En ese momento tenía dos opciones. Volver a la Academia, o darse una vuelta por la librería. Después de dudarlo por varios minutos, Zack decidió tomar la opción dos. Había algunos libros que quería comprar, y la última vez que habló con Sarenne ella le contó que esos tomos ya estaban en camino a la ciudad. Cruzó la pista, se dijo que no tardaría. Solo preguntaría por los libros que había encargado, y si en caso encontraba novedades interesantes compraría algo para su biblioteca personal.
El doctor Zack Morton pensó que se merecía un momento de distracción y relajo entre libros, llevaba días sin parar de trabajar. Desde el ataque a la ciudad de Albion todo se había vuelto un caos, tenía más trabajo que nunca. Por supuesto que necesitaba al menos una hora para sí mismo, nadie en la Academia se lo iba a reprochar. Al contrario, de seguro que Sam se mostraría entusiasmada por ver que se tomaba unos minutos y se relajaba, la chica vivía diciendo que trabajaba demasiado.
Eso Zack lo sabía, era cierto. Pero se sentía culpable por pensar de esa manera. ¿Qué derecho tenía él de distraerse? En la Academia todos arriesgaban su vida, sus compañeros morían casi a diario. ¿Y qué hacía él? Refugiarse en la seguridad de su laboratorio, no arriesgaba nada. No menospreciaba su trabajo, Zack era consciente que daba todo de sí para los cazadores, pero la mayoría del tiempo sentía que eso no era suficiente.
Nada de lo que hacía brindaba una solución real. Mejoraba las balas para causar mayor daño a vampiros y licántropos, desarrollaba mejores fórmulas venenosas para esas criaturas, ayudaba a diseñar mejores armas. Pero nada más. Aquellas malditas criaturas seguían existiendo porque no podía hacer nada para acabar con la plaga que significaban. Lo máximo que había logrado era ese suero que estaban probando en Candem Sharman para evitar que el veneno de licántropo lo convierta. Años de investigación y no lograba dar con la forma de detener a esas criaturas para siempre.
Quizá estaba siendo muy ambicioso, nadie había logrado eso. Quizá su papel en el mundo no era encontrar una solución, sino sentar las bases para que alguien más lo haga. Quizá aún no existía la tecnología para desarrollar un antídoto para las toxinas de esas alimañas, pero existiría algún día si se esforzaba. Y por eso no podía distraerse en la librería. Sería una visita rápida, no podía permitirse más.
Entró a la librería, la campanilla de la entrada sonó despacio. No había mucha gente a esa hora por suerte, nunca lograba sentirse cómodo entre las multitudes. De fondo sonaba música de Paula. No era su estilo para nada, pero cualquier ser humano de Etrica conocía su música, era inevitable pues sonaba en todos lados. Zack sabía dónde estaban ubicadas las cosas, los libros de investigación científica estaban en los estantes del lado derecho. Al fondo, pues no eran comerciales y solo los consultaban personas interesadas. Antes de ir para allá como siempre decidió ir a la caja principal donde sabía siempre se encontraba Sarenne, tenía que consultarse sobre los libros que encargó.
Al acercarse notó que no estaba sola. Marcio andaba cerca, y con él estaba ese chico llamado Sasha. La última vez que vio a Sasha este tenía un traje y corbata, pero en ese momento vestía con una especie de caftán negro brillante y además se había puesto maquillaje. Frente a ellos había alguien más que jamás había visto. Era alto y fornido, fácilmente podría pasar por un cazador, pero no vestía como uno de los suyos. Llevaba ropa casual, era un ciudadano de Etrica común y corriente. Los cuatro parecían muy animados conversando, Zack dudó en acercarse, quizá debería volver luego. Pero entonces Sarenne lo vio, sonrió y le hizo una seña para que se acercara. Los otros apenas le prestaron atención.
—Que no, yo ya tuve suficiente por hoy —se quejaba Marcio en broma—. Me he pasado media mañana ordenando la sección juvenil, ya no puedo más con mi vida. No pienso tocar la sección de revistas masculinas hasta mañana. Es más, ya no pienso tocar esa sección nunca.
—Ah claro, por eso me dejas esa parte del trabajo siempre a mí —le reclamó Sarenne—. Solo son revistas, ¿qué problema hay?
—Sarenne, ¿acaso no has visto el último volumen de la revista "Hombre Hoy"? —le dijo Sasha y se llevó un dedo a la boca como si quisiera vomitar.
—Pues no he visto nada, y no creo que sea tan malo —contestó la bibliotecaria.
—La revista está dedicada a hacer una especie de lista de las mujeres más sexys de Etrica. Todas tienen como quince años, y esa maldita revista es para adultos —le contó Marcio, y eso hasta él le pareció increíble—. No entiendo, ¿me puedes explicar por qué rayos publican eso para los hombres de esta ciudad?
—Porque somos un asco, básicamente —contestó el hombre que estaba con ellos. El silencio duró apenas unos segundos antes de que empezaran a reír. En medio de sus risas, Sarenne logró controlarse y le hizo una seña para que avanzara. Lo hizo, pero no sabía qué decir o cómo intervenir en esa situación, sentía que estaba interrumpiendo. Al verlo, las risas fueron callando poco a poco.
—Hola, doc —le dijo Marcio una vez que logró dejar de reír.
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Editado: 18.01.2024