada de prensa, nada de interrogatorios. Si alguien quería saber más iba a tener que esperar a que ella quiera hablar de eso, porque ya había cumplido con dar su testimonio formal.
Otra cosa que la dejó una extraña, pero linda sensación, fue que el aquelarre Fiurt de Etrica se pusiera sin dudarlo de su lado. Las Fiurt en la ciudad se podían contar con los dedos, y para su mala suerte, su tutora Clemence estaba haciendo algunas sanaciones fuera de la ciudad por esos días. Pensó que sin una representante mayor en el aquelarre nadie la ayudaría, pero no fue así. Kissia, la líder Fiurt en Etrica, declaró que ninguna de las suyas respondería al llamado de auxilio de la familia Sharman. Que jamás ayudarían a un humano que le hizo daño a una de sus hermanas.
Eso también le dejaba un mal sabor en la boca. Candem seguía vivo, y ella no sabía cómo sentirse. Una parte de Aurea deseó con fuerza que aquel miserable se muriera de una vez. Pero otra parte de ella, quizá la parte llena de luz, se sentía culpable de desear su muerte. Intentó convencerse de que en ese caso las cosas se desarrollen como Luz eterna decida, y que si quería ayudar a Candem a través de la medicina moderna, pues que así sea. Se sabía que los Sharman estaban desesperados. El chico no mostraba ningún progreso, y quizá la única forma de salvarle la vida sea la intervención de una Fiurt. Solo con la sanación mágica habría esperanza, pero ninguna bruja de su clase lo ayudaría.
Otra cosa que había escuchado era que habían cazadores custodiando a Candem. Según lo que ella vio, Petrus mordió al chico. Y era de conocimiento general que una mordida de licántropo podía transmitir la maldición y engendrar una nueva criatura salvaje de la oscuridad. Esa era la hipótesis que manejaban. Quizá Candem había sobrevivido, pero no como humano. Quizá renacería como licántropo, y eso era inaceptable. Por más rica que fuera su familia, si Candem se transformaba, sería exiliado al bosque.
En sí el tema de Candem no le preocupaba tanto como saber que Petrus podría regresar en cualquier momento. Eso era lo que en verdad la aterraba. Por dos noches seguidas tuvo pesadillas en las que él sí la violaba. Despertaba llorando, y Sybil iba corriendo a su cama para abrazarla hasta que se durmiera. No podía quitarse eso de la cabeza, aún estaba asustada. Lo peor era que no había donde buscar protección, ni siquiera en el vampiro Ethel. Él había sido bastante claro, la única capaz de destruir a ese maldito lobo pedófilo era ella. Tenía que empezar a entrenar su enerkinesis pronto, no podía dejar que Petrus la coja desprevenida otra vez.
Aurea había disminuido el paso conforme se acercaba al bar de Alistair. Las puertas estaban abiertas y se escuchaba música de fondo. Al pasar notó que solo había personal de limpieza. Habían unas cuantas luces prendidas y ni un solo cliente. Pero al fondo, en la barra, estaba Alistair. Estaba tomando notas de algo, quizá revisando algunos inventarios. Antes de encontrarse con su cita, tenía que resolver un asunto que él.
A diferencia de la vez que se conocieron ya no caminaba firme ni directo al ataque. Sus pasos eran lentos, ella hasta se sentía avergonzada. Era consciente que nada de lo que pasó fue su responsabilidad, pero ella seguía sintiendo una estúpida culpa y vergüenza. Cuando Alistair la vio se quedó mirándola fijo, se notó sorprendido. Llegó a la barra, ambos se miraban en silencio. Luchó por mantener su mirada, por ser la chica que él conoció la otra noche. Aquella que no tenía miedo de nada, la que andaba libre y segura. Solo que una parte de esa chica se rompió la última vez que estuvo en ese lugar y aún no conseguía averiguar la forma de repararla. Puede que eso no sea posible jamás.
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Editado: 18.01.2024