—¡Te repito que yo salí de la carroza por mi cuenta, nana! ¿Porque no me crees? – reclamo con indignación por décima vez, golpeando mis manos sobre el mullido colchón de mi nuevo lecho.
— Porque no paso así niña, deja esa absurda insistencia.
— Pero nana lo recuerdo, desperté en la carroza, tú seguías inconsciente, salí tratando de encontrar ayuda y...
— Niña – me corta – no saliste a ningún lugar, los caballeros que nos rescataron nos encontraron inconscientes, y fueron ellos quienes nos sacaron de la carroza.
— No fue así nana– replique con mayor obstinación – salí arrastrándome por una ventana, los caballos estaban muertos y cubiertos de sangre; avance por el camino y me tope con unas personas...
— Te golpeaste la cabeza o tuviste una pesadilla – replica ella con frialdad – nada de eso sucedió.
— ¡Pero nana, esas personas me atacaron! ¡incluso les dispare, pero no se detuvieron! Entonces que ese joven apareció y...
Meredith suelta el cuenco de metal que tenia entre las manos; provocando un sonido sordo que termina por sobresaltarme.
— ¡Por Dios, es suficiente de tonterías niña! Deja de mencionar a ese tal "joven"! ¡No había nadie más esa noche! – vocifera fuera de si, abriendo sus diminutos ojos mirándome intensamente– ¡si alguien te escucha decir que estabas con un hombre en la noche, creerá lo peor! ¡Así que deja de inventar absurdos! ¡Fue un accidente espantoso y debemos olvidarlo! Así que deja el tema! ¡Ten un poco de respeto por mis nervios!
Meredith sale de mi habitación dando tumbos, azotando la puerta antes de salir.
Realmente mi insistencia estaba acabando con su limitada paciencia.
Ambas permanecimos en reposo por recomendación del doctor. Meredith, a pesar de su edad, sufrió unos cuantos golpes leves que desaparecieron poco después. Mi caso era completamente diferente, un fuerte golpe en la espalda, un marcado y doloroso moretón en mi antebrazo, y magulladuras por todo el cuerpo me obligaron a guardar cama por más días. Ciertamente era curioso que yo sufriera más daño que ella, aunque a nadie más le parecía extraño.
Pero contrario a lo que ellos creían, yo tenía la certeza que mis heridas no fueron provocadas por la caída del carruaje, sino cuando salí a buscar ayuda.
Podía rememorar todo lo acontecido esa noche con claridad, hasta que me topé con aquellas personas en el camino, a partir de entonces todo se volvía confuso e impreciso, como una noche tormentosa con intermitentes relámpagos, como único atisbo de luz en el crepúsculo de mis recuerdos.
Luego de un arduo esfuerzo pude evocar vagos fragmentos aislados, que acudían una y otra vez como destellos apenas descifrables.
Mis pies corriendo despavoridos
Un cuerpo empujándome contra el suelo
Un fuerte dolor en el brazo
El olor putrefacto que me da de lleno sobre la cara
Mis gritos que parecian desgarrarme garganta.
Un destello efímero, una silueta que aparece de la nada
Y unos ojos de plata, que destellan en la oscuridad, como la luna, con tanta intensidad, que parecían ajenos a este mundo.
Eso era todo, aquellos fragmentos sin sentido avivaban una sensación de confusión inquietante, era incongruente con lo que me dijeron sucedió esa noche, pero algo sucedió, estoy segura, quizás mi mente no lo recordaba, pero mi cuerpo aun evocaba una gélida sensación de pánico y miedo paralizante, tan vivido y atemorizante que era imposible creer que fue un sueño o producto de un golpe.
Por esa razón y contrario a los deseos de Meredith estaba empecinada a encontrar una respuesta a lo acontecido. Lamentablemente mi convicción la molestó de sobremanera, prohibió a todos en casa hablarme sobre lo sucedido esa noche, no sin antes estallar furiosa gritándome que era una tonta e inconsciente por seguirle dando vueltas al asunto, y que si seguía con ello terminaría por importunar a mi padre.
Esto último me causo gracia, mi padre ni siquiera se inmuto cuando se enteró del accidente, simplemente se veía molesto por el dinero que tendría que pagar para reparar el carruaje, y la pérdida de los caballos. Pero también estaba la desaparición del cochero, nadie pudo encontrarlo por ningún lugar, mi padre arguyó que escapo para no pagar los daños producto de su negligencia, Meredith secundo su presunción, yo ya no sabía que creer.
Luego de reposar cinco días, me permitieron abandonar mi lecho, y finalmente tuve la oportunidad de explorar nuestra nueva residencia.
Estaba alejada de la ciudad, en el camino del bosque, era bastante antigua, y se encontraba un poco descuidada, pero era amplia con encantadores ventanales y vistosos balcones, y un vasto aunque abandonado jardín. Pese a que viví aquí durante mi niñez casi no tenía recuerdos sobre ella, sin embargo el aroma a muebles antiguos me hizo evocar difusas remembranzas logrando que al menos el lugar no me resultase completamente desconocido, por lo que pude familiarizarme más fácilmente con mi nuevo hogar. Los trabajadores también eran muy amables con nosotras, la señora que me ayudó la noche del accidente Mabel, era la cocinera, quien trabajaba en casa junto a sus hijos, Judy y July, de 14 y 17 años quienes ayudaban con el aseo, y su hijo mayor, Jean, quien ahora era el nuevo cochero de la casa.
Dos semanas pasan desde entonces, la actitud de mi padre aún era fría y distante conmigo, siempre parecía estar de malhumor, yo trataba de sobrellevar la situación, después de todo era mi padre y le debía respeto, pero debo admitir que me era complicado ser una hija cariñosa y agradable cuando él me trataba de esa manera. Meredith reprochaba mi actitud, replicaba que mi padre estuvo mucho tiempo solo, y que deseaba recuperar el tiempo que había perdido al estar lejos por tantos años, después de todo era su hija y la única familia de sangre que tenía en el mundo.