Su mensaje había sido tan claro como el agua. Aléjense de nuestro territorio. Su voz no fue la parte intimidante, si no la parte en la que nos apuntó con un arma de fuego directo a la cara. Desde aquel momento evité meterme en problemas, una cosa era que yo recibiera el disparo, con algo de suerte y acaban con mi vida, pero aquellos sujetos eran listos, sabían quienes éramos, sabían cómo bloquear nuestras comunicaciones y si íbamos directo a casa probablemente nos encontrarían y acabarían con todos los que se pusieran frente a su cañón.
Nuestro refugio era la azotea del edificio de zoología, una de las áreas comunes que utilizaba la facultad para tomar un descanso, fumar un cigarrillo o comer. Era fin de semana, era poco probable que alguien cruzara aquellas puertas, inclusive los guardias nos miraron raro cuando ingresamos al edificio.
Ben caminaba impaciente, recorría círculos imaginarios en aquel techo, cada cierto tiempo se asomaba por el borde del edificio, para observar los caminos de la universidad, siempre vacíos. Mi sexto sentido había sufrido un gran golpe, había permitido que aquellos sujetos nos sorprendieran, por lo que mi radar estaba desafinado, reaccionaba ante el más pequeño estimulo, desde el volar de una mosca, hasta el graznido de los pájaros que habían construido un nido en uno de los tendidos de cable eléctrico.
Luego de haber faltado a nuestra cita, Daniela se preocupó, llamó a mi teléfono varias veces, la mayoría de ellas entraron a buzón, estábamos ocupados escondiéndonos del maldito enjambre. Recibí una llamada, esta vez sí contesté. —¿Ray?
—Hey, Dee. —Traté de guardar la calma, tenía que mantener la distancia entre nosotros, no podía tenerla cerca de mí. La atención de Ben cayó sobre mí, continuó caminando de forma nerviosa ahora siguiendo una línea recta.
—¿Estas bien? —Sonaba preocupada. —No he sabido de ti desde ayer.
—Estoy bien, no te preocupes. —Era incapaz de creer mi propia mentira, no obstante, ella pareció tranquilizarse un poco.
—¿Dónde estás? —Realmente deseaba que no hubiera preguntado eso, aprete los puños y comencé a mover el pie de forma nerviosa. —¿Ray? —No lograba pensar en nada que decirle, nada sonaba lógico o real.
—Es complicado.
—Pues hazlo menos complicado. —Contestó de forma asertiva, a través del teléfono podía escuchar el programa de televisión que estaba viendo. Era una retransmisión de Ziridio: Una nueva civilización.
—Este…—Traté de pensar en que decirle, pero mis pensamientos se estrellaban contra una laguna mental.
Ben no soporto verme sufrir al tratar de pensar un argumento, se acercó a mí y me arrancó el teléfono de las manos. —Hola, Dani. Soy Ben. La razón por la que Ray no te quiere decir es porque le pedí que no lo contara, pero como veo que es un imbécil para mentir, me está ayudando a elaborar un plan. —Hubo una pausa. —Veras, Ali y yo llevamos saliendo un par de años, y creo que es momento de dar el siguiente paso, así que le pedí a Ray que me ayudase a elaborar un plan para pedirle matrimonio. —Hubo otra pausa, Ben se rio. —Si, ya sé que es un idiota, pero es mi mejor amigo, algo bueno ha de salir de todo esto. Tengo que dejarte, tenemos cosas que hacer. Bye. —Para cuando me devolvió el teléfono, la llamada ya había terminado, ni siquiera me había despedido. Si algo me pasara y no la volviese a ver tendría que lidiar con que las últimas palabras que le dije fueron mentiras.
Conocía el sentimiento que me abrumaba, miedo acompañado de un ánimo de derrotado. Fui el primero en acabar con su paciencia, tenía que decir algo, no habíamos discutido cuanto estaríamos varados en el techo. —¿Cuánto tiempo estaremos aquí? —Pregunté.
—Hasta que se nos ocurra un plan. —Ben se detuvo a la orilla del edificio para espiar los caminos.
—Un plan, solo tenemos mantener la cabeza agachada, usar rutas alternas e ir casa, tan simple como eso. Estaremos bien mientras acatemos las órdenes.
—No. —La mirada en el rostro de Ben era una que había visto en mi hace tiempo. Ben tenía un deseo de morir. —Estoy así de cerca de realizar un descubrimiento que revolucionara la biología como la conocemos, no sabemos las implicaciones que podría tener el avancé, podría cambiar la medicina como la conocemos, estamos hablando de una especie legendaria, y llevara mi nombre.
—Increíble, nos apuntan con una puta arma a la cabeza y lo único en lo que puedes pensar es en un estúpido mosquito. —Me puse de pie.
—No lo ves, nos quieren alejar de ellos para quedarse con el crédito.
—¡Cabron! Nos quieren alejar de ellos porque esta pirados, idos, locos, enganchados en alguna chingadera, y quieres que yo crea que te quieren robar el crédito. ¿Te has escuchado a ti mismo? ¡Eres un puto maestro por todos los cielos, como es posible que digas tanta pendejada!
—Contigo tengo una buena oportunidad para concluir esta investigación, un el último sitio de búsqueda, con ello tendré las pruebas suficientes para terminar la investigación. Incluso te nombrare colaborador.
—A caso tienes un deseo de morir, lo único que vas a lograr es que nos maten a ambos, o peor aún que nos utilicen y lastimen a aquellos que intentamos dejar fuera de esto. ¡Qué hay de Alisha, de Daniela!
—Solo digo que con tus poderes.
—¡Deja de llamarles así, porque no tienes ni la más puta idea de lo que esta maldición me ha costado! O debo recordarte que mi hermano sigue sin poder hablar conmigo, que mi familia no me quiere ver ni en pintura, sin mencionar a los tres niños que están enterrados tan profundo que sus cuerpos no volverán a ver la luz del sol.