Mentiras Peligrosas

#58 El enjambre

ACTO III

 

Eran las cuatro de la tarde cuando distinguí algo extraño en mi entorno, pensé que probablemente eran las flores, los insectos, las personas pasando a mi alrededor, pero no, era algo que se aferraba a mi como una goma de mascar en el zapato. Lo sentía en los cabellos de mi nuca, en las palmas de mi mano y en el estómago.

Me encontraba caminando por la universidad fuera del edificio de arquitectura cuando lo sentí por primera vez, no supe que era, había demasiadas personas a mi alrededor haciendo ruido como para poder enfocarme en todos los pequeños detalles, con certeza eso solamente me llevaría al cansancio mental. También he aprendido que si me esfuerzo demasiado tanto física como mentalmente mis periodos de hambre se ven apresurados, se vuelven más recurrentes las veces en las que me tengo que alimentar en un periodo definido.

Cuando salí de la plaza central en la que los alumnos se reunían a echar el cigarrillo mañanero, me encaminé directamente hacia la facultad de arte y letras, había acordado verme con Gipsy.

Aquella extraña sensación nunca me abandonó, me resultaba complicado describirla, sentía que mi mente había guardado todos los mejores adjetivos en una carpeta y estaba utilizando los más rápidos y sencillos. No me estaba dando la oportunidad de pensar con claridad por estar atento a aquella sensación. Corté el camino por en medio de la cafetería, donde se encontraban grupos de chicos comiendo, vaya, siento que debería haber dicho alumnos, algo definitivamente se estaba robando mi atención. Algunas cosas aún se robaban mi atención, había unos chicos jugando un juego con la baraja que iba a una velocidad impresionante, cada jugador ponía una carta e iba diciendo el nombre de otra carta, me dolió pensar en el patrón que se estaba repitiendo, sentía que era tan simple, pero había algo más. Aquella sensación de inseguridad que ya había traído por minutos se había convertido en una punzada en la cabeza. Sentía que “Eso” me gritaba. Pensé, algo ha de andar mal. Me detuve y di un vistazo a mi alrededor con lujo de detalle.

En la cafetería solamente se encontraban tres grupos de estudiantes, dos de los cuales eran mixtos compuestos de dos chicos y tres chicas, el tercero era de cuatro chicos, estos eran los que estaban jugando a la baraja, observe sus movimientos y examiné el patrón de su juego, realmente lo reconocía y no tuve que pensar por mucho tiempo, tenía la respuesta entre las manos, era el juego que Daniela me había mencionado hace unas semanas, se llamaba “marrana”. Un nombre curioso. Había un par de hombres adultos lidiando con un problema en la cocina, por otro lado, una mujer alta, gordita, de tez morena estaba atendiendo el mostrador, era Doña Mari, como le solía decir Ben. Ella siempre era muy amable y atenta con los alumnos, cualquier otra persona en su posición ya habría perdido el juicio con los universitarios.

Luego de una profunda examinación no encontré ningún indicador de alerta en mis alrededores, decidí continuar con mi camino. Algo había aterrizado en mi mente, ¿Cuándo fue la última vez que me alimenté? Había sido una semana después de los estragos del Blacklight. Si mis cálculos no me fallaban, y no me fallaban, tendría que alimentarme el día de mañana, y así me evitaría los síntomas del síndrome de abstinencia. Me relajé un poco, aún quedaba tiempo.

Ya me encontraba en la facultad de arte y letras, había quedado con Gipsy en la ñoño cueva, la cual estaba en el ala noreste del edificio, este estaba desierto, en el sentido de que los alumnos no se atrevían a pisar ese territorio, mayormente porque la señal del internet era basura, sin embargo, era a menudo utilizado por el grupo de calabozos y dragones del que Ben y Gipsy eran parte. El ala noreste estaba repleta de mesas de madera, y sillas colocadas en el patrón de seis por mesa, dos en los laterales y una hacia los otros lados. La iluminación era tenue, facilitaba mucho la lectura ya que la luz no era blanca si no de un tono amarillento cremoso. Gipsy era la única alma en toda el ala. Estaba leyendo un libro y tomando apuntes con su otra mano.

Cuando ella me vio levantó la cabeza y me hizo un ademán para que tomase asiento a su lado, le habría saludado como de costumbre, intentando darle un beso en la mejilla o un abrazo, pero ella no era así, ella era bastante insípida en ese sentido.

—¿Cómo estas, has estado durmiendo bien? —Pregunté. Tan solo había transcurrido una semana desde el funeral.

—Ben me lo dijo. —Fue al grano. Rápidamente pensé en dos alternativas, Ben le había contado sobre mi condición, o sobre la relación que había observado con los mosquitos. De igual manera no me importaba, confiaba en Ben, estoy seguro de que, si el confiaba en Gipsy, yo también lo podía hacer. —Me sorprende que no se hubiese dado cuenta mucho antes. Yo lo noté la primera vez que nos conocimos, parecías un farsante tratando de pretender ser otra persona. Te veías famélico. La imagen física que Ben me pintó de ti era casi exacta, sin embargo, tus ojeras estaban muy marcadas y profundas, tus ojos habían perdido fulgor, te encontrabas como atontado y ciertamente te veías más delgado de lo que me habían contado. Lo primero que pensé es que eras un junkie.

—Parece que hiciste…

Fui interrumpido. —Aun no termino, pasó una semana para que pudiera sacarle la sopa a Ben, el creyó que me lo dijo por su cuenta, pero fui yo la que le estuvo dando pistas. El confiaba en ti, eras en el que más confiaba, eres la única persona a parte de mí que sabe sobre el “enjambre”. —Volteó a su mochila y sacó un fólder lleno de documentos. —Sí, así lo llamó. —Sacó un teléfono celular, le reconocí al instante. —Ya los leí todos, mayormente habla de su taxonomía, fisiología y lo poco que entendía sobre los mosquitos, menciona datos sobre su comportamiento, pero no hay nada útil. Cotejé los datos con las fotografías, hay una relación que plantea sobre el mosquito con las abejas, créeme no fue fácil de entender, pasé varias noches revisando libros de biología en la web, le coloqué anotaciones e hice copias, te puedes quedar estas. —Vio el celular con nostalgia y melancolía. —También el teléfono, le pedí a mi tío que hiciera una copia total del dispositivo y lo pusiera en el mío.



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En el texto hay: vampiros, horror

Editado: 30.11.2023

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