Memorias de Xanardul I: La escogidas

26.- Una taza de té

Ni siquiera terminó de cruzar el patio central de la academia cuando le dieron las noticias. Por la noche estuvieron muy ajetreados por un ataque de vampiros en el centro que terminó con varios heridos, así que apenas prestaron atención a un mensaje en la línea de ayuda, uno que por poco se pierde si no fuera por Erin. La secretaria de su padre empezó su jornada laboral muy temprano y empezó a revisar todas las llamadas sin contestar, fue ahí que se dio la sorpresa. Zack y Aurea estaban detenidos en la delegación por la guardia civil.

Para empezar, Abish no tenía idea de cómo esos dos acabaron fuera de la Academia, o de qué pudieron hacer para ganarse un arresto. Su padre se encargó de averiguar el resto al hacer una llamada al jefe de la guardia. Claro que el tipo estaba dispuesto a acelerar todo el trámite para que un honorable miembro de la Academia saliera pronto, pero la cosa se había complicado. No solo había que pagar la fianza, sino una mercancía que se echó a perder esa noche en la feria. Eso no era todo, también había un niño arrestado con ellos. Uno acusado de robo, y el trámite con él iba a ser un poco más complicado. Pero en cuanto Abish supo que ese niño se llamaba Leonard de pronto todo cambió. No tenía idea de cómo se juntaron esos tres, pero iba a sacarlos de ahí.

A su padre no le quedó otra que tomar algo de la caja chica para poder hacer el pago en la delegación, aunque en realidad este no tenía el deber de sacar a la impertinente de Aurea de ahí. O a Leonard, quién en teoría no tenía ninguna relación con la Academia. Quizá lo ablandó con su gesto, Abish no solía hacer eso, pero finalmente lo consiguió. Así que, aunque moría de sueño después de una larga noche de patrullaje, Abish partió de inmediato en un jeep hacia la delegación para liberar a esos irresponsables.

Tal como prometió el jefe de la guardia, el trámite fue rápido. Se pagó la fianza, los daños, y ya podían salir. Abish acompañó a uno de los oficiales a la zona de encierro y los encontró separados. Leonard estaba sentado sobre el catre, Zack recostado en el piso justo al otro extremo. Y Aurea sentada cruzada de piernas en el catre, tenía una cara de fastidio y odio a la humanidad que casi le arranca una carcajada. Cuando la vieron le pareció que los tres hicieron un gesto culpable, y luego de alivio pues entendieron que al fin iban a salir.

—Andando —les pidió ella. Ni siquiera iba a pedir explicaciones, no quería. Ya el oficial le explicó lo que sucedió en la feria, pero no quería pensar en la razón por la que Aurea y Zack acabaron ahí. ¿Acaso salieron a divertirse juntos? ¿A conocerse mejor? ¿Una especie de cita? Se pasó la noche pensando en ambos sin querer, no logró apartarlos de su mente por más que lo intentó. Y saber que de alguna forma salieron de la Academia a pasar el rato juntos la mortificaba, no podía evitarlo.

—Listo, son todos suyos —anunció el oficial mientras abría las rejas. Abish se dio la vuelta y los escuchó caminar tras ella. La cazadora no dijo ni una palabra hasta que salieron de la delegación.

Era una mañana nublada en Etrica, parecía que iba a llover. Y también parecía que nadie hubiera dormido esa noche, todos tenían el rostro cansado y ojeras. Antes de subir al Jeep se giró, quería siquiera retarlos por la estupidez que hicieron. Solo que la cara de arrepentimiento que tenían los tres acabó por hacerla retroceder. No podía creer que ella, justo ella, acabara ablandada por ese trío de desconsiderados. Del niño no podía quejarse, después de todo fue ella quién de alguna forma lo obligó a llegar a esa situación. De Aurea hasta podía esperarlo, ella era especialista en meterse en problemas. Pero Zack, ¿en serio fue capaz de esa imprudencia? No tenía el más mínimo sentido. Si alguien tuvo que poner orden en esa desgracia fue él, y no pudo.

—¿Tienen algo que decir? —preguntó con voz firme, hasta se cruzó de brazos. Ya no iba a mandarlos a la mierda, pero al menos quería que se disculpen.

—No tengo excusa.— Fue Zack el primero el hablar, y de alguna forma le alegró que reconociera su falta sin irse con rodeos.

—Bueno, a veces una planea ir a la librería y acaba en la cárcel. Misteriosos son los designios de Luz eterna —se excusó Aurea. La cazadora bufó, ni se iba a poner a discutir con ella. Algún día Aurea aprendería a reconocer sus errores, pero ese no era el día.

—Tenía que comer —agregó Leonard encogiéndose de hombros. Verlo le dio pena, lucía más andrajoso que la última vez que lo vio, más flaco incluso. Sintió una punzada de culpa de solo saber que se pasó esos días mendigando en la calle, robando ocasionalmente para comer—. ¿Y ahora qué? ¿Me llevarás al orfanato o la Academia?

—A la Academia —contestó tranquila, pero el niño abrió los ojos con sorpresa y luchó por contenerse para no ponerse a saltar de emoción. Ver sus ojos ilusionados fue suficiente para ella, tanto que hasta acabó sonriendo.

—¿Entrenaré contigo?

—Eso está por definirse, ya lo arreglaremos. Ahora sí, suban al jeep de una vez. Tenemos que volver —asintieron, y sin decir nada más, los tres subieron presurosos. Se notaba que tenían inmensas ganas de descansar. Al menos Aurea sí lo necesitaba urgentemente, se suponía que esa noche tenía que estar en excelente forma para el viaje astral. Se iba a encargar de que esa chica se quede imperturbable el resto del día.




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