Memorias de Xanardul I: La escogidas

24.- El problema del norte

"Querida hija,

Te escribo el mismo día en que recibí tu última carta, aunque presumo igual mi respuesta tardará en llegar. No juzgo a los arrieros del bosque, los caminos están cada vez más peligrosos. Cruzar el bosque es algo que ya nadie se atreve a hacer, a excepción de las mismas criaturas oscuras que lo habitan. He hecho lo posible para poder pagar el correo naval, y también te envío todo lo que he ahorrado, sé que es poco, pero espero te sirva para poder mantenerte un tiempo más en la escuela.

Como debes imaginar, la situación en el País del norte se ha endurecido. Cada vez son más las personas que violan la ley Ferrica, y por lo mismo la vigilancia es mayor. Quizá todo este tiempo estuve en un error, debí escapar a buscarte cuando tuve la oportunidad, pero ya no es posible. Ahora siento que cada paso que doy es vigilado por el corregidor de Senzagul. Ese hombre sabe de mi pasado, sabe todo lo que fui, y cree que soy un posible agitador del pueblo. Por lo mismo mi paga se ha reducido, y cada vez me cuesta más sobrevivir. Quizá la razón por la que no me han matado aún eres tú. Ellos saben que mi hija es una bruja Fiurt, saben que trabajo para mantenerte en la escuela de Etrica. Y solo por eso me tienen en consideración. Pero pronto dejará de importarles.

Aurea, lamento no haberte hablado antes de mi situación. No quería preocuparte, tú estás tan lejos, y es poco lo que puedes hacer por mí. Nada en realidad. ¿Qué hubiera ganado con contarte? Todos somos prisioneros del estado, y cuánto me alegra que hayas nacido bruja para poder escapar del infierno que representa este país para todos.

No tomes esto como una carta de despedida, sabes que tu padre es un sobreviviente. Si logré regresar cuerdo del viejo mundo, ¿acaso este miserable gobierno podrá conmigo? No, amor. Yo no lo creo. Pero decidí que ha llegado el momento de que sepas la verdad. Muchos lograron escapar, es cierto. Y aun así sé que la mayoría no ha sobrevivido a los piratas costeros, mucho menos a los peligros del bosque. Aquí lo único que nos queda es aguantar al gobierno, o morir en busca de la libertad. Y yo he preferido vivir trabajando casi como un esclavo aquí para que puedas siquiera tener algo que comer cada día.

Ojalá pudiera ir a ti, Aurea. Estoy cansado de extrañarte, de mirar al cielo y rogar a alguna deidad que me diga cómo estás. Solo vivo con la esperanza de saber que te convertirás en una gran bruja como tu madre. Y que quizá algún día volverás tus pasos a casa para liberar a los prisioneros. Sé que nos volveremos a encontrar. Ahora solo te ruego que te quedes en Etrica, no vuelvas.

Vivo cada día recordando tu tierna sonrisa, y aunque no lo creas, esta no ha cambiado. Gracias por la fotografía que enviaste de tu última ceremonia de paso de nivel en la escuela. Por Luz eterna, eres tan hermosa como tu madre. Y si, esa sonrisa que tienes en la foto es la misma que recuerdo. Sé que es difícil, pero sigues siento esa pequeña bruja llena de luz que dejé partir para librarla de Senzagul.

No puedo escribir más, es lo máximo que puedo pagar en el correo. Sé fuerte, resiste.

Te ama,

Charsel Cardini"

 

Aurea ya no sabía cuántas veces había leído la carta de su padre. Tampoco cuántas veces se había secado las lágrimas. Estaba sentada en un rincón del patio principal de la escuela mientras leía, y había notado que varias de sus compañeras la miraron con curiosidad. Nadie le habló, comprendieron que en ese momento no deseaba nada de nadie. Mejor así, necesitaba un poco de tiempo para digerir todo lo que leyó. Si antes había pensado que las cosas estaban terribles, se había puesto peor.

En el País del norte gobernaba la dinastía Ferré. Descendían, según sabía, de una facción radical de los hijos de la Luz, quienes alguna vez tuvieron el control del desaparecido país de Aucari. Y claro, ni el pasar de los siglos había detenido a esos maniáticos. Todo lo contrario, en los últimos años se habían puesto más extremistas que nunca. Ellos representaban a la religión antigua, una que nunca se extinguía. Todo lo contrario, renacía cada cierto tiempo con argumentos más vomitivos que la anterior generación. Y claro, la dinastía Ferré cultivaba las viejas costumbres, ya que según ellos ese fue el orden correcto que llevó a la gloria Xanardul después de la destrucción en la era de los espíritus.

En el País del norte existían un sinnúmero de reglas restrictivas, todas a favor de la corona y los poderosos por supuesto. Adoraban a las brujas Asarlaí, o el recuerdo de ellas. Las brujas Fiurt eran siempre las más privilegiadas, casi intocables. También había otros aquelarres de brujas, pero estas no gozaban de la inmunidad de las Fiurt. En ese sistema que ponía a la magia blanca por sobre todo lo demás, eran los hombres quienes seguían en la escala de poder. Eran ellos los que dictaban las reglas a favor de todos, y eso incluía mantener a las mujeres sumisas y calladas.

Sin contar la dominación que ejercían sobre sus mujeres, la ley que más molestaba a Aurea era la Ferrica. La que prohibía que los súbditos del rey abandonen el país. Los ciudadanos le pertenecían a la corona, siempre estaban vigilados. Y claro, no podían hacer nada sin escapar del control de las autoridades. Ellos se encargaban de asignar trabajos, un hogar, una tierra para trabajar, y una esposa si era necesario. Por eso su padre no podía escapar, y aunque pudiera, sería muy difícil para él llegar a Etrica.




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